La chica virgen #1

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Kyle

 

Luego de cuatro días de ocultarme para pasar desapercibida al fin pude notar que el tema de conversación en los pasillos ya no era sobre mí, ni sobre mi virginidad, poco a poco los mensajes habían dejado de llegar, librándome de malos ratos y vergüenzas constantes por las palabras poco éticas que utilizaban al escribirlos. En ese momento me encontraba caminando junto a Alina rumbo a la clase de literatura, sintiéndome mas normal que días anteriores, la paz estaba volviendo, aunque "paz" es un término relativo para lo que era mi vida, mis amigas estaban locas y mis padres un tanto obsesionados con la buena vida campestre, el hermano de mi mejor amiga tenía una manía con hacerme enojar y un chico malo estaba tras mi gran V, viéndola como una meta a completar.

Alina había estado hablando sobre su nuevo auto desde que nos habíamos cruzado en el estacionamiento ese día... y ya estábamos en el segundo bloque, me hastiaba un poco el tema pero me gustaba verla feliz, aunque en realidad Alina siempre era feliz, en cada momento de la vida podía encontrar alguna razón para sonreír, la admiraba por eso.

—Huele muy bien, tiene ese olor a auto nuevo y limpio que me vuelve loca, ¡Encima es rojo! ¿Ya lo mencioné? —Y claro que lo había mencionado, ya habíamos pasado la fase "las luces son muy brillantes, como yo", "es de un rojo vivo, no como esos rojos opacos que te dan sensación de que lo pintaron con sangre seca" y  cómo olvidar al "es tan suave, no tiene ningún tipo de imperfección"— ¡Oh por Dios! Es que aún no me lo creo, tres años rogando por uno ¡Y al fin cedieron! —chilló con mas intensidad obligándome a cerrar los ojos, su voz resultaba ensordecedoramente irritante algunas veces, si no la amara tanto la habría mandado a callar hacía mucho tiempo. Con el tiempo logré llegar a acostumbrarme a su tan especial tono de voz. Cuando éramos pequeñas, con pena admito, la ignoraba y me escondía de ella para no tener que hablarle, siempre que su madre iba a casa con ella y su hermano corría a mi cuarto o a mi "ultra secreta casa del árbol". Es que si ahora era charlatana, no pueden imaginarse lo que era cuando niña, con sus dudas sobre todos los sucesos de la humanidad... aunque realmente eso no cambió demasiado, solo que ahora en vez de preguntar "¿De dónde salen los bebés?" prefería inmiscuirse en cualquier tema que se le presentase— Mi madre ha dicho que solo puedo usarlo para venir al instituto, pero —ríe— solo ella piensa que voy a usarlo solo para eso, me verás más seguido en tu casa querida B —murmuró con extrema felicidad, lanzando sus brazos por encima de mis hombros por lo que tuve que agacharme un poco, ella era tan chiquita que yo con mi metro sesenta y tres le ganaba en altura, me sentía la torre Eiffel cerca de mi querida morenita. Estuve feliz junto a ella al oír sus palabras, Alina pocas veces podía ir a mi casa por su cuenta dado que esta quedaba fuera de la urbanización al ser una gran casona con grandes terrenos que ni yo terminaba de recorrer, no podía decir que era una granja pero si teníamos muchos animales y siempre tenía que depender de un tercero para poder trasladarse, pero con ella teniendo auto no dudaba en que la tendría en mi casa más veces de las que desearía.

Sonreí al verla tan feliz, nunca la había visto tan radiante desde que Chase Daniels la había invitadi a salir en séptimo de primaria. Ese chico fue, es y será solo un amor platónico para mi amiga ya que la cita no había salido muy bien y el no volvió a llamarla.

—¡Tendremos una pijamada! —canté con el suficiente entusiasmo como para que ella chillara e hiciera papilla a mis tímpanos.

—¡Ya quiero que sea mañana!

...

—¿Me prestas tu pijama de Hello Kitty? —Preguntó mi hermana Brooklyn desde el umbral de la puerta de mi habitación. La miré con mala cara y ella rodó los ojos antes de volver a hablar— Mamá no lavó la ropa aún desde que llegue de Madrid ayer y sabes que no puedo dormir bien si no es con un pijama limpio —era mi turno de rodar los ojos. A pesar de tener veinte años Brook no sabía hacer nada referido al mantenimiento propio y de una casa, aún después de ser criada por Regina y George los si quieres un trabajo bien hecho hazlo tu mismo.

No podía imaginar el día que fuera madre, o simplente el día que se mudara sola.

—Existe algo que se llama lavarropas automático, metes tu ropa, pones jabón en polvo y lo enciendes —dije con sorna.

—Sabes que no se manejar esa cosa, la última vez mi pijama termino siendo un perfecto atuendo para un bebe —lloriqueó curvando su labio inferior en una mueca que pretendía ser tierna pero que daba mas gracia que otra cosa.

Reí ante el recuerdo y asentí derrotada—Está en mi armario —le indiqué y ella dio saltos de felicidad hasta llegar a este en busca del pijama—. No lo manches con ningún tipo de tinta, ni de comida, ni nada que sea permanente —grité viéndola abandonar la habitación.

—¡Claro!

Mis pijamas eran mi tesoro mas preciado, tenía miles y de todo tipo aunque mis favoritos siempre habían sido unos de gatitos porque simplemente los gatos eran los seres mas adorables sobre la tierra, los amaba, pero extrañamente eran el único animal doméstico que no poseía. Dejé de pensar en lo lindos y adorables que eran los gatos en cuanto mi celular comenzó a vibrar, lo tomé despreocupada pensando que podrían ser Ali o Jane pero era un número desconocido. Cerré mis ojos rogándole a Dios que no fuera otro chico tonto pidiéndome un revolcón.

Pero si lo era, y vaya qué chico.

Hey Becky, ¿quieres salir mañana en la noche? Ya sabes tu y yo, solos. -Kyle Leblanc

En sus palabras podía sentir el doble sentido emanando con fuerza de cada letra pero realmente no me importaba. Kyle me había invitado a salir ¡Kyle Leblanc! Dios sabe cuánto había estado babeando por él desde que había entrado al instituto siendo un chico que sobresalía, y en ese entonces también lo hacía, por su gran atractivo físico y su simpatía con todo el mundo, de verdad él era todo simpatía y cara bonita, se podía decir que era una especie de chico perfecto.




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