La Chica Nueva

CAPÍTULO 24

—Con Sebas somos... —me interrumpí al oír voces en la puerta. Era Sebas y su madre.

—Te respondo luego —le susurré mientras le guiñaba un ojo.

Él solo se encogió de hombros.
—Ya viene el médico para darme el alta —me puso al tanto Sebastián.

Asentí con la cabeza. Pude notar cómo su madre me miraba con alegría en los ojos, y me gustaba cómo eso me hacía sentir. Casi al instante, entró el médico: un hombre joven, alto y atractivo.

—Por fin tenemos los resultados... Está todo en orden. Te dejaré un medicamento para evitar la anemia post operación. Para la fecha, ¿tienen disponibilidad el jueves de la próxima semana? Aprovechando que se acercan las vacaciones de invierno, quizás alguien puede dedicar esos días a su cuidado.

—¿Tan pronto? —dijo Sebas con algo de miedo.
El médico sonrió ante su expresión, pero lo calmó.

—Sí, muchacho, mientras antes, mejor. El tumor es benigno, pero de todas formas es mejor sacarlo y evitarnos problemas futuros.

—Entonces que sea el próximo jueves. Coordinaré todo para ese día —sentenció Katherine.

—Ok. Mi secretaria estará contactándolos para indicarles la preparación y lo necesario para ese día. Cualquier consulta, no duden en llamarme. ¡Suerte, muchacho! —se dio la vuelta y se fue.

Salimos los cuatro camino a la casa de Sebas. Su casa quedaba relativamente cerca del hospital, en una zona costera donde se levantaban villas de casas de estilo playero.
Nos bajamos del auto de Katherine y ayudé a Sebas a subir la escalera a la terraza principal. Era una casa realmente linda. Tenía un hermoso y amplio antejardín que, en vez de tierra, tenía arena, lo que lo hacía aún más playero. No imaginaba que en esta pequeña ciudad, y tan cerca de mi casa, existiera un lugar que transmitiera tanta paz.

Llegamos al living y senté a Sebastián en el sofá.

—Chicos, les prepararé algo de comer —gritó Katherine mientras entraba a la cocina.

El pequeño Robert se escabulló por la casa.

—Así que es un tumor lo que tienes... No me esperaba eso —le confesé a Sebas.

—Tranquila, mi Charlie, es parte de la vida de un futbolista estrella como yo —soltó antes de reír fuerte.

—Siempre estamos propensos a golpes, así que es esperable fracturas, moretones, etc. —y me volvió a regalar su sonrisa, esa tan linda que tiene y que me da tanta tranquilidad.

—Sebas, quería hacerte una pregunta...

—Adelante, te escucho.

—No es muy fácil de hacer —dije con la voz entrecortada. Mis manos empezaban a sudar y me asustaba ponerme como tomate. Pero me armé de valentía, tomé aire y lo solté:

—Sebas, me preguntaba si tú... —Ay, no podía dejar de titubear, estaba tan nerviosa, pero al mismo tiempo sentía que era el momento indicado, así que continué—: ¿Quisieras ser mi novio?

Solté el aire contenido. Ya estaba hecho, lo dije y ya no había vuelta atrás. Sebas no emitía ningún sonido ni había expresión en su cara.
¿Será que me adelanté mucho y para él esto no era tan serio? No debí decir nada, él saliendo del hospital y yo con mis pendejadas haciendo preguntas fuera de lugar. Mi cabeza era un caos.

—Charlotte... Tú siempre tan impredecible y llena de sorpresas... Yo, mmm, no sé bien qué responder...

Ay, ahora sí que metí las patas. No debí haber preguntado nada. Era obvio que él no tenía la intención de formalizar nada y yo siempre hablando de más. ¡Qué idiota, Charlotte Martín!

—Pero sería el hombre más estúpido si no acepto tenerte a ti de novia. Obvio que quiero ser tu novio, aunque me hubiera gustado pedírtelo yo.

Su semblante ahora era de felicidad. Me acarició la mejilla con su mano, llena de calidez. Con la otra mano, acomodó el cabello que tenía en la cara y, con la sutileza de siempre, acercó sus labios a los míos. Me besó con intensidad, como si extrañara hacerlo.
Sus besos siempre eran tiernos y llenos de amor, y me gustaba eso: que no fuera solo deseo sexual.

Sebas no dejaba de mirarme y sonreír, lo que me ponía muy nerviosa, porque estábamos en la mesa con su madre y su hermano.

—¿Qué estás tramando, Sebastián, que te ríes solo? —le preguntó su madre.

—Nada, Kathy. Solo que no tengo motivos para no sonreír. Estoy en casa, los tengo a ustedes y a mi novia a mi lado. ¿Necesito algo más para ser feliz?

Y sí, ya me puse como tomate.

Katherine se echó a reír, mientras yo me inclinaba hacia Robert Jr. y le decía:

—Espero que eso responda a tu pregunta.

Me sentí muy acogida por Katherine; parece que a ella le gustaba tanto o más la idea de que fuéramos novios con Sebastián. Intenté estar con él lo más posible. Ya mañana volvía a clases y se me haría difícil visitarlo con frecuencia.
Vimos una serie, jugamos y, por último, le leí, lo que hizo que se relajara y se durmiera. Ahí aproveché para despedirme de Kathy e irme a mi casa.

—¿Te llevo, linda? —me preguntó desde la cocina.

—No se preocupe, el bus pasa en la esquina. Gracias —le respondí mientras le hacía un gesto de despedida con la mano.

El viaje no duró mucho, lo suficiente para pensar en que ya no tenía cómo ocultar mi relación con Sebastián. Así que hice lo obvio...

Entré a casa y encontré a mis hermanos y a mamá sentados en el sofá. Me miraron extrañados. Sin darle más vueltas al asunto, hablé:

—Antes que lo sepan por alguien más, prefiero decírselos yo... Con Sebastián somos novios. Se lo pedí yo. Así que ya no son necesarias sus bromas.

Fingí seriedad, pero en el fondo me mataba la vergüenza y las ganas de reír por sus caras. Sí, sé que tampoco soy la mejor dando noticias; la paciencia y delicadeza no eran lo mío. Pero por lo menos el tema ya estaba zanjado, y esperaba que no hubieran preguntas... aunque sé que las habrá.

*****

Ay... ¿Quién más gritó en silencio cuando Charlie le pidió pololeo a Sebas? 😭
Hay momentos que marcan un antes y un después, y este fue uno de ellos. A veces no hace falta una escena de película para sentir que algo es especial. Solo bastan dos personas, una pregunta valiente y una respuesta que te deje temblando el corazón.




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