La Ciudad Del Silencio

XIV. Valeria Vitteri

Amara y Elias regresaron al claro donde habían dejado a Isabel y Leonardo, el aire cargado de la neblina de la Casa del Silencio y el pulso vibrante de los cinco fragmentos ya liberados.
—Encontramos a la séptima guardiana —dijo Amara, mostrando a Elias como apoyo—. Valeria Vitteri.
—¿Valeria? —repitió Isabel, frunciendo el ceño—. No la esperaba tan pronto.

Amara respiró hondo y comenzó a relatar:
—Es diferente a las demás. Elegante, altiva… y nos dio indicios sobre su fragmento. No está dentro de la casa. Está protegido por las memorias de la torre y un patrón en la campana. Solo puede ser liberado alineando los sonidos de la campana con los fragmentos que ya tenemos.

Leonardo se inclinó, tocando los fragmentos con cuidado.
—Eso significa que necesitamos coordinar los fragmentos con precisión. Cualquier error y podríamos perder la oportunidad de liberar su recuerdo, o peor… activar el eco.

Isabel asintió, su expresión grave:
—Cada guardiana dejó su fragmento como un test de dignidad y fuerza. La séptima no es diferente. Si la campana falla, el fragmento se sellará nuevamente, y el eco aprovechará cualquier error.

Elias miró a Amara:
—Entonces debemos ir preparados. No solo física, sino mentalmente. La Casa conoce nuestros miedos y los usa.

Amara sostuvo el escapulario azul de Melisande y los otros fragmentos:
—Seis fragmentos en nuestras manos. Cada uno contiene la memoria y la fuerza de su guardiana. Si los usamos juntos correctamente, podremos liberar el séptimo fragmento y acercarnos al ritual final.

Isabel respiró hondo, tomando la iniciativa:
—Necesitamos un plan. Valeria nos dejó pistas, no instrucciones completas. Eso significa que debemos interpretar sus indicios: la campana, la torre, la alineación de los fragmentos… todo debe ser perfecto.

Leonardo cruzó los brazos y sonrió ligeramente, recordando sus años en Calavéria:
—La torre siempre fue un lugar de juegos para nosotros cuando éramos niños… y ahora será una prueba. La séptima guardiana nos está desafiando a usar recuerdos, astucia y fuerza conjunta.

Amara asintió, su determinación creciendo:
—Entonces vamos a la torre. Esta es nuestra única noche antes de que todo se pierda. Debemos liberar el séptimo fragmento y mantenernos unidos.

Isabel colocó su mano sobre el hombro de Amara:
—Recuerda, duodécima, cada fragmento nos acerca al eco, pero también nos fortalece. Confía en tu instinto y en los fragmentos que ya liberaste.

Elias miró al grupo y agregó:
—La Casa nos observa, pero si trabajamos juntos, nada podrá detenernos.

El grupo se quedó unos segundos en silencio, escuchando cómo el viento entre los árboles parecía susurrar el desafío de la séptima guardiana.
—Entonces —dijo Amara—, a la torre. Cada paso cuenta.

Mientras se encaminaban hacia la torre, la medianoche se acercaba y la Casa del Silencio parecía latir con anticipación, consciente de que los fragmentos liberados ahora formaban un patrón que el eco no podía ignorar.

La escalera de la torre crujía bajo cada paso de Amara, Elias, Isabel y Leonardo.
El aire era más denso a medida que ascendían, cargado de un olor a metal antiguo y polvo. La Casa del Silencio parecía contener la respiración, observando cada movimiento.

Al llegar a la cima, el campanario se abrió ante ellos con un eco profundo que retumbaba en sus huesos.
Y allí estaba: la campana de la torre, enorme y fría, colgando del centro con un brazalete de rubíes atado a su badajo.

Amara se acercó con cuidado, sintiendo cómo los fragmentos que ya poseían vibraban suavemente.
El brazalete brillaba con un resplandor cálido, casi vivo, y estaba adornado con símbolos antiguos: líneas, puntos y patrones que se extendían a lo largo de cada rubí, como un mapa cifrado.

—Ese debe ser el fragmento de Valeria —susurró Amara, extendiendo la mano para tomarlo—.
Al tocar el brazalete, sintió un hilo de energía recorrer su brazo, conectándola con los fragmentos anteriores. Cada símbolo parecía reaccionar a su toque, iluminándose tenuemente en secuencias que formaban un patrón complejo.

Leonardo inclinó la cabeza, analizando los detalles:
—No es solo un objeto, es un código. Líneas, puntos, rubíes… cada combinación representa una secuencia que debemos seguir.
—Es como si Valeria nos estuviera enseñando su fragmento a través del brazalete —dijo Isabel—. Cada símbolo indica cómo liberar su memoria sin activar trampas del eco.

Elias sostuvo la mano de Amara para apoyarla:
—Debemos conectar el patrón del brazalete con los fragmentos que ya tenemos. Solo así podremos activar el recuerdo de la séptima guardiana sin peligro.

Amara respiró hondo y colocó el brazalete sobre la campana, alineando los símbolos con los fragmentos de Althea, Isolde, Celandine y Melisande.
Un suave resplandor azul comenzó a emanar de cada rubí, formando una red de luz que conectaba cada fragmento.

—Esto es… —susurró Amara—… la clave para liberar su fragmento. Cada línea, cada punto, cada rubí… todos conectan con los recuerdos de las guardianas anteriores.
—Y si lo hacemos bien, podremos liberar su memoria y acercarnos al ritual final —añadió Elias—.

La bruma en el campanario comenzó a girar lentamente, como si el eco observara y evaluara cada movimiento.
—No podemos fallar —dijo Amara, apretando los fragmentos contra su pecho—. La medianoche está cerca y cada segundo cuenta.

En lo alto de la torre, bajo la campana y los rubíes que brillaban con un poder antiguo,
Amara comprendió que cada símbolo y cada línea era un eslabón que unía la fuerza de las guardianas,
y que el eco estaba esperando cualquier error para reaccionar.



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En el texto hay: paranormal, terror, suspenso

Editado: 10.10.2025

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