No consigo mantenerla y me empiezo a reír como si la vida me fuera en ello.
— Lo... Lo siento.— digo intentando parar de reír.
Lily me hace señas para que pare de reír y al final lo consigo. Con mucho trabajo de mi parte, claro está.
— ¿Qué quieres Wale?— ¡WALE! Ese es su nombre.
— Quería ver como estaba tu nueva compañera.— dice con un poco de ironía en su voz.
— Vale. Ya la has visto. Adi....— no termina de cerrar la puerta porque él pone el pie y Lily no termina la frase.— os...— la termina.
— Esto.— señala su cara y todo su cuerpo.— Me lo vas a pagar.
— Lo siento pero no tengo dinero.— curvo mi labio hacia un lado y levanto mis hombros.
— No me refiero al dinero. Y lo sabes.— apunta con su dedo en mi dirección.
Me señalo y junto mis cejas. Pronuncio un "¿yo?" y niego con la cabeza.— Y lo sabes.— digo bajando y subiendo la cabeza repetidas veces.
Se da la vuelta cabreado y sale echando humo. Cuándo Lily cierra la puerta, las dos empezamos a reírnos.
El vomito que llegó a parar a él, no fue mi intención. Yo solo tenía ganas de vomitar y lo hice. Él fue el que se interpuso entre mi boca y el vomito. Yo no tengo la culpa de eso.
— No deberías haber echo eso.— dice parando de reír.
— ¿Por?— levanto una ceja y espero a que siga hablando.
— Es muy vengativo. Si le haces algo, él busca la manera para devolverte la jugada, haya sido con mala o buena intención.— abro mi boca en forma de 'o' y pongo mis manos dramáticamente en mi cara.
— No me da miedo. Puedo hacer que su vida se hunda más de lo que está. Incluso si quiero ahora mismo. Claro que todavía no me ha dado motivos. Cuándo me los dé, se la arruinaré.
Inconscientemente doy un bostezo y me doy cuenta que en verdad sí tengo sueño.
Lily se da cuenta de mis intenciones y también se mete bajo las sabanas. Apagamos la luz y nos adentramos en un profundo sueño, no sin antes pensar en blanco.
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El puto despertador suena y yo meto la cabeza debajo de la almohada. No me gusta nada despertarme temprano. NA.DA.
Lily apaga el despertador y abre las cortinas. Yo gruño bajo la almohada y saco la cabeza frustrada.
— ¿Qué hora es?— pregunto con los párpados pegados y un aliento que alimenta.
— Las seis.— dice restregándose los ojos. Mi mandíbula casi se cae al escucharla.
— ¿A qué hora empiezan las clases?
— A las siete.— doy una fuerte palmada en mi frente y me tiro con toda la fuerza del mundo encima de la cama. Doy unos botes y casi caigo al suelo.
A Lily se le escapa una pequeña risa, pero yo no le digo nada. Cojo lo primero que veo del cajón y me lo pongo rápido. Lo único que me pongo es el rímel y ya estoy lista.
Miro a Lily y todavía se estaba vistiendo. Me la quedo mirando y ella se da cuenta. Me da una tímida sonrisa y sigue a lo suyo. Una vez terminamos subimos las escaleras junto a algunos más.
Una puerta se encuentra abierta y todos entran. Lily y yo no nos quedamos atrás y también entramos. Nos sentamos en los asiento de en medio y esperamos a que llegue el profesor.
No sabía ni que materias daríamos, ni quienes eran los profesores, ni quienes eran mis compañeros. En resumen; no sabía nada.
Subo la mirada y veo a Wale entrando por la puerta. Se sienta en los últimos asientos y segundos después entra el chico que me ayudó en el comedor, que aún no sabía su nombre.
Miro a Lily y noto que mira al chico. Él le da una fugaz mirada y también se sienta en los asientos del final. Vuelvo a mirar a Lily y noto que está un poco sonrojada.
— ¡Te pillé!— pongo la mano en mi boca al darme cuenta que había gritado demasiado fuerte. Ella me mira más sonrojada aún y baja la mirada.— Perdón. No fue mi intención.
— No pasa nada.— el profesor entra por la puerta y todo el mundo se sienta, el último en llegar es el de pelos rizados.
¿Cómo no? Los tres han tenido que caer en mi misma clase. ¿Para qué? Para tener que verles las caras cada puto día...
El profesor se sienta en su asiento y abre su libro.
— Abran sus libros por la pagina cien.— me acuerdo que yo no tengo libros y Lily comparte el suyo conmigo.
Al abrir el libro me doy cuenta que es matemáticas. Doy un pequeño suspiro pero el profesor se da cuenta.
— ¿Pasa algo señorita Farmiga?— pregunta haciendo una extraña mueca.
— No. Y no me diga Farmiga. Ese no es mi nombre.— apreto mi mandíbula.
— Claro que no es su nombre, pero es su apellido. Salga a la pizarra.— yo levanto mis cejas y lo miro mal.