Me acerqué a la puerta para tocar, pero esta estaba junta y se abrió al roce de mi mano. Esperé para entrar.
—¿Cuándo podré irme a casa? —oí la voz de Sebas preguntar.
—Dentro de unos días, muchacho. Cuando descartemos que no tengas nada grave —me acongojé al oír lo que decía una voz masculina y madura. Asumí que era la del médico. Como ya habían notado la puerta abierta, no tuve más remedio que entrar en la pequeña sala. Cuando Sebastián me vio, me regaló una enorme sonrisa, y yo no pude evitar devolvérsela. Supongo que el médico lo notó, porque le dejó algunas indicaciones y se marchó.
—Charlie, no esperaba verte aquí... Me has tomado completamente por sorpresa —dijo mientras se levantaba de la cama para quedar sentado.
—Esperaba no ser imprudente al venir sin avisar, pero quería verte —bajé la cabeza mientras hablaba, esperando que no notara cómo me ruborizaba.
—No, claro que no. Has sido, por lejos, lo mejor que he visto hoy. ¿Es en serio lo de querer verme? —notaba cierta distancia en la forma en que Sebas me miraba. Había algo distinto en él, pero supuse que se debía a lo desgastante y aburrido que era pasar días en el hospital.
—Ayer te fuiste y no supe nada más de ti. ¿Estás bien? —pregunté.
—Mmm, podría decirse que sí. Ayer, al final de la clase, me sentí débil, perdí el equilibrio y me desplomé. Menos mal volví de inmediato. Pero tuve que dejar que me examinaran. Creo que hay algunos resultados un poco malos, pero nada de qué preocuparse. Es cosa de días para estar en casa de nuevo.
Me preocupé por lo que me contaba, pero le sonreí para darle algo de ánimo. Me acerqué a su cama y le acaricié el cabello. A cambio, él me tomó por la cintura y lo vi acercar su nariz a mi cabello para impregnarse de su olor.
—Extrañaba sentir tu aroma, tenerte cerca y poder ver esa carita tan linda que tienes.
Era gracioso pensar que, hasta en situaciones como esta, Sebas no perdía su humor y encanto.
—Vas a tener que acostumbrarte entonces, porque mientras estés aquí te visitaré a diario y no quiero un no por respuesta —le dije mientras besaba su frente.
Posó su mano en mi mentón y dirigió mi cara hacia arriba. Hasta sentado en la cama seguía siendo más alto que yo.
—Mi mejor medicina sería verte cada día, mi Charlie.
Me entregó esa mirada tan cómplice, tan suya y tan llena de amor, que no pude evitar besarlo. Al parecer era cierto que me había extrañado, porque me besó con tanta intensidad, como si mis besos tuvieran la cura a lo que le aquejaba.
Pasamos gran parte de la tarde entre risas, bromas y caricias. Me gustaba verlo sonreír; me llenaba de alegría. A pesar de no ser novios, sentía que él me quería y yo a él. ¿Cómo podría no quererlo?
Nos hubiéramos quedado así el resto del día, si no nos hubiera sacado de nuestra burbuja de amor un golpe en la puerta. Eran Fede, Gabriel, Chris, Andrew y otros chicos. Sentí que era momento de darles privacidad e irme.
—Vendré mañana por la tarde si quieres —le susurré.
—Te estaré esperando aquí mismo, preciosa —me respondió al oído mientras me besaba la mejilla.
No pude evitar ponerme roja de la vergüenza, y sé que ellos lo notaron. Me despedí con un movimiento de mano y salí sin mirar a nadie. No sabía cómo reaccionar a las muestras de afecto en público de Sebas. Nunca lograba responderle de la misma manera; siempre me provocaba un poco de miedo y vergüenza. Yo no solía ser una persona cariñosa, menos en el plano amoroso, donde no tenía experiencia alguna.
A pesar de no saber cuál era el diagnóstico de Sebastián, me quedé más tranquila de verlo bien. Por lo menos, físicamente... No sé por qué me sentía tan agotada, así que llegué a mi cuarto y me dejé caer en la cama.
Estaba recostada en ella con los audífonos puestos, cuando sentí vibrar mi celular. Era Sebas:
"No imaginas cuánto deseo que sea mañana, para volver a verte... Me alegraste el día y ahora sonrío como estúpido cada vez que pienso en ti. Descansa. Te quiero, Sebas."
¿QUÉ? ¿ME QUIERE? NO-ME-LO-CREO. ¿Habrá un día en que deje de sorprenderme con sus declaraciones? Sentía cómo mi corazón latía rápido y fuerte. Mi respiración se agitaba y mi boca se secaba.
Sebas me volverá loca de tanto amor—pensé.
Me sentía feliz, querida, deseada... pero me asustaba. ¿Y si solo lo dice para hacerme sentir bien? ¿O quizás luego conocía a alguien más que realmente le gustara? ¿Qué haré con lo que estoy sintiendo por él? ¿Será que de verdad me gusta o solo me confunde que alguien me preste atención?
¡Ay! Odiaba no encontrar las respuestas a todo lo que daba vueltas por mi cabeza. Respiré profundo para calmarme y caí en la cuenta de que no había respondido a su mensaje. Una confesión así no puede dejarse pasar sin dar una respuesta.
Me senté a escribir:
"También deseo mucho verte de nuevo. Eres increíble, Seba... Cada día me sorprendes más con tus ocurrencias. Y también te quiero =). Besos, tu Charlie."
Dudé si enviarlo o no, pero ya no podía mentirme más a mí misma con lo que sentía por Sebastián. Así que sin darle más vueltas, le di ENVIAR. No recibí respuesta, pero lo agradecí. Hablar mucho de mis sentimientos no se me daba bien y me ponía ansiosa.
Estaba por dormirme cuando sentí a alguien entrar. Era Sam.
—¿Cómo estás? Viviendo en la misma casa y casi no te veo, mujer —me dijo mientras se acomodaba a los pies de mi cama.
—Sí, ha sido una semana un poco ocupada —respondí, resoplando.
—Y hoy te tocó hacer de enfermera, ¿verdad? —dijo, burlándose de mí.
Sam siempre me hacía reír con sus formas de expresarse. Si bien me ponía incómoda, había demasiada confianza entre nosotras como para molestarnos. Traté de contestarle, pero no logré formular ni una palabra; nos miramos y reímos juntas. Me gustaba la complicidad que teníamos, de poder desahogarnos con la otra, sin sentirnos juzgadas o avergonzadas.