Valeria
El callejón estaba acordonado, no me hacía ni pizca de gracia que no nos dejaran acercarnos al cadáver de nuestro amigo. Pero a la pasma se le da de pena ocultar los cuerpos en esta ciudad, así que le pudimos ver perfectamente.
No podía dejar de mirarlo. A la vez quería arrancarme los ojos para borrar esa imagen de mi cerebro. Mateo y Hugo no se movían, tendrían que estar tan en shock como yo. Lucas fue el primero que rompió a llorar y a gritar, él es… demasiado sensible para este mundo.
“¿Qué es lo que ha pasado?”
Mateo había empezado a hablar con los polis como si fuese a conseguir alguna pista sobre algo. Volví a mirar el cuerpo de Elián que ya se estaban empezando a llevar. Me dí cuenta de algo que preferiría no haber sabido. Llevaba puesta esa sudadera.
…
No solíamos quedarnos hasta tan tarde hablando, y menos en el tejado de mi casa. Pero había estado unos días muy raro y no me aguantaba más.
“Vale, últimamente has estado de bajón, ya dime qué pasa.”
“No debería contártelo Val”
“Venga, dale, somos amigos”
“¿Amigos?, creo que es la primera vez que te escucho decirlo, ¿qué ha pasado con lo de bro, tío, colega…?” Se empezó a reír cuando me vió la cara de cabreo.
“Ay, ya, deja de marear la perdiz y suéltalo”
Se quedó callado por un rato hasta que lo soltó.
“Me están observando, persiguiendo.”
Le eché una mirada de que no me lo tragaba para nada.
“Te lo digo de verdad Val, siento que me vigilan”
Me dejé de tonterías y me puse seria cuando ví que no era de broma. No sabía qué hacer en ese momento, así que agarré mi sudadera azul y se la pasé. Se quedó rayado cuando se la dí.
“Así podrás ocultarte”
“Se te da de pena elegir ropa, menuda sudadera hortera.” Se empezó a reír de mí y yo me puse a insultarle, hasta que paró de reírse. “Gracias Val.”
Me giré para no verle. “Nada estúpido”
“¿Eres mi amiga o no? ¿en qué quedamos?”
“¡Sal de mi tejado y vete a dormir atontado, que mañana tenemos que actuar!”
Se rió y se fue con la sudadera puesta. Esa noche me quedé dándole vueltas a lo que me contó, pero Elián siempre había sido algo paranóico, así que no le dí más importancia. Quizá esa paranoia se debía a ese pasado que jamás nos contó a ninguno.
…
“Sí, estamos seguros, solo ha sido un asalto normal. Ahora si me disculpas, estamos de servicio.”
Al parecer Mateo se había calentado con la charla con la pasma y ahora estaba que echaba humo mientras corría detrás de los oficiales intentando sacarles más info.
“¿Para qué armar tanto lío?”
“Venga Hugo, no me digas que no lo viste venir.” Miré a Lucas, a ver cómo lo llevaba. “Venga, nos abrimos. Vamos a casa.”
Cogimos a Mateo de la oreja y nos lo llevamos a casa. Al día siguiente, después de que identificaran el cuerpo de Elián, fuimos al entierro, en el que para nuestra sorpresa solo acudimos nosotros cuatro y sus padres.
“Esto está muerto.” Luego me dí cuenta de lo que había soltado. “Me refiero al ambiente.”
“¿Y qué esperabas Val, es un tanatorio, no es cómo que haya fuegos artificiales ni música.” Estaba segura de que el único que podía competir con mi ironía era Hugo.
“¿No se os hace raro que solo hayamos venido nosotros seis?, aquí hay gato encerrado.” Mateo ya estaba maquinando algo.
“Relaja genio, a lo mejor es que no podían venir, o vienen más tarde. De todas formas yo me abro, no quiero seguir aquí parada sin hacer nada.”
Quizá tendría que vigilar mejor lo que digo porque mis amigos me miraron como si fuera un Alien.
“Mirad, Elián llevaba la sudadera que le dí para que se sintiera más seguro.”
“Rebobina, ¿qué sudadera?”
Mateo tendría que tener un don para las preguntas oportunas, porque se acercó la madre de Elián a darnos la chaqueta. Les expliqué que una noche hablando me había contado que se sentía vigilado.
“Estoy muy cabreada con el maldito que haya hecho esto.”
“Hey, frena, ¿estás suponiendo que no ha sido como dice la policía, ¿qué ha sido un asesinato?”
“No Hugo, lo que dice Val tiene sentido, Elián estaba más paranoico que de costumbre. Y yo tampoco me creo esa historia del asalto. Debemos investigar.”
“¡¿Pero es qué se os ha ido la olla?!” Creo que era la primera vez que veía a Hugo derrochar tanta emoción. “Mirad, estamos hablando de que querés investigar un supuesto asesinato. ¿Y luego qué?, ¿Qué pasa si lleváis razón?, ¿No irán luego a por vosotros por metomentodo?”
La verdad es que Hugo tenía algo de razón, pero no podía dejar irse de rositas a quién hubiera hecho daño a mi amigo, fuera un asalto común o uno premeditado.