La chica finlandesa

Capitulo -8-

Siento unos golpes en los pies.
─Necesito usar el cajero, ¿se puede usted apartar?
No entiendo a la chica. ¿Por qué me hablan así?, yo no los entiendo.
─Lo siento, no le entiendo.
Hace ademán de querer usar el cajero, así que retiro mis pies y le dejo que lo pueda usar. Ella se me queda mirando y yo me retiro un poco más, casi al borde de la calle. Se pone a usar el cajero del banco mirándome con desconfianza. Al marchar me mira y me dice algo que no entiendo.
─Gracias, que tenga buen día
─ ¿Puedes ayudarme para ir a casa de Mari?
─Gracias, gracias, buen día
No sé qué me quiere decir, la veo que se aleja sin mirarme.
─ ¡¡¡MARIII! ─Empiezo gritar y a llorar, tengo miedo, tengo mucho miedo y frío. Tengo los ojos cerrados, mi madre me dice que cuando tenga miedo que cierre los ojos y piense en cosas bonitas. Estoy pensando en mi madre cuando me llevaba de la mano al colegio y que siempre me daba un bollo de chocolate. Me gustan los bollos de chocolate.
Abro los ojos y veo que la gente pasa a mi lado, algunos me miran, otros solo se fijan en sus móviles. Eso, voy a llamar a Marga que venga a buscarme con Roky. Intento llamar, pero mi teléfono no funciona.
Una señora se acerca a mí y empieza a hablarme, pero no la entiendo,
─Chico, ¿te pasa algo?, ¿te puedo ayudar?
No quiero que me toque, no me gusta que me toquen. Seguro que me quiere pegar. Me levanto y empiezo a correr, corro sin mirar atrás, corro hasta que me quedo sin fuerzas.
He llegado hasta un parque como el que está cerca de mi trabajo. Veo a las madres que llevan a sus hijos en carricoche, algunos están jugando en los columpios, otros están dando de comer a las palomas, pero no hay mesas, solo veo bancos donde la gente mayor está sentada.
Hoy hace sol y me puedo quitar el gorro y los guantes porque ya no tengo tanto frío.
Me siento a ver los niños en el parque como juegan con los columpios y el tobogán, suben las escaleras y se lanzan había abajo por la rampa gritando y riendo.
Oigo a la gente que pasa a mi lado hablar, los oigo reírse, cantar, pero no entiendo sus palabras, no entiendo sus canciones, ni porque se ríen.
A mi lado se ha sentado un mimo, va disfrazado de payaso como los que hay en el circo, su cara está pintada de blanco, en un ojo tiene pintada una estrella y en el otro una lágrima, parece que está triste. Me ofrece una flor.
─Gracias.
Cuando la voy a coger, la flor se transforma en una pelota roja. Yo miro sus manos y no veo la flor. Me coge por el hombro y en la mano que tiene junto a mi oreja aparece otra vez la flor.
Yo le aplaudo, ¡es un verdadero mago! Él también me aplaude y sigue su camino, los niños ya le están rodeando y él les sigue haciendo trucos de magia.
El mimo ya se ha ido y me ha sonreído, Una gente se va, otra vuelve, y yo sigo allí sentado, esperando sin saber qué hacer.
Mi estómago me empieza a gritar, quiero comer un trozo de bizcocho con un cola cao, me levanto y voy caminando por las calles hasta que encuentro una tienda que está abierta, en el escaparate tiene unos pasteles y bizcocho.
─ ¿Hola chico que te pongo?
Yo estoy mirando los pasteles de crema que son los que me gustan.
─ ¿Quieres unos pasteles de crema?
Yo no la entiendo y no digo nada. Ella me sigue hablando, pero yo solo estoy mirando los pasteles.
─ ¿Si no vas a comprar nada te puedes apartar para que pueda seguir atendiendo a los demás clientes?
Yo sigo allí mirando para los pasteles, tengo hambre. Alguna mujer me aparta para pedir pasteles y yo la vuelvo a empujar para que no me quite el lugar.
─Vamos a ver chico, si quieres pedir algo y no sabes hablar señálamelo y te lo preparo, pero si no quieres nada deja que los demás clientes puedan pedir.
