La Ciudad Del Silencio

XI. Isolde Vitteri

Amara se detuvo un instante frente a Elias, Isabel y Leonardo, los pendientes de Althea aún colgando de sus manos.
—Escuchen —dijo, con voz firme pero cargada de reverberaciones—.
El siguiente fragmento no está en la iglesia.
Isolde Vitteri, la cuarta guardiana, lo escondió en el Bosque del Norte, a dos kilómetros de la Casa del Silencio, junto a la cascada que fluye sobre piedras que nadie pisa.
Allí guardó su recuerdo, dentro de un objeto que la casa no puede reclamar directamente.

Leonardo frunció el ceño.
—¿Y qué objeto es?
—Un collar de jade —respondió Amara—.
Su energía está sellada allí. Solo yo puedo percibirlo, pero los demás deben acompañarme.
—Entonces, vamos —dijo Elias—. No podemos perder tiempo.

El grupo avanzó por la neblina del pueblo, siguiendo un sendero que se perdía entre árboles antiguos.
El aire olía a tierra húmeda, a hojas podridas y a algo más, un aroma agrio que recordaba a la Casa del Silencio.
Cada sombra parecía moverse a su alrededor, como si la memoria de las guardianas los siguiera para protegerlos… o probarlos.

—Siento algo —murmuró Amara, sus dedos rozando los pendientes—.
Está cerca. Su recuerdo late como un corazón escondido entre la roca y el agua.

A medida que se acercaban, el sonido del río se volvió más fuerte, un rugido constante que contrastaba con el silencio del bosque.
Y luego apareció: la cascada.
El agua caía en cortinas de plata sobre un pozo oscuro.
Las rocas brillaban con musgo húmedo, y un halo de niebla se levantaba desde el fondo.

—Ahí —dijo Amara—. Allí está su recuerdo.

Se acercaron al borde del pozo, y Amara extendió la mano.
Entre las raíces de un árbol que abrazaba la roca, encontró un pequeño collar de jade, engarzado con un colgante en forma de lágrima.
Cuando lo tocó, la neblina pareció girar a su alrededor, y una voz suave, femenina y antigua susurró:

Has llegado, duodécima… solo escucha.

El corazón de Amara se aceleró.
El jade vibraba contra su palma, transmitiendo imágenes de Isolde realizando su ritual ancestral: cómo había sellado su recuerdo, cómo había protegido su fragmento del eco, y cómo había confiado en que algún día, la duodécima guardiana lo encontraría.

—Es hermoso… y poderoso —susurró Isabel, sorprendida—.
—Sí —dijo Amara—. Pero también peligroso.
Cada fragmento contiene la memoria y el dolor de quien lo selló.
Debemos ser cuidadosos.

Elias asintió, sosteniendo a Amara por un hombro:
—Entonces… ¿lo activamos ahora?
—Sí —dijo Amara, respirando hondo—.
—Pero primero debemos entenderlo.
El collar de jade no solo guarda su recuerdo, guarda la llave para el siguiente paso contra el eco.

El agua de la cascada continuaba cayendo, impasible, como testigo de siglos de dolor y sacrificio.
Amara levantó el collar, sintiendo que la cuarta guardiana, aunque invisible, la guiaba, y supo que el camino hacia la siguiente memoria estaba a punto de abrirse, mientras el eco se agitaba a kilómetros de distancia, sintiendo que la duodécima guardiana avanzaba.

FLASHBACK ISOLDE VITTERI

La niebla cubría el Bosque del Norte como un manto de plata.
El murmullo del río se mezclaba con el canto de los búhos y el crujir de hojas secas bajo los pies de Isolde.
En el claro junto a la cascada, la joven guardiana había desplegado un círculo de piedras y cenizas negras.
El aire olía a tierra mojada, a sal y a un toque de lo prohibido, como si el bosque respirara su poder.

Isolde colocó el collar de jade en el centro del círculo.
Sus dedos trazaron símbolos antiguos sobre la piedra húmeda, mezclando la sangre de su propia mano con agua del río, uniendo la memoria de su dolor con la fuerza del bosque.
—Si el eco quiere reclamar, que se encuentre con esto —murmuró, su voz firme y temblorosa a la vez.

Las corrientes de aire giraron a su alrededor, levantando hojas y pétalos en un torbellino, como si la naturaleza misma respondiera al ritual.
Isolde cerró los ojos y comenzó a pronunciar las palabras del antiguo linaje:

“Que tu furia encuentre calma en la memoria de quien protege.
Que tu hambre se sacie con la sangre de la verdad y el sacrificio.
Que esta piedra guarde mi voz, mi dolor y mi amor, y no permita que el eco escape.”

El jade comenzó a brillar, primero débil, luego con una luz intensa que parecía beber toda la neblina a su alrededor.
El sonido del río se transformó en un canto: un lamento, un susurro y un latido simultáneo.
Isolde sintió cómo la fuerza del eco se abalanzaba sobre ella, intentando devorar su voluntad.
Pero el collar absorbió la tormenta, encadenando la furia en un pulso contenido.

—Toma mi memoria —susurró Isolde—.
"Que quien la encuentre la entienda.
Que quien la posea pueda apaciguar al eco… y continuar la lucha."

El río bajó su murmullo, y la cascada se calmó por un instante como si el tiempo mismo reconociera el sacrificio.
Isolde cayó de rodillas, agotada, pero con una certeza silenciosa:
su fragmento estaba completo, protegido, listo para esperar a la duodécima guardiana que algún día llegaría.

El bosque volvió a su calma aparente, pero los árboles susurraban:
—Alguien vendrá.
Alguien debe terminar lo que comenzamos.

Y así quedó el collar de jade, escondido entre raíces y rocas, su luz dormida, aguardando siglos de olvido hasta que Amara lo descubriera.

El Bosque del Norte estaba cubierto de niebla, y el rugido de la cascada llenaba el aire con un murmullo constante, como un corazón latiendo bajo la tierra.
Amara se arrodilló frente al collar de jade, sosteniéndolo entre sus manos.
Los pendientes de Althea colgaban de su cuello, y el anillo de Eveline brillaba tenuemente en su dedo.



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En el texto hay: paranormal, terror, suspenso

Editado: 10.10.2025

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