Buenos días, o buenas tardes, o quizás buenas noches, no sé a qué hora estás mirando estas letras, y como quiero ser educado pues por eso pondré todas las posibilidades.
Mi nombre es Andrés, siempre he sido un niño muy curioso y todo el día mis amigos me veían con la lupa observando las cosas pequeñas que encontraba por la calle.
Mientras ellos jugaban al balón, o se iban en bicicleta, yo me dedicaba a buscar insectos, larvas, mariposas, gusanos, todo aquello que tuviera vida, y me dedicaba a apuntar en una libreta todo lo que observaba,
Luego me dijeron que había seres más pequeños que con la simple lupa no podía ver, y por eso para mi cumpleaños les pedí a mis padres que me comprasen un microscopio, y así seguí recogiendo cosas por el suelo para observarlas a través de esas lentes. He de reconocer que quedé fascinado que en ese tamaño tan diminuto también existe vida.
Si, ya sé lo que estáis pensando, este tipo es más raro que un perro verde, quizás tengáis razón y por eso mi relación con otras personas sea un poco más bien escasa.
Siempre tuve interés por investigar el mundo en el que vivo, no tengo mucho tiempo para hacerlo así que debo andar muy rápido.
A mis veintisiete años yo estaba trabajando en la oficina de una pequeña clínica oftalmológica cuando llegó una nueva compañera al trabajo. La chica parece ser que era una eminencia en el tema de la oftalmología y que la compañía internacional, a la que pertenecemos, la había enviado un tiempo con nosotros para enseñar a los doctores los nuevos equipos que se iban a implantar y las nuevas técnicas que se estaban desarrollando en otras clínicas.
Era una chica finlandesa que en un principio nos hizo pensar que sabía muy pocas palabras en español y que apenas conocía nuestra cultura.
Yo soy muy reservado para mis cosas, mis compañeros, que ya me conocen, saben que nadie debe tocar mi bloc, mis lápices, mi vaso de agua, ni mi silla.
Y ya el primer día esa chica, que tiene un nombre muy curioso pero que yo me he negado a utilizar, así que yo la llamo Mari, se encontraba sentada en mi silla, pintarrajeando una hoja con mis lápices, esa imagen para mí fue demoledora, ¿nadie ha sido capaz de decirle que ese espacio es mío y que todo lo que en el se encuentra no debe ser tocado?
Yo educadamente me fui hacia ella y le dije.
—Señorita, quiere hacer el favor de dejar todo como se lo ha encontrado, y levantarse de mi silla.
La chica se gira al oír mis palabras, pero no hace nada. Rápidamente me fui a la mesa y recogí mi vaso que parecía no haber sido tocado.
La chica me mira a los ojos y me sonríe.
─No me ha entendido, le repito que este es mi lugar de trabajo y que debe dejarlo libre.
La chica sigue sin reaccionar ante mis palabras.
Me voy al despacho de mi compañero Raúl y le digo.
─ ¿Quién es esta chica que tengo sentada en mi mesa?
─Hola Andrés, así que ya conoces a la nueva.
─ ¿Qué nueva?, solo sé que tengo a una chica sentada en mi silla y que no dice, ni hace nada, a pesar de que ya van dos veces que le digo que tiene que levantarse de ese lugar.
─Ven, ven, te la voy a presentar.
Los dos nos vamos hasta la chica nueva que sigue dibujando en otra de mis hojas. Cada vez estoy más nervioso al ver lo que está haciendo. Raúl empieza a hablar muy despacio para que la chica le entienda.
─Hola, este es mi compañero Andrés, An drés.
─Hola An drés, yo soy Marika, Ma ri ka.
Raúl se tapa la boca para no reírse, mientras a mí no me hace ninguna gracia, mis ojos están fijos en los lápices y el papel escrito.
─Veo que sabes hablar, Mari, así que si haces el favor ese sitio y esa mesa es mía, que Raúl te acompañe a la sala de espera.
La chica sigue sin moverse del lugar.
─Raúl, explícale tú lo que le acabo de decir, ya que no debe entender mi idioma.
─Bueno, Marika, mi compañero te está diciendo que tienes que venir conmigo a mi despacho para que él pueda trabajar, ya sabes ─Imita con los dedos como si estuviera escribiendo a máquina.
─ ¡¡Ahh!! Trabajar, ─Y ella también lo imita.
─Si, eso, tú te vienes conmigo a mi despacho.
─ ¡¡Ahh!! O.k. ¿Tu nombre era cómo?
Yo igual que hizo ella no le he respondido a su pregunta, solo estoy recogiendo los lápices y los folios para guardarlos nuevamente en la carpeta.
─Él se llama An drés, se lla ma An drés.
─Encanta tu An drés.
Raúl se queda mirándome y me dice más bajito para que ella no le oiga.
─Esta es la nueva Oftalmóloga que han enviado de la compañía, por lo visto apenas entiende y habla el español, así que creo que nos lo vamos a pasar muy bien. Además, fíjate, está súper bien. Dicen que las finlandesas son muy frías, así que habrá que calentarla un poco.
─Me trae sin cuidado, solo espero que le den su despacho y no me moleste demasiado.
─Te he dicho alguna vez que eres un tipo raro.
─Alguna que otra vez.
─Pues lo vuelvo a afirmar.
─Vale, déjame en paz que tengo mucho que hacer.
Raúl se da la vuelta y coge del brazo a la chica.
─Señorita, le voy a hacer un tour por la clínica y por último pararemos en mi despacho.
─ ¡¡Ahh!!! ok. Gracias, ¿se dice así?
─Se dice como tú quieras reina.
Los dos se alejan y mientras yo sigo ordenando mi mesa.
La mañana había pasado lenta, el reloj iba super despacio, o yo no veía la hora de que se acabase. Habían llamado clientes para pedir citas, pero todas se estaban aplazando hasta que los doctores terminasen de aprender el manejo de las nuevas máquinas. Únicamente se atendían los casos de gravedad.
—Si señora, le tomo cita para final de mes.
─ ¿Cómo que para final de mes?, yo necesito operarme ya.
─Señora, en mi ordenador es la fecha más cercana que me permite apuntar, si no quiere esa fecha ya tiene que ser para más adelante.
─Al final me sale más a cuenta hacerme la operación por la seguridad social. Yo es que ya apenas puedo ver. ¿No lo entiende?
─Yo entiendo lo que me está diciendo, y lo único que puedo decirle es que el plazo para que sea atendida por los doctores es la fecha que le estoy comentando. Si hubiera alguna baja se les llamara para adelantar las fechas, pero en este momento es la única fecha que le puedo ofrecer.
─Esto es una vergüenza, dos semanas para que te atiendan, y eso que hay que pagar.
─Le apunto la cita, o no.
─Vale, apúnteme.
─Su nombre es:
─Mercedes Linares González
─Pues lo dicho. Para el día 31 a las 11,50 tiene usted su cita.
─ ¿Para las 11,50?, vamos por qué no me pone para las 6 de la tarde.
─Espere que miro. No para esa hora ya no hay consultas, tendría que ser para el día siguiente.
─Era un decir, no es que quiera para esa hora. La verdad es que ponen a los más listos al teléfono.
─A ver señora, le apunto entonces para el día 31 a las 11,50.
─Sí, apúnteme.
─Que tenga un buen día.
Esta última frase ya no la oyó la señora que colgó antes.