─Quiero un pastel de crema.
─ ¿Cómo dices, no te entiendo?
─Tengo hambre.
─A ver hijo, que es lo que quieres.
Yo no digo nada más y la señora se va enfadando por momentos.
─ ¿Alguien entiende lo que está diciendo este chico?
Al final la señora sale del mostrador y empieza a gritarme, yo cierro los ojos y me tapo los oídos. Siento como me va empujando y me saca fuera de la tienda, yo intento no salir, pero ella tiene mucha fuerza.
Estoy en la acera mirando desde la calle el mostrador y los pasteles, la gente al salir me mira y se va.
Un señor se pone a mi lado y me mira sin decir nada, me pica en el hombro y me enseña una flor, una flor igual que la del mimo, pero no es el mimo, no tiene la cara pintada, ni la lagrima en el ojo.
─Gracias.
Voy a coger la flor y se transforma en una bola roja, él se sonríe. Este señor también sabe transformar flores en bolas. Yo también quiero hacerlo.
Entra dentro de la tienda compra unos pasteles y al salir me ofrece uno. Tengo miedo que sea un truco y se transforme en una bola roja, pero no, al final es un pastel que está muy rico.
─Gracias.
Me saluda con la mano y se va caminando calle arriba hasta que desaparece de mí vista.
Yo quedo allí mirando la tienda durante unos minutos más, al final decido marcharme y voy por la acera en la misma dirección donde se fue el señor de los pasteles. Quiero encontrarlo para que me enseñe el truco de la flor, quiero enseñárselo a Fermín.
Voy caminando rápido, creo ver al señor al fondo de la calle entre la multitud que sale de una tienda.
Voy corriendo hasta llegar a donde esta él, le pico en el hombro y le digo.
─Señor, yo también quiero ser mago.
El hombre se gira al sentir mi mano en su hombro y me dice algo que no entiendo.
─ ¿Qué ocurre?
─Perdón, pensaba que era el mago que me daba una flor y cuando lo iba a coger era una bola roja.
─Perdón, no entiendo lo que me está diciendo.
─ ¿Sabe usted hacer magia?
Con las manos le hago algo parecido al truco que me hizo el señor.
─ ¿Qué quieres?
─ ¿Me puede enseñar usted esa magia?
El señor me mira con cara extraña, mete la mano en su bolso, me da unas monedas y se va. Yo quedo allí mirando las monedas.
─Señor, yo no quiero dinero, quiero hacer magia.
Corro otra vez al señor y le devuelvo las mondas, él se queda extrañado y sigue su camino.
A lo lejos veo al señor que hace magia. Otra vez salgo corriendo a encontrarlo y al llegar a él me doy cuenta de que tampoco es. El señor también me habla raro y se va.
Miro para todos los lados y solo veo gente que va caminando por las aceras, no encuentro ni al mimo, ni al mago. Supongo que se van a sus trabajos, o a sus casas. Yo me quiero ir a mi casa también. 
Sigo caminando por la acera sin ningún rumbo, a veces me quedo parado en los escaparates mirando la comida, o las tiendas de motos. Yo de mayor quiero comprarme una moto, así no tengo que coger el autobús para ir a trabajar.
En unos de los carteles que hay en las calles veo una góndola, corro hasta la puerta, quiero ver a Paolo y comer unos espaguetis, pero cuando llego no es el Restaurante “Las 4 góndolas”, tiene el dibujo de las góndolas, pero está escrito, creo que en finlandés. Tengo hambre y entro a comer los espaguetis. El camarero me mira y se queda extrañado que quiera entrar, mis ropas están un poco sucias del agua y de haber dormido en el suelo.
─Buenas tardes señoríno, ¿tiene reserva?
─Quiero comer espaguetis.
─Ahh, el señorino es españolo, io sono Ralf, parlo po´di italiano.
─ ¿Esta Paolo?
─Che cos´e Paolo
─Quiero comer espaguetis.
─ ¿Ha soldi?
Quiero pasar y el camarero me impide el paso.
─Quiero comer espaguetis.
─Per favore se non hai soldi dovresti.
─Quiero hablar con Paolo.
El camarero hace señal de dinero.
