La clave de Sol

8. Anamnesis

 

Llevo cuatro noches quedándome en lo de René, en un sofacama que tiene en su sala y mi columna ya está empezando a molestarme por ello. A pesar de las apariencias, la rubia no es tan mala después de todo, en mi leve tiempo con ella he aprendido que le gusta marcar territorio, pero es por fidelidad a su banda a quien considera su familia. Aunque pensándolo bien, sería una familia medio incestuosa, porque según sus propias palabras ella ha tenido líos con Milán y Tahiel; líos que dejo de lado porque no quería dramas.  Bueno, al menos creo que eso fue lo que René trato de decirme.

Han pasado dos días desde la emboscada en la casa de Tahiel, dos días en los que me la he pasado reflexionando de todo un poco y, he llegado a la conclusión de que quizá me estoy volviendo loca. Si, porque últimamente soy una bola de sentimentalismo y drama andante, no sé qué carajos me pasa por que yo no era así, solía ser la persona más centrada de este jodido planeta, es que uno no puede ir andando por la vida armando dramas una vez por semana.

—No te trates así boluda, que tus últimos dramas han tenido una detonante. Mina, tampoco sos un robot andante.

De un respingo cierro la libreta de apuntes donde desahogo todos mis pensamientos. René, sigilosa como un carcinoma, se ha acercado y ha leído todo sin que yo me diese cuenta.

—Un día de estos vas a matar a alguien de un infarto mujer —comento mientras tomo asiento en el sofá y acomodo mis cosas—, no es correcto que espíes a las personas así.

—¿De dónde crees que salen mis mejores canciones? —pregunta con descaro—, pero bueno a lo que me refiero, es que toda acción tiene su reacción y no puedes pretender ser señorita perfección todo el tiempo. No más mira que llevás una libreta y todo —dice soltando una carcajada burlona.

—Claro que tienes material para tus canciones, en tu ausencia ya han aparecido tres chicos con el corazón roto porque no devuelves sus llamadas —respondo tratando de tener la razón—, no trato de ser perfecta ni mucho menos, lo de la libreta lo leí en un artículo, es una buena forma de terapia.

—La terapia es para las locas sin amigos —sentencia de manera resuelta —sin ofender claro está. Bueno, viéndolo de ese modo quizá si estás loca.

Llevo una mano a mi pecho fingiendo estar ofendida, pero René ríe por el contrario de manera desaforada, una risa que al final termina por contagiarme.

—Entonces ¿Te animas a acompañarme al ensayo? —pregunta esta vez ella con fingida despreocupación —no seas pesada che, no vas a encontrar un trabajo tan flexible que te de buenos mangos y te permita seguir con lo que sea que vayas a hacer en la universidad ¿Quieres dejar el drama? Bueno, detén el sufrimiento de Tahi y de una vez vuelve a trabajar con él.

—¿Sufrimiento? —pregunto algo anonadada—, ni siquiera puedo decir que nos conocemos un poco, ¿no te parece que estas siendo exagerada?

—Que te puedo decir —contesta René elevando los hombros—, los artistas sentimos con intensidad y a veces Tahiel siente tanto, que la realidad le es insuperable. Pero vení, no te hagas la tonta ¿No has visto cómo te mira? Apostaría mis pechos falsos a que ya está escribiendo versos sobre el color de tus ojos y cabello. 

—Una razón mas para no volver a trabajar con él, una relación romántica entre médico-paciente es antiético.

—Pará Sol, ¿Quién está hablando de relaciones románticas? ¿Con Tahiel?

La rubia se queda estática ante mis palabras y nuevamente empieza a reír; no puedo evitar sentirme como una estúpida al entender que ella se refería a algo casual.

—Me niego a seguir siendo blanco de burlas —digo levantándome del sillón —mira que aún no te perdono porque me llevaras a su casa. No te acompañaré a tu ensayo porque iré a la universidad a por ese cupo. No saldré de ahí sin un comprobante de admisión ¡Los Linares no nos rendimos tan facilmente! —grito eufórica.

—Entonces Soledad, sé fiel a tus palabras y por favor no te rindas con él. Quizá, esta sea su última oportunidad ¿Sabes cuántas veces he tenido temor de que muera? Ya sea que se lo lleve la diabetes o una sobredosis.

Intento responderle, pero ninguna silaba sale de mi boca, la rubia se ve tan sinceramente abatida que no encuentro las palabras correctas para ella. Balbuceo un par, pero mi patético intento se ve interrumpido por golpes en la puerta.  Buscando cambiar el tenso ambiente, René sonríe sin ganas y se dirige hacia la puerta, dejándome la sensación de que al final no soy la única a que le gusta escapar.

—Iré a ver quién es Soledad, no te preocupes, entonces en otra ocasión nos acompañas.

Sonrió restándole importancia al asunto y me dirijo a ducharme, nada mejor que el agua fría para poner los pensamientos en orden.

***

Termino de cerrar mis botines, alcanzo mi cartera y la memoria USB donde tengo toda la presentación para convencer a mi tutora de que me necesita en su programa de maestría, si algo tenemos los costeños es labia y parla así que es mi momento de usar esos dones únicos de mi región; el poder embolatador del convencimiento.

He decidido usar una falda en tubo camel, combinada con una camisa blanca, tratando de aparentar la paz mental que no tengo. Estoy a punto de salir cuando escucho risillas provenientes de la sala de estar, trato de salