La chica virgen #1

34-Final

La chica virgen

Caminé siguiendo un sendero de pétalos de rosas, Christian y yo llevabamos dos meses de noviazgo, ese día era nuestro cumple mes y él quería darme una sorpresa. No había estado conmigo en todo el día, lo que me habia frustrado por completo ya que quería pasar cada segundo de ese día con él a mi lado, ya era difinitivo me había convertido en una chica cursi y empalagosa, aunque no podía perder mi toque de maldad y dificultad por nada del mundo. Ni un chico ni nadie podía sacarme la terquedad, era como era y que me quisieran así o que se fueran por dónde habían llegado.

Seguí caminando por lo que parecía una eternidad hasta que al fin logré vislumbrar una pequeña casita luminosa a lo lejos, acelere mi paso para poder llegar más rápido, estaba de más decir que estaba totalmente emocionada por la supuesta sorpresa y es que si bien habíamos hecho muchas cosas típicas de parejas como ir a citas y comprarnos dulces, nunca nos habíamos hecho algo realmente grande. La luz cada vez alumbraba con más intensidad y la casa cada vez se veía más grande, al llegar finalmente me puse a observar el lugar en busca de Christian, la casa o mejor dicho cabaña estaba decorada con miles de lucecitas parecidas a las que se usan en navidad, también tenía muchos pétalos de rosas tanto rojas como blancas, la puerta tenía un gran corazón dibujado en el medio y habían muchas tiritas de colores colgando del techo logrando un efecto desconcertante que te hacía tener tu vista fija en ellos tratando de descifrar cuando comenzaba un color y cuando terminaba otro. Unos pasos hacieron que dejara mi inspección al lugar y moviera mi vista hacia un lindo chico con un traje y una flor de color violeta en sus manos, no rosas, no margaritas ni tulipanes una simple flor violeta que nunca vi en mi vida pero que era realmente hermosa, Christian estaba con una sonrisa tierna plasmada en su bello rostro, cosa que me hacía queres suspirar, saltar a sus brazos y besarlo con fervor, pero debía mantenerme en control porque según Brook debía mantener mi maquillaje al menos unos minutos para que él pueda apreciar "mi belleza". Ninguno dijo nada, él se acercó a mí y me entregó la flor hermosa, la cuál tomé con gusto mientras sonreía como tonta enamorada. Tomó mi mano con lentitud y entrelazó nuestros dedos en un gesto tan intimo que se convirtió en algo ya normal para ambos pero que aún así me hacía sentir una corriente eléctrica recorriendo todo mi cuerpo en los momentos en que entrábamos en contacto.

—Te ves hermosa —murmuró con suavidad observándome de arriba a abajo.

Realmente me había esforzado mucho en ese atuendo, había ido de compras con las chicas y conseguido un perfecto vestido que acentuaba mis pocas pero aún así existentes curvas, era de un rojo pasión con un escote en la espalda y cerrado en el cuello en la parte de adelante, hacía ver a mis pechos más grandes de lo que en realidad eran, era corto pero no excesivamente. Decidí por fín usar tacones, más no muy altos para no quedar en ridículo al caer por causa de ellos.

—Y tú guapo como siempre —respondí con voz melosa.

—Ven.

Tiró de mi mano levemente haciendo que comenzara a caminar al mismo tiempo que él lo hizo, subimos los dos pequeños escalones que llevan a la entrada de la cabaña y él abrió la puerta revelando su interior. Entramos al lugar y realmente me sentí avergonzada por mi regalo -Un libro de fotos que iban desde nuestra infancia hasta ahora, llenos de corazones y frases nuestras-, porque eso realmente lo superaba, una mesa para dos personas servida y perfectamente ordenada, el cuarto lleno de velas rojas y blancas y al fondo una cama con una frase escrita, la cual no llegaba a leer desde dónde me encontraba. Un retorcijón se ubicó en mi estomago cuando vi la cama, imaginándome lo que iba a pasar esa noche.

—Preparé tu comida favorita, Lasaña —dijo algo tímido, me di cuenta que era por mi largo escrutinio en dirección a la cama sin disimulo alguno. Sonreí con ternura volviendo mi mirada a la mesa y esa vez eranyo la que lo empujaba para caminar hacia algún lugar, específicamente la mesa, moría de hambre.

Nos sentamos uno al lado del otro y de inmediato sentí el increíble olor de la lasaña invadiendo el lugar. Amaba esa comida con todo mi ser, sin tratar de aparentar más decencia comencé a comer con rapidez, vamos que seguía siendo Becky la nada femenina Torne debajo de ese vestido extrañamente cómodo. Voltee a ver a Christian que comía con moderación mientras que yo era todo lo contrario, cuándo nuestras miradas se conectaron lanzamos una carcajada.

—Tienes salsa —dijo sonriendo, se acercó a mi rostro y de inmediato me sentí atraída hacia él—, aquí —susurró mientras besa-limpiaba con sus labios el rastro de la supuesta salsa junto a mi boca— ,sabe más rico en ti —comentó sin despegar sus labios de mi piel, miré a sus ojos y sentí mi boca más seca de lo normal.

Giré más mi rostro de forma que sus labios quedaran prácticamente pegados a los míos, cerré los ojos lentamente y con un simple movimiento los uní finalmente, Christian comenzó a besarme de forma dulce y lenta mientras colocaba una de sus manos en mi mejilla, olvidé la comida y todo lo que tuviera que ver con la cena en el momento en que su lengua pasó por mi labio inferior incitándome a profundizar el beso, sin dudarlo entre abrí mis labios dejando que su lengua entrara a explorar llevando la mía a que comenzara una guerra de propiedad con la suya. Moví mis brazos que estaban a mis costados hasta su pecho apretando su camisa entre mis dedos, él pasóuna de sus manos por mi cintura y me incitó a ponernos de pie sin separar nuestras bocas en ningún momento obedeci a su demanda y me puse de pie junto a él. Pasó ambas manos por mi cintura bajando a mi trasero y con un leve apretón hizo que profiriera un leve gemido que se ahogó en su boca, gruño con satisfacción apretándome más a él y comenzó a caminar a ciegas, chocamos contra la cama pero antes de dejarme caer sobre ella dejó de besarme y algo desconcertada abrí mis ojos, me sonrió cariñosamente antes de girar mi cuerpo dejándome ver un te amo escrito con pétalos de rosas. Ahogue un chillido de sorpresa y llevé mis manos a mi boca sintiendo mis ojos aguarse, nunca nos habíamos dicho esas palabras, siempre habían sido te quieros o te adoro, pero te amo... nunca.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.