Mateo
“Bueno, ya volverá, mientras tanto, yo también he hecho progresos.” Lucas y Valeria me miraron. “Ya sé donde encontrar a “El Sombras””
Lo estuve investigando por la noche, salí a preguntar por los parques y puentes, hasta que uno me dijo que se le podía encontrar en un bar del pueblo a las 11:00 todos los días tomando algo. Pero que si iba a preguntarle algo que fuera con cuidado porque te podía dar largas o contártelo todo al detalle, pero eso dependía de la información que le pidieras.
Lucas, Valeria y yo llegamos al bar, pero le mandamos la ubicación a Hugo por si se dignaba en aparecer. Entré yo solo.
El lugar olía a humedad rancia, metal oxidado y grasa vieja. Las paredes eran de hormigón agrietado, con grafitis y marcas de fuego. Nadie hablaba más alto que un susurro, como si estuvieran todos contando secretos.
Le ví en una mesa del final sentado, tenía más cicatriz que piel y sus ojos eran oscuros con una expresión de vacío. Lo único que había en la mesa era un vaso casi vacío.
Me senté frente a él.
“¿Tú eres El Sombras?”
“¿Quién pregunta?”
“Estoy buscando respuestas” Saqué la sudadera de Elián y se la enseñé.
El señor se río, rompiendo el silencioso ambiente del bar.
“Conocía al chaval de la sudadera. También vino a preguntar. Pero eso fué hace muchos años.”
“¿Sabés qué podría haberle pasado a Elián?”
“¿Has oído hablar de los que no sangran, sino que dejan marca?”
No respondí. El señor tomó un sorbo de su bebida.
“La Cicatriz no es una banda, es una consecuencia. Una venganza sin nombre. Al principio eran pocos… unos cinco. Todos rotos por algo distinto. Decidieron que el mundo les iba a recordar aunque no les quisiera.”
“¿Y ahora?”
“Ahora son una red. No necesitan nombre ni rostro, solo te marcan. Si los ayudas, te deben una. Si los traicionas, te borran.”
“¿Y Elián?”
“Si llevaba una cicatriz fue porque alguna vez abrió la puerta. Y una vez que la abres ya no hay vuelta atrás.”
Apreté los puños, la sudadera que había vuelto a guardar en la mochila me pesaba cada vez más. Me levanté para irme hasta que añadió algo más.
“Espera chaval” Sacó un paquete de cigarros en el que dentro había un papel, me lo dió “¿Un consejo? No busques cerrar heridas que no te pertenecen. Las cicatrices no se curan, solo se esconden mejor.”
Salí del bar con el papel en la mano.
En la puerta estaban esperando Lucas y Valeria, Hugo había venido y estaba apoyado en una farola. Valeria tenía curiosidad.
“¿Qué has sacado?”
“Elián estaba metido hasta el cuello en algo muy peligroso, Val.”
“¿Qué ha pasado?”
Les conté lo de La Cicatriz y todo lo que me había contado El Sombras.
“Pero eso tú ya lo sabías, ¿Verdad Hugo?” Estaba enfadado, porque en aquel momento me dí cuenta de que Hugo ya sabía lo de la banda, y ahora el vídeo tenía sentido.
“Mira, no lo sabía seguro, pero el vídeo de esta mañana me lo ha confirmado.”
“¿Y entonces por qué no dijiste nada antes de lo que sospechabas?”
“La Cicatriz no es una banda con la que se deba jugar, Mateo dejémoslo aquí, esta investigación está llegando demasiado lejos. Ellos ya lo saben y nos han advertido.”
“¿Es por esto por lo que no querías que siguiéramos investigando, porque tú ya lo sabías?” Lucas había preguntado aquello con algunas lágrimas en los ojos.
A Lucas no le solían sentar bien las peleas, y menos entre nosotros. En los últimos días eso había sido lo único que habíamos hecho bien, pelear.
Después de eso nos fuimos a casa. Por fin había tachado a un sospechoso de mi lista de acosadores de Elián. Ayer mientras preguntaba por las calles, se me pasó por la cabeza que quizás alguien de nuestro círculo fuese quien había estado siguiendo a Elián.
Aunque no me gustó, mi primera opción fue Hugo, pero él apreciaba mucho a Eli y hoy me había confirmado del todo que no quería relacionarse con la banda. Tenía otro sospechoso en la lista, un chico del mismo programa que nosotros con el que había visto a Elián hablando alguna vez fuera del centro, dentro no se dirigían la palabra aunque estuviesen en los mismos talleres y clubes. Además, los dos compartían instituto.
Estuve reflexionando que, quizá, no todos estuviéramos dispuestos a pagar el precio de la justicia que pensábamos hacer. Llamé a Valeria para que se encontrase conmigo frente al centro dónde se hacían las actividades del programa.
Al llegar le conté sobre mis sospechas y mi plan. Esa tarde había ensayos de teatro y sabíamos que aquel chaval iba a participar en una obra.
“¿Estás dispuesta a seguir con todo esto adelante, aún sabiendo con quienes jugamos?”
Fué la primera vez que ví dudar a Valeria sobre algo. Luego dijo con voz firme
“Sí, lo he estado pensando desde que encontré el USB, tenía el presentimiento de que esto iba a acabar mal para alguno de nosotros. Pero quiero hacer justicia.”