Y por fin llega el día en que viene Mari. Yo estoy en el aeropuerto acompañado por Marga, me dice que tengo que estar en donde pone, SALIDA, que es por donde salen los que viajan en avión. Como es temprano estoy viendo como vienen y van los aviones, son mucho más grandes de lo que se ven en el cielo, y hacen mucho ruido, me tengo que tapar los oídos porque me molesta.
─Mira Marga, este tiene una cabeza de pájaro dibujada. ¿Los pájaros cuando lo vean pensaran que es su mamá?
─No.
─Yo vi una película donde una niña iba volando en una avioneta y llevaba a los pájaros a otro lugar.
─No sé, no la vi.
─Sí, sí, yo la vi. A lo mejor este hace lo mismo, se lleva los pájaros de un país a otro.
─Estos aviones vuelan muy alto, y muy rápido, no creo que los pájaros puedan seguirlos.
─Sí, tienes razón.
Mira ahí llega otro avión, seguro que en el viene Mari.
─No creo, aún es muy temprano, falta media hora.
Me voy a la tienda a buscar una revista, ¿quieres que te compré algo?
─No, gracias.
─No te muevas de aquí. ¿vale?
─Si, sí.
Me siento en uno de los asientos azules que hay en el aeropuerto y sigo mirando cómo se abre la puerta de Salida. Veo como la gente se abrazan a los que llegan en el avión, como se besan y como lloran. Alguna gente tiene carteles con nombres. Se me olvido hacer un cartel con el nombre de Mari, igual si no lo tengo no me ve.
Sigue pasando gente, ¡muchos vienen en un avión! De repente veo una mano que se agita entre la gente, es, es, es Mari.
─ ¡Mari! ─Le grito y corro hacia ella, la abrazo y la beso.
─Jolín chico, que efusividad, si hace poco que nos hemos visto.
─Es que tenía muchas ganas de verte.
─ ¿Has venido en la barriga de ese avión?
─Jajajaja, no es la barriga, bueno igual sí. ¿Has estado alguna vez en un cine?
─Sí, he ido a ver varias películas.
─Pues son asientos como en el cine, bueno no hay una pantalla de cine, pero es para que te des cuenta de que son asientos donde tienes personas a la izquierda, derecha, delante y detrás. Ya lo verás mañana.
─Sí, tengo ganas de volar ya.
─Estoy muerta de sed, ¿me acompañas al bar a tomar un refresco?
─Si, ¿te llevo yo las maletas?
─Luego.
Por cierto, ¿has venido solo?
─No, he venido con Marga.
─ ¿Y dónde está?
─Se fue a comprar una revista.
Mi teléfono empieza a sonar, es Marga.
─Andrés, ¿Dónde estás?
─Estoy con Mari.
─ ¿Pero dónde estás?
─En la cafetería que ella tiene sed.
─No te muevas de ahí que voy ahora.
Veo venir a Marga entre la gente que está con sus familiares yendo para su casa, o en la cafetería.
─Andrés, ¿no te dije que me esperaras allí?
─Si, pero vino Mari.
─Perdón, perdón, es culpa mía, no me acordé de preguntarle hasta ahora si había venido con alguien y me he venido a la cafetería a tomar un refresco.
─Ya, pues no sabéis el atragantó que acabo de pasar al llegar y no verte. Estuve preguntando a toda la gente y nadie sabía de él, te estuve llamando y no me cogías el teléfono, pensé que te había pasado algo.
─Sí, cogí el teléfono.
─Si, a la quinta vez que te llamé.
─No lo oía por el ruido de la gente.
─Lo siento, vuelvo a pedirle disculpas. Mi nombre es Mari.
─Si, ya hemos hablado por teléfono, yo soy Marga.
─Encantada.
Bueno, ya nos podemos ir. Andrés, ¿quieres llevar ahora las maletas?
Yo cojo el carrito de las maletas, es parecido al carrito de la compra, pero no se mueve. Me dice Mari que tengo que apretar esta palanca para que se mueva y si la suelto se frena.
─ ¿Lo entendiste?
─Si, solo hay que apretar esta palanca.
─Deja, ya las llevo yo.
