Caminé en dirección a los baños para refrescarme un poco. Sentía la cabeza un poco abombada con tanto ruido durante el partido. Salí para dirigirme a unos bancos y esperar allí a Sam.
Después de un rato me sentí mejor, así que caminé en busca de mis hermanos. Pero, de repente, perdí el equilibrio al pisar una piedra y me caí. Sentí cómo una mano me tomaba de la cintura y me levantaba.
—¿Estás bien? —preguntó una voz que no reconocí.
Levanté la cabeza para verle: Era Gabriel.
—Sí, gracias. Tropecé al pisar una piedra. Soy un poco torpe —se le escapó una pequeña risa.
—Algo así ha dicho Fede. Si quieres, te acerco a un asiento mientras busco a tus hermanos —me dijo, mientras pasaba mi brazo por encima de su hombro, tomándome por la cintura.
Me acercó a una banca y me dejó allí, cuando escuchamos unos aplausos. Me giré para ver de qué se trataba y ahí estaba ella, nuevamente molestando.
—Así que no te bastó con acercarte a mi exnovio, ahora también vas por el de Marión —dijo Francis, acercándose a nosotros.
—¡Hey, Francis, no te pases! La estoy ayudando porque tuvo una caída. Además, no es asunto tuyo a quién ayudo. Tú métete en tus cosas y desaparece de aquí —Gabriel se notaba molesto, y lo demostró en la forma agresiva en que le respondió.
—Sí, será mejor que me vaya y no siga interrumpiendo —se dio la media vuelta y desapareció.
—¡Qué tipa más insufrible! Si no fuera porque es amiga de mi novia, ni le hablaba.
—Su problema es conmigo. Lo siento, no quería involucrarte —dije, bajando la cabeza. Me avergonzaba que esa chica hablara de mí como si fuera una cualquiera.
—¿Y por qué tendría problemas contigo? ¿Se conocen de antes? —preguntó Gabriel.
—La verdad, no. Es por su ex, Sebas. Ella se ha puesto celosa por nuestra amistad y se ha empeñado en molestarme.
—Siempre ha sido así. Cree que todo gira en torno a ella, y la realidad es que nadie la soporta. Por eso Marión no se aleja: por pena. A todo esto, ¿sabes por qué Sebas no vino? Pensé que jugaría hoy.
—No, la verdad no sabía que no vendría —me hizo ruido que los amigos de Sebastián no supieran por qué se había ausentado. Quería hablarle para saber si estaba bien, pero no tenía su número.
—Ahí vienen mis hermanos. Gracias por tu ayuda, Gabriel.
—No pasa nada. Espero que te sientas mejor de la pierna. Nos vemos.
Le guiñé un ojo en señal de agradecimiento.
A pesar de que era la primera vez que hablaba con Gabriel más allá de un saludo, era bastante simpático, aunque se notaba que era de carácter fuerte.
Durante la tarde me dediqué a estudiar para la prueba de matemática que tenía al día siguiente. La señorita Hoytt era bastante estricta, así que no quería cometer errores. Estaba muy cansada, pero no podía dormir pensando en Sebas y su ausencia. Recordé la primera vez que nos vimos: su linda sonrisa, la manera en que nos mirábamos y su cercanía al hablarme. No me di cuenta cuando me dormí.
Agradecí haber llegado temprano a la escuela; quería estar lista para dar mi examen. Cuando llegué a la sala, vi a Francis y Marión. Las ignoré y me fui a mi puesto.
—Hola, Joaquín. ¿Cómo estás hoy? —le dije mientras sacaba mi estuche.
—Hola, Charlotte. Bien, gracias. Espero que tú también estés bien, porque esas dos no han dejado de hablar de ti desde que llegaron —me dijo, mirando de reojo a las, por lo visto, nuevas enemigas.
¡Pff, lo que me faltaba! Parece que esa chica no se cansa de molestarme.
Seguí en mis cosas. No quería pensar en el problema que me causaría mi cercanía con Sebastián, y tampoco me importaba. Nosotros éramos libres de decidir con quién iniciar una amistad... o algo más. No le debíamos nada a esa loca de Francis.
—Buenos días, chicos. Espero que estén listos para el examen. Saquen sus lápices y guarden lo demás. Tendrán 20 minutos para contestar la prueba y luego seguiremos con otra actividad —explicó la maestra.
La señorita Hoyt era agradable a pesar de lo seria que se mostraba. Además, era aún joven y tenía su atractivo. El cabello rubio le llegaba hasta el pecho. Unos ojos almendrados color azul resaltaban en su piel blanca. Me preguntaba si tendría esposo... o quizás hijos.
Estaba en mi debate mental cuando la sentí poner la prueba sobre mi mesa, por lo que me puse a trabajar de inmediato en ella. Al cumplirse el tiempo, debí entregar la hoja y esperar las nuevas instrucciones. Estábamos en eso cuando tocaron la puerta. Era un estudiante que venía a buscar a la maestra.
—Chicos, el director me necesita un momento. Manténganse dentro de la sala y sin hacer desorden, por favor. Ya regreso —salió en compañía del chico del recado.
Mientras, nos pusimos a hablar con Joaquín, Iris y Jenny acerca del examen y qué respuestas habían dado. De repente oímos un alboroto al final de la sala. Era el grupo de Ruth, Francis y otras chicas que no ubicaba mucho. Caminaron en dirección a mí. Se pararon frente a mi mesa, cuando una chica de nombre Katherine me habló.
—Oye, nueva, ¿por qué estás molestando a Francis? ¿Acaso no sabes que ella lleva más tiempo que tú aquí? Y el tiempo se respeta.
Mi cara se mostraba inexpresiva. Su acusación me tomó completamente por sorpresa.
—A mí no me interesa quién lleva más tiempo. Deberías preocuparte de que tu amiga te hable con la verdad, porque yo a ella ni siquiera la miro. Es ella quien me molesta a mí —le dije desde mi asiento.
Sentí cómo todo el grupo me rodeaba. Las caras de mi grupo se mostraban asustadas y sorprendidas al mismo tiempo.
—Da lo mismo tus excusas. Nosotras no dejaremos que la molestes. Tú eres la nueva y no puedes venir a hablar mal de alguien que no conoces. ¿O piensas que nos pondremos en su contra solo porque tú lo dices?
—Me tiene sin cuidado si me creen o no. Pero es ella quien les está mintiendo, y ustedes cayeron en su juego —veía cómo murmuraban entre ellas.
La situación me tenía muy molesta y, a pesar de que ellas me superaban en número, no dejaría que me pasaran a llevar.