La chica evanescente | las memorias de Morrison Craig|

PARTE 3:

Con el pasar de los días comencé a ir a esa capilla, necesitaba entender que ocurría pues hasta que no leí esa libreta, no me había percatado de la diferencia que existia entre las personas que no asistían con las que si. 

Al principio aparecía cerca del lugar solo unos días a la semana, luego de eso la frecuencia cambio, una de sus fieles me reconoció una tarde en el mercado local, de alguna forma terminamos hablando de la vida y fue allí cuando me invito a participar del servicio que se daría el domingo. 

La curiosidad fue más fuerte de lo que pensé ya que no dude en responder que con gusto iría. El lado bueno de todo eso era que podría ver de primera mano y descubrir que misterios ocultan esas sonrisas. 

Nadie se imaginaría que aquellas palabras escritas por Morrison serían reales, ni siquiera era algo que pudiese plantearse. Todo lucía con tanta normalidad, tan pulcro a primera vista. 

Pero claro que… hay que mirar más allá de lo que los ojos te permiten, por eso regrese con la convicción de que así sería. 

Cada noche al llegar a casa repasaba las líneas de la libreta, como si eso fuese un escudo, un mantra, algo que me conectara. 

Todo parecía ralentizarse cuando cruzaba las puertas escarlatas, era un mundo distinto, pero un domingo al azar, mientras todos hacian su rezo, me esforcé por romper la cadena y levante la mirada. 

Nunca había sentido tanto temor como en ese preciso instante, pues mientras las voces de los fieles resonaban a lo largo y ancho de la estructura, la mujer que Morrison había denominado como súcubo, estaba extasiada, sin siquiera notar que mi voz era la única muda allí. Aun en la distancia de donde me encontraba lograba distinguir los abismos infinitos y dolorosos, sus ojos… ojos estaban bajo el brillo deseoso de esas almas puras y perdidas. 

Su boca estaba torcida en una sonrisa que mostraba parte de sus dientes, sedientos relamidos y ansiosos. 

No puedo explicar con exactitud lo que me había generado, solo sé que por los segundos que pase con la mirada en ella, sentí que mi alma se oscurecía poco a poco. 

Luego de eso, me dije a mi misma que no volvería, pase varios días dudando de lo que debería hacer, esos días en donde me limitaba a ir al trabajo, de compras, dormir.

Una madrugada sentí que ya no podía, una sensación de pesadez se alojo en mi pecho y cuando llegué por un vaso de agua, la libreta estaba abierta en la página contigua a la que ya había leído. Así que no dude en continuar cuando mis dedos tocaron la textura del desgastado papel.


 

"Me hubiese encantado decir que mi fuerza de voluntad tuvo más peso que la derrota, pero no fue así.

Llegué al punto donde ya no pude manejar el dolor que estaba carcomiendo mi corazón

Mi Gema ya no estaba, era seguro, el brillo se había esfumado de sus ojos, sus manos ya no pintaban solo eran dos temblores que siempre rasgaban lo que tuviera en frente, incluso su postura había cambiado.

Verla asi solo me causaba dolor, sí, fui un maldito egoísta que no tuvo mejor manera de actuar. Pero si la hubieses visto seguramente comprenderias. 

Continue visitandola cuando podía o cuando mi alma no pesaba tanto para acercarme pero si en algún momento nacía en mi la esperanza, por mas pequeña que fuera, de encontrarme con ese precioso angel que tanto amaba. Liz se encargaba de bajarme de esa ilusión.

Liz, ella no planeaba irse, disfrutaba verme derrumbado cuando intentaba traer a mi Gema de vuelta. Solo decía que era tarde para enmendar las cosas. Nunca la entendí por completo 

Solo… la quería de vuelta.

Más en vano era mi insistencia, los planes universales no estaban a favor de aquello que en algún momento construimos. No…

Solamente ellos, los fraudes y corruptos tenían lugar en su vida.

La visitaban a menudo, muchas veces me había visto obligado a ocultarme de esos vacíos ojos. Algo terrible sucedió cuando los miraban, una vez, solo una mis orbes conectaron con los de aquella mujer y lamente que asi fuera y puesto que no planeaba que sucediera lo mismo con su acompañante.

Me escabullia cual rata para preservar mi humanidad.

Pocas veces me pude acercar para intentar oir sus conversaciones, una de ellas me sorprendió que ambos le hablaran de la creencia, de la salvación y mucho más. Sus rezos no eran los normales, ni tampoco los correctos pero aun así, Gema los repetía si cesar.

Por que si, muy esporádicamente Gema tomaba el control y suplicaba por ayuda pero mis manos estaban atadas y mi cuerpo moribundo no respondía.

Ellos estaban ahí y luego de sus cantos Liz regresaba con mas desden que antes.

Todo cayo por su propio peso y un día, simplemente no pude levantarme para intentarlo nuevamente. Como si toda animidad se hubiera desintegrado en mi. 

Y como dije, mis acciones solo me llevaron a un egoísmo temeroso por terminar esa destrucción que tanto le gustaba causar en mi. 

Ya no soportaba su risa irónica

No soportaba la burla constante

No soportaba que fuera Liz y no Gema

No soportaba…

Entonces, en un arrebato de lucidez, quizá, arme las maletas y me fui del país.

No había notado cuanto tiempo estuve en el fango hasta que me aleje lo suficiente para tener la mente clara. Poco más de un año había pasado desde que dia tras dia dejaba que ellas se llevaran mi alma. Desde que iba de incógnito a esa capilla intentando encontrar algo para poder crear la grieta que los llevara a la desaparición. Cosa que fue absurda, los impostores habían creado una base solida de "creyentes" y nada lo voltearia, no importaba cuantas veces repitiera que no eran buenos, siempre hallaban la forma de atraer a más personas y así, la base se volvia un muro y el muro un edificio de penitentes cegados por la falsa fe.




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