La Ciudad Del Silencio

XV. Morgana y Selene Vitteri.

La neblina de la torre giraba con fuerza, y un susurro doble recorrió el aire, como dos voces entrelazadas pero distintas, resonando con una armonía inquietante.
De la bruma emergieron dos figuras idénticas: Morgana y Selene Vitteri, mellizas y guardianas que continuaban la línea de memoria de Valeria. Sus túnicas oscuras brillaban tenuemente bajo la luz de los fragmentos.

—Somos Morgana y Selene —dijo Morgana, con voz clara y firme—. Las octava y novena guardianas, responsables de proteger y guiar los fragmentos que siguen a Valeria.

Selene, con un tono más grave y profundo, añadió:
—Hemos esperado siglos para que alguien reuniera los fragmentos correctamente. La duodécima guardiana debe continuar el ritual, y tú, Amara, eres esa guardiana.

Amara respiró hondo, sosteniendo los siete fragmentos reunidos:
—Siete fragmentos hasta ahora… y ustedes son las siguientes.

—Sí —respondió Morgana—, pero nuestros fragmentos no se liberarán fácilmente. Cada una de nosotras dejó pistas y acertijos, pruebas de nuestra memoria, para que solo quien comprenda la secuencia pueda obtenerlos.
—Somos un reflejo de la dualidad —dijo Selene—. La memoria debe liberarse en equilibrio. Solo entonces el eco puede ser contenido.

Elias frunció el ceño:
—¿Cómo sabremos cuál fragmento corresponde a quién?

—No necesitas distinguirlos —dijo Morgana—. Ambos fragmentos deben activarse juntos. La secuencia que inició Amara con Valeria será la base. Nuestros fragmentos continuarán el patrón, pero solo si se mantiene la armonía de los pulsos de los fragmentos anteriores.

Leonardo observó las figuras en la neblina, cauteloso:
—No solo es cuestión de encontrar los fragmentos, sino de comprender su ritmo y conexión con los demás.

Isabel asintió:
—Cada fragmento libera memoria… pero también poder. Un error, por pequeño que sea, permitirá que el eco reaccione.

Amara sostuvo los fragmentos con firmeza, mirando a las mellizas:
—Estamos listos.
—Pero recuerden —advirtió Selene, con una sonrisa sombría—. La medianoche se acerca. Solo quien sea capaz de sostener la secuencia completa podrá avanzar.

Morgana y Selene desaparecieron nuevamente entre la neblina, dejando al grupo con la urgencia del tiempo y la responsabilidad de desbloquear dos fragmentos simultáneamente, mientras la medianoche se acercaba y el eco empezaba a agitarse dentro de la Casa del Silencio.

La neblina se arremolinaba alrededor de la torre, haciendo que los rubíes del brazalete y los fragmentos palpitantes brillaran con fuerza.
Selene y Morgana aparecieron nuevamente, esta vez más definidas, sus ojos reflejando siglos de vigilancia.

—Nuestros fragmentos —dijo Selene, señalando con un gesto elegante— están ocultos en el Bosque de los Susurros, a pocos kilómetros de la Casa. Cada uno está protegido por su propia prueba.

Morgana añadió:
—El mío se encuentra dentro de un antiguo manantial oculto, donde la corriente es tan silenciosa que parece que el tiempo se detuviera.
—Y el mío —dijo Selene— está escondido en la raíz de un árbol centenario, marcado con símbolos que solo se revelan cuando los fragmentos previos están alineados.

Amara observó los fragmentos que ya tenían: siete de doce, y comprendió la importancia de la armonía:
—Entonces, debemos ir primero al manantial y luego al árbol… o seguir un orden distinto según la secuencia de la campana.

—Exacto —respondió Selene—. Solo si los activan en la armonía correcta, los fragmentos liberarán la memoria sin que el eco los ataque.
—Cada fragmento tiene una trampa —intervino Morgana—. La memoria no se entregará si no percibe que ustedes comprenden la voluntad de quien lo selló.

Elias miró a Amara con determinación:
—Tú ya has liberado siete fragmentos, Amara. Puedes sentir el pulso de cada uno. Confía en tu instinto.

—Y recuerden —agregó Selene, con un tono severo—, que cada fragmento refleja un ritual distinto. No es solo memoria; es fuerza, intención y control del eco. Si fallan, el fragmento se cerrará de nuevo y la oscuridad atacará.

Amara asintió, sosteniendo los siete fragmentos palpitantes en sus manos:
—Bien. Entonces primero el manantial de Seraphina y luego el árbol de Selene. Siguiendo la secuencia correcta, liberaremos sus recuerdos y tendremos nueve fragmentos en nuestra posesión antes de la medianoche.

Las mellizas desaparecieron en la neblina, dejando tras de sí un rastro de luz y susurros, y el grupo se preparó para adentrarse en el bosque, conscientes de que cada paso estaba marcado por la urgencia del tiempo y la presencia latente del eco que los observaba.

El bosque se cerraba a su alrededor como un abismo de sombras y hojas húmedas. Cada rama crujía bajo sus pies, y la neblina parecía seguirlos, densa y silenciosa, como si la Casa del Silencio los observara desde lejos.

—Aquí es —susurró Amara, guiando al grupo con el pulso de los fragmentos que ya sostenía—. La señal de Morgana está cerca.

El murmullo del agua creció a medida que avanzaban. Pronto encontraron un manantial oculto, cuyas aguas eran negras pero reflejaban la luz de los rubíes y fragmentos que Amara sostenía.
En el centro, sobre una piedra sumergida parcialmente, descansaba una coronilla de diamantes, cada piedra tallada con símbolos que parecían pulsar al compás de la secuencia de la campana.

—Ahí está su fragmento —dijo Elias, observando los detalles—. Cada diamante parece contener una memoria encerrada.

Amara se arrodilló frente a la coronilla, extendiendo sus manos con cuidado. Sintió el eco del fragmento: pesado, denso, lleno de siglos de intención.
—Debemos liberar este fragmento siguiendo la secuencia de la campana —murmuró ella—. Morgana dejó su memoria atrapada aquí, esperando a la duodécima guardiana.



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En el texto hay: paranormal, terror, suspenso

Editado: 10.10.2025

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