─Money, soldi, eh …. Euros.
─Si tengo dinero ─Le enseño mi cartera al camarero.
─Scusa può succedere, se mi lasci la giacca pulirò un po'
Quiere quitarme la chaqueta, pero yo me aparto y no le dejo que me toque.
─Scusa, vai in sala da pranzo.
Me indica que pase al comedor.
─Gracias.
─Questo è il tuo tavolo e questo è il menu.
Lo miro, pero no entiendo nada, viene en finlandés y creo que en inglés, pero me fijo en los dibujos y le señalo los espaguetis.
─ ¿Con burra?
─Quiero espaguetis.─Y le señalo otra vez la foto.
─ ¿Alla carbonara?
─Si, gracias
─Cosa metto da bere.
─No entiendo que es cosa metro.
Mmmm, me mira y hace el ademán de beber.
─Agua
─Acqua, perfetto.
El camarero me trae el agua y unas aceitunas mientras espero por los espaguetis. La música que oigo es italiana, se parece a la del restaurante de las góndolas. Y al fondo veo un cuadro de un señor de camiseta de rayas en una góndola con los turistas.
Me trae un plato con espaguetis, no están tan ricos como los de Paolo, pero me gustan mucho. Se lo digo a Ralf y él se sonríe.
Durante un momento he olvidado que estoy perdido en una gran ciudad y que no sé cómo volver a casa, el sabor de la comida me ha llevado a otro lugar que conozco.
Al salir a la calle todo en mi cabeza vuelve a cambiar, todo vuelve a ser distinto, desconocido...peligroso.
Sigo caminando sin rumbo entre personas que se alejan de mí al verme. Los edificios se transforman en casas y las casas en extensos prados que van creciendo a medida que mis pasos se alejan de la gran ciudad.
Los coches pasan a gran velocidad a mi lado y yo sigo caminando por caminos de tierra porque tengo miedo de que me atropellen.
A lo lejos veo un gran alce blanco que se va hacia el bosque, yo también me voy al bosque en busca de los trolls, me dijo Mari que si los tratas bien, ellos te ayudan. Yo necesito ayuda, necesito que me lleven con Mari.
La noche va cayendo y cada vez me interno más y más en el bosque siguiendo al alce. Es como si una voz en mi interior me dijera que esa es la forma de llegar a casa, como si me quitase el miedo que tengo en el cuerpo.
Siguiendo al alce me he alejado del sendero que va cerca de la carretera y no hay camino por el que transcurrir, por lo que mis manos van apartando una maleza que a mi paso vuelve a cubrirse tapando mis huellas.
La pradera se empieza a llenar de árboles, árboles que se transforma en bosque que se llena de penumbra y silencio, roto únicamente por mis pasos y el sonido de mi respiración.
Hoy el cielo está despejado y entre las hojas de los árboles puedo ver las estrellas en un fondo que se torna negro, nunca había visto tantas estrellas, ni tan cerca.
Ya hace un tiempo que no veo al alce y cansado de caminar me siento en una roca que hay en un claro. Tengo sed y hambre, pues la caminata me ha vuelto a abrir el apetito, pero … no tengo miedo, o eso es lo que yo me digo.
─Hola trolls, estoy perdido, ¿me podeis llevar a casa de Mari?
Lo digo en voz alta, pero no hay respuesta, solo se oye el ruido de los pájaros que están buscando su lugar para dormir, el ulular de algún búho lejano, también el rumor de un río que pasa cerca, pero ninguna respuesta, o sonido de los trolls.
Quiero permanecer despierto por si ellos llegan, pero el sueño me vence y acabo rendido sentado en la roca con la espalda apoyada en un tronco cercano.
La noche es caliente por lo que no he tenido frío. Me he despertado cuando un rayo de sol se coló entre las ramas y me dio en la cara. Empiezo a caminar en dirección al río para lavarme y si puedo beber un poco, pues tengo la boca seca, la sed empieza a quemarme la garganta.



#17258 en Otros

En el texto hay: cariño

Editado: 02.03.2021

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