La Chica Nueva

CAPÍTULO 17

Después de terminar la clase de música, nos fuimos con Ruth y Andrew al casino. Había sido una clase bastante agradable. Resultó que Ruth, cuando niña, estaba en un coro y su padre le enseñó a tocar el ukelele. No parecía la chica que tuviera ese tipo de talento.

Llegamos al casino; poco a poco iban llegando los estudiantes, pero aún no estaba tan repleto. Andrew fue por una mesa mientras nosotras íbamos por comida. Era extraño pensar que Ruth no estuviera con su grupo de amigas. Algo debió pasar, pensé.

—Creo que tenemos suficiente comida como para un salón entero, ajajaja —dijo Ruth, y tenía razón; llevábamos una gran variedad de frutas, verduras y, en mi caso, añadí un budín de brócoli. ¡Mi favorito!

Cuando llegamos a la mesa, nos encontramos con Christian; se había sumado a nuestro grupo. Compartimos la comida mientras reíamos y hablábamos de la clase de música.

—¿Y el talento es una herencia familiar o tú no tocas ningún instrumento? —le pregunté a Chris, que estaba dándole un sorbo a su jugo.

—Así como herencia, no. Pero sí, yo toco la batería. Aunque prefiero el deporte por sobre la música.

Me parecía lógico, ya que pertenecía al equipo de fútbol de la escuela y era uno de los mejores defensas que tenía.

—¿Y tú, Charlie, tienes algún talento oculto? —me preguntó riendo.

—No sé si sea un talento, pero practiqué gimnasia artística de niña y soy cinturón azul en taekwondo.

—¡Wow! —los oí exclamar.

—Así que la chica problema es de temer, hermanito —dijo Andrew mientras apoyaba su mano en el hombro de Chris.

—Ahora entiendo por qué te enfrentaste con tanta seguridad a todas cuando Francis mintió sobre ti.

Ruth parecía sorprendida, pero sabía que mi confesión aclaraba algunas cosas.

—No es que me guste presumir o ir buscando pelea solo porque sé cómo defenderme. Pero practicar un arte marcial te da mucha seguridad. O por lo menos conmigo resulta de esa manera.

Siempre he pensado que la violencia no es la dirección correcta, pero si estoy en una situación donde me siento amenazada o mi integridad se ve expuesta, no dudaría en acudir a lo que sé.

Al poco rato, sonó el timbre para volver a la última clase del día. Regularmente, las escuelas enseñan inglés como asignatura obligatoria, pero en mi escuela daban la opción de elegir entre inglés y portugués. Yo había optado por este último, ya que con mi familia habíamos viajado un par de veces a Brasil a visitar a nuestros parientes que viven allá. Además, el inglés ya lo manejaba, por lo menos a nivel intermedio.

La clase de portugués era una de mis favoritas. Todo en torno a Brasil me gustaba: desde su música, sus envidiables paisajes con un verde tan intenso que parecía irreal, y por supuesto, sus cálidas playas. Aprender más palabras en portugués me trasladaba a ese paraíso y, más que una clase, se volvía una conexión personal con mi herencia.

No me di cuenta cuando sonó el timbre de término de clases. Guardé mis cuadernos y me despedí de la maestra.

Até amanhã, Dona Thais.

Tenha uma boa tarde, Charlotte.

Me encantaba practicar lo más posible.

Salí para buscar a Sam, pero recordé que se había ido antes; tenía cita con el médico. Y Fede se quedaba a entrenamiento de fútbol. Así que caminé hasta la puerta principal.

De repente, sentí que alguien, por la espalda, me tomaba de la cintura y me atraía hacia su cuerpo.

—Hola, preciosa, ¿te estabas escapando de mí? —me susurró Seba al oído.

Me sorprendió la forma en que se había acercado a mí, pero cada vez me familiarizaba más con sus muestras de afecto. Era un chico cariñoso, y eso me gustaba. Me hacía sentir importante.

—No, ¿Cómo crees? —le dije mientras me volteaba a verlo—. No podría plantar al chico más guapo de la escuela —dije mientras me mordía el labio inferior para no reír.

Sebas abrió la boca a modo de sorpresa.

—¿En serio te parezco el más guapo? —me preguntó mientras me tomaba de la cintura y me acercaba a él.

—Claro. De hecho, tienes un parecido a un famoso —le susurré al oído y me solté de su agarre para caminar.

Dio unos pasos hasta alcanzarme.

—¿Así que solo te parezco guapo por parecerme a un famoso?

Noté que lo preguntaba con un tono de desilusión en su voz.

—Por el contrario. Creo que parecerte no ayuda mucho.

Me causaba gracia lo confundido que se veía con cada respuesta mía.

—¿Y a quién se supone que me parezco? —enarcó una ceja a modo de interrogatorio.

—No lo quieres saber —le solté mientras me reía para mí.

—Charlotte, puedes decírmelo. Juro que no te ignoraré luego de saber a qué apuesto famoso me parezco —dijo caminando cancheramente.

—Ok, tú lo pediste... Te pareces a... ¡Cuasimodo! —dije volteando para ponerme en marcha.

—¡Charlie! —dijo entrecerrando los ojos—. ¿A qué Cuasimodo te refieres, precisamente?

A esa altura, yo ya le llevaba unos metros por delante.

—¡Al de Notre Dame! —grité riendo, mientras me echaba a correr.

Rápidamente fui alcanzada por Sebastián, quien me acorraló contra un muro.

—Charlotte Martin, no pensé que quisieras morir tan joven.

No pude evitar reír a carcajadas luego de escucharlo. Él me miraba serio, pero en el fondo quería reír tanto como yo.

—No merezco morir por una simple bromita —dije mientras trataba de recobrar el aliento.

—¿Algo que quieras decir antes de morir?

—Que sea rápido, no quiero sufrir —le dije con cara de bebé a punto de llorar.

Movió su cabeza asintiendo. Cerré los ojos y esperé mi muerte. De repente, sentí algo en mi mano. Abrí los ojos y vi que Sebas había puesto algo en ella. Era una pulsera; llevaba cuentas de colores y en el centro tenía unos dijes cuadrados donde se leía "Sebastián".

Lo miré extrañada...

—La hice para ti. Me gustaría que la llevaras puesta, si es que no te molesta, claro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.