─Déjale que las lleve él así no se preocupa de todo el barullo que hay aquí, esto le pone muy nervioso.
─Si, me pone muy nervioso la gente.
─Andrés, ¿qué es lo que te tengo dicho?
─No lo sé Marga.
─Que tienes que vigilar las maletas cuando estás en estos sitios.
─Tiene razón Marga, tienes que estar atento siempre a las maletas.
Yo no les quito ojo hasta llegar a la salida del aeropuerto, allí cogemos el autobús que nos lleva al centro, tengo las maletas a mi lado para que nadie me las robe.
─Bueno Mari, cuénteme a donde van a ir, que tengo a Andrés dándome lecciones de su país, ya me dice que va a ir a ver a Papa Noel, que va a bajar en trineo llevado por renos y que va a hacer iglús.
─Si, Santa Claus vive en Laponia, pero no vamos a poder verlo, en estas fechas está haciendo los regalos de los niños y no puede ser molestado.
Mira Andrés, vamos a ir a casa de mis padres, vamos a estar allí unos días y visitaremos lugares, pero no te puedo decir lo que haremos porque no lo sé, eso se mirará en el momento.
Y allí no hace tanto frío como para hacer iglús.
─Yo vi en unas revistas y en internet lo de Papa Noel.
─Cuando estemos allí vamos viendo lo que podemos hacer, ¿vale?
─Sí, vale.
─Y sobre todo hazle mucho caso a Mari, y no te vayas con nadie sin su permiso, mira lo que acaba de pasar hace un rato, te habías ido y me has tenido muy preocupada. Finlandia no es como aquí ellos hablan otro idioma y no vas a poder preguntar.
─Tiene mucha razón Marga, has de estar muy pendiente de las personas con las que vayas y obedecerles siempre.
─Si, yo voy a obedecerles.
─Lo pasaremos bien, y podrás contarles muchas cosas a tus amigos.
Hemos llegado a casa y hemos pasado el día revisando todo lo que vamos a llevar. Mari le ha dicho a Marga que no hace falta tanta ropa de abrigo pues allí en estas fechas no hace tanto frío, pero que no se preocupe que ya le compra ella lo que vaya a necesitar
─Andrés va a llevar dinero, así que lo que le compres que lo pague él.
─Tampoco pasa nada, que allí mi novio es de su misma estatura y seguro que en ese caso le podrá prestar alguna ropa.
Antes de que el sol entre por la ventana yo ya estaba en la cocina haciendo el café y mi desayuno. A mí me gusta el cola cao, pero seguro que a Mari le gusta el café y por eso lo estoy preparando.
Unos ojos cerrados aparecen en la puerta de la cocina.
─Andrés, son las cinco de la mañana, ¿qué haces ya levantado?
─Estoy preparando el desayuno.
─Pero es aún muy temprano. Hasta las doce no sale el avión
─Pero no tengo sueño y te estoy preparando el café.
─Lo siento, yo me voy a la cama que estoy muy cansada, ya luego tomo ese café.
─Pero va a estar frío.
─No te preocupes, ya lo caliento, pero es que no puedo más, estoy que me caigo de sueño, aún no consigo abrir los ojos.
Y tú deberías ir a dormir un poco más, va a ser un día muy largo.
─Pues vete a dormir, yo voy a desayunar.
Después de desayunar saco a Roky a dar un paseo. No hay nadie en la calle, ni coches en la carretera. El día va a ser despejado. Estoy viendo como amanece, los primeros rayos del sol empiezan a iluminar el cielo y poco a poco las calles.
Roky también debe tener sueño porque se quiere ir para casa. Entra y va al cuarto donde duerme Mari.
─Roky, ven aquí, deja dormir a Mari.
Hasta las nueve y media no se levantó Mari, cuando llega a la cocina ya estaba Marga conmigo.
─Buenos días.
─Buenos días.
─Se ha levantado usted muy pronto.
─Te lo digo, o te lo cuento, alguien vino a las siete a despertarme.
─Me lo imagino, ya estaba dando vueltas por la cocina a las cinco de la madrugada.
¿Has dormido algo?
─Sí, he dormido mucho, mucho.
¿Te sirvo el café?
─Déjame antes que me asee un poco