La Chica Nueva

CAPÍTULO 26

Apenas sonó la campana de salida, nos fuimos en dirección al centro comercial. No habíamos llegado aún a la esquina cuando sentí que Jenny me jalaba del brazo. La miré extrañada y seguí la dirección de sus ojos.
Con jeans negros y una polera celeste que resaltaba sus ojos, estaba Sebastián, apoyado, cual modelo, en el marco de una puerta.
Sonreí automáticamente y me acerqué a él.

—Luego nos alcanzas, Charlie —me dijo Joaquín, saludando con un movimiento de cabeza a Sebas.

Me acerqué, aún sorprendida de verlo, ya que debía estar descansando en su casa y no esperándome fuera de la escuela.

—Sebastián, qué sorpresa verte aquí... Pensé que estarías en tu casa... —titubeé.

—Lo sé. Pero no tengo prohibido salir y tenía muchas ganas de verte —se acercó a mí y, como ya era habitual, me acarició la mejilla y me besó.

Le sonreí como una boba.

—Pensé en escribirte, pero justo nos llamaron al escenario. Nos fue genial, así que invité a los chicos a celebrar al centro comercial. Supongo que vienes con nosotros, ¿cierto? —lo miré levantando una ceja.

—Por supuesto, preciosa. No me perdería pasar tiempo contigo —me envolvió con sus brazos y caminamos así un rato.

Hablamos de lo aburrido que era estar en casa y de que aún faltaba la recuperación después de la cirugía.

No llevábamos mucho caminando cuando alcanzamos a los chicos.
Sebas los puso al tanto de la operación, así que le dieron ánimo.

—Lo peor de todo es que me perderé el final de semestre y poder compartir con mi Charlie en la escuela —dijo Sebas mientras me miraba.

—¿Tu Charlie? —Ingrid le lanzó una mirada curiosa. Sí, a ella le encantaba ponerme en aprietos, pero no podía molestarme con ella.

—No lo digo porque me sienta su "dueño", es solo una expresión de cariño hacia mi novia —vi abrirse la boca de los tres de golpe y no pude evitar reír.

—¿Qué? ¡Pero Charlotte, no nos habías dicho nada! —me regañó Jenny.

—Es reciente, chicos. Quería poder acostumbrarme a la idea antes de contarlo —hice un puchero a modo de disculpa.

No dejaron de bombardearnos con preguntas, pero siempre con respeto. Sebastián y yo les respondíamos y, a ratos, les tomábamos el pelo con alguna respuesta.
Llegamos al centro comercial muy rápidamente. Nos dirigimos a un local que, según Joaquín, tenía el mejor sushi de toda la ciudad. Le creímos e hicimos el pedido.
Y tenía razón: estaba exquisito.
Yo no solía ser muy fan del sushi, pero después de probar estos, sin duda sería su clienta más fiel...

Disfrutaba ver a mis amigos contentos, hablando y riendo entre sí.
Nunca había imaginado que podría conocer personas tan simpáticas y cariñosas al llegar a esta escuela, pero agradecí tenerlos en mi vida.

Sebas me sacó de mis pensamientos.

—Preciosa, ya que voy a estar un tiempo en reposo, pensé que quizás podríamos ir al cine luego. ¿Te parece? Recuerda que aún me debes una cita —lo había olvidado por completo.

—Sí, por mí está bien. Esperemos que los chicos se vayan y podemos ir al cine.

Estuvimos más tiempo del que imaginé hablando con los chicos. Luego fuimos a unos juegos mecánicos e hicimos competencias individuales y en pareja.
Ahora entendí por qué mis amigos sacaban mejores notas en clases de conocimiento que en deportes: Sebas les ganó en todo... Perdón, nos ganó. Jajajaja.
Pero eso no era lo importante, sino el haber disfrutado todos juntos.

Despedimos a los demás y le hablé a mi madre para avisarle que llegaría más tarde a casa.

—No hay problema, cariño. Cuídate. Ah, y dale mis saludos a mi yerno 😊.

Ay, mi madre nunca dejaría de hacerme bromas con Seba.
Ella se lo toma mejor que yo... y me gustaba. Pero me hacía sentir extraña.

Dejé que Sebas eligiera la película. Yo no era muy buena para el cine, así que aceptaba lo que él escogiera. Optó por una que se basaba en la biografía de un piloto de automovilismo.
Decidimos no pedir nada para comer, ya que habíamos comido demasiado sushi. No nos cabía nada más en el estómago, así que solo pedimos unas gaseosas y entramos a ver la película.

Al principio no me llamó la atención; no era muy de mi gusto eso de las carreras de autos. Pero, después de un rato, me enganché. Estaba muy bien hecha, y en realidad sentí la emoción de quienes son fans de ese tipo de deporte.

Miraba a Sebas y lo veía tan entretenido, que me emocionaba pensar que había tenido que esperar tanto para que él llegara a mi vida. Pero estoy convencida de que todo pasa por algo, y que todo se da por algo. Este era el momento en que nos tocaba encontrarnos.

Él se dio cuenta de que lo miraba, tomó mi mano y la besó. Me encantaba sentir esa cercanía y el calor que siempre me daba.
Lo miré y le besé el rostro.
Él me envolvió con sus brazos, los posó sobre mis hombros y así terminamos de ver la película, abrazados.

Al salir del cine ya estaba un poco oscuro, por lo que decidimos irnos en bus hacia nuestras casas. No queríamos arriesgarnos caminando por la noche, y además, no podía demorarme más: ya estaba muy atrasada para ordenar mis cosas para el día siguiente.
Así que nos fuimos a la parada y tomamos el siguiente bus.

—Y mi Charlie, ¿Qué te pareció la película? —me preguntó, ansioso por mi respuesta.

—Bien. Para ser la primera vez que veo este tipo de películas, la verdad es que me gustó mucho. Me atrapó la emoción de la competencia, el saber que todo puede pasar, que nada está dicho hasta el final... hasta cruzar la meta.
Pero lo que más me gustó fue compartir tiempo contigo. No pensé que hoy vendrías a buscarme; no esperaba verte, pero me alegraste la tarde.
Sé que no ha pasado mucho desde la última vez que nos vimos, pero se me ha hecho muy difícil pasar estos días sin ti. Necesitaba verte.

Me tomó por la cintura y me besó por mucho rato.
O quizás fui yo quien sintió el momento eterno.
Una luz a lo lejos nos hizo separarnos: era el bus que se acercaba. Esperamos a que llegara a la parada y subimos.




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