La chica especial

⩤ CAPÍTULO 1 ⩥

Con un movimiento de sus muñecas, Charlotte hizo girar aquella hermosa figura, que creó hacía unos pocos segundos. Como siempre, Alex, el mejor amigo de  Charlotte, miraba fascinado la figura moviéndose entre los dos.

 

—¿Por qué ya no haces esto frente a los demás? —preguntó Alex, acomodándose en su lugar.

—¿No es más cómodo estar los dos solos?  Y los demás quieren que haga estupideces y siempre me preguntan cómo lo hago —respondió Charlotte—. Además…, toda mi energía se va en hacerlos olvidar.

—Lo detestas, ¿no? 

—Un poco —respondió ella—. Ya no es como antes; los chicos sólo quieren que haga bromas y esas cosas; no creen en la magia. Pero tú no me pides nada, Alex.

 

Alex se levantó del suelo y se sacudió los pantalones sucios.

 

—Tenemos que ir a clase —dijo Alex, extendiendo la mano hacia Charlotte para ayudarla a levantarse también.

 

Ambos caminaron al aula mientras se empujaban de un lado a otro en el pasillo, bromeando. Al entrar, como siempre pasaba en esas situaciones, Charlotte empezó a ponerse nerviosa. Ahí estaba David.

 

—Ve a hablarle —le dijo Alex, empujando suavemente a Charlotte hacia adelante, en dirección a David.

 

Charlotte había tenido un crush en David durante quién sabe cuántos años, y hasta ahora eso no había cambiado. Nadie podía negarle esa cosa rara que sentía hacia David; era muy guapo: ojos verdes, su cabello negro alborotado, esa bonita nariz respingada y sus labios delgados.

 

—No voy a ir —dijo Charlotte, decidida.

 

Y lo dijo en serio. No fue. Pensó que se vería extremadamente tonta, considerando que él estaba con otras dos chicas charlando, divertido. 

 

Alex fue a su banca, acomodó sus cuadernos en la mesa y se sentó a esperar a Charlotte. Cuando ella llegó, David le dirigió una mirada juguetona antes de que pudiera llegar al asiento. 

 

—Eres patética —le dijo Alex, soltando una carcajada al ver que Charlotte perdía ligeramente el equilibrio. 

 

Entonces, esas mariposas tan parecidas a las que ella creaba en el aire, entraron a su estómago cuando David le sonrió, divertido. Charlotte sintió que se le iba el aire. Para tratar de fingir que no sentía nada, hizo a un lado un mechón rebelde de su cabello rubio.

 

—Creo que le gustas —dijo Alex en voz baja.

‣‣‣

—¿Nos vamos? —preguntó Alex mientras terminaba de meter sus libros en el casillero.

—Debo llamar a mamá. Adelántate, ya te alcanzo.

 

Él asintió con la cabeza y luego se fue en dirección a la salida. Y, aunque era cierto que Charlotte tenía que llamar a su madre antes de salir del edificio —como hacía todas las ocasiones en las que sabía que no iba directo a casa—, ella tenía otros planes antes de hacer la llamada. 

 

—¿Crees que me crea? —dijo la voz de David, detrás de la puerta de una de las aulas en el pasillo principal. 

 

No escuchó la respuesta de la chica que estaba frente a él, que llevaba —como siempre— su capucha roja, cubriéndose hasta el rostro; su impecable oído la traicionó y no dejó que escuchara el resto de la conversación. No quiso admitirlo, pero esa llama pequeña que sentía en el pecho cuando veía a David con otra le quemó. 

 

Cuando escuchó sus pasos acercándose a la puerta, corrió lo más rápido que pudo hasta llegar a la salida y quedarse de pie junto a la salida del edificio. Finalmente tomó su celular y llamó a Paulina para que supiera que iba de camino a casa de Alex: Anna, madre de Alex, cumplía años ese mismo día y, como único regalo, había pedido que Charlotte fuera a visitarla. 

 

—¿Qué te dijo? —preguntó Alex. Sabía que se refería a Paulina.

—Lo de siempre: No llegues tarde a casa y cuídate de quiénes te miran —respondió Charlotte, imitando el tono que su mamá siempre usaba para advertirle que se cuidara. 

 

Ambos rieron y siguieron su camino a casa de Alex. Pero Charlotte no pudo evitar voltear hacia atrás para ver si David también había salido del edificio. Ya no estaba, ni la chica rara de la capucha. 

 

—¿Le trajiste un regalo a mamá? Estoy seguro que no lo aceptará de tu parte —dijo Alex.

—No le traje nada, pero estoy segura de que lo que le regalaré le gustará.

 

Y él estaba seguro de que haría alguna de las figuras extrañas y hermosas que creaba en el callejón junto al gimnasio cuando estaban solos. Lo confirmó cuando, después de comer, Charlotte se preparaba para darle el mejor regalo a Anna.

 

—¿Lista? —preguntó Charlotte, nerviosa. 

—Sí —respondió Anna, expectante.

 

Entonces, esa fantástica figura de mariposa apareció en el aire. Era igual a una figura de vidrio que habían roto mientras jugaban en la sala: una mariposa en vuelo; las alas de color negro y detalles blancos, elegantemente distribuidos en las orillas. De repente, esa gigante figura se convirtió en una pequeña bola de oro líquido, que explotó pocos segundos después. 

 

—¿Qué fue eso? —dijo Anna, sorprendida y algo perdida.

—Tú lo sabrás —respondió Charlotte, luego pasó su dedo índice a lo largo de la nariz de Anna, hasta que cerró los ojos y su cabeza se ladeó un poco. Estaba durmiendo.

 

Sabía que nunca sabría que había sido real, que no había sido un sueño, tampoco sabría que Charlotte había sido la causante de ese precioso sueño. No podía arriesgarse a que hiciera preguntas…, y lo odiaba.

 

—Todo habrá sido un sueño —dijo Charlotte, feliz pero decepcionada. 

 

Quién sabía cuántas veces había deseado no tener que inducir el sueño a las personas que no creyeran en las maravillas que podía hacer sin hacer tantas preguntas.

 

—Feliz cumpleaños —susurró Charlotte antes de levantarse del sofá y caminar hacia la puerta.



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En el texto hay: peleas y accion, gobierno, poderes raros

Editado: 28.01.2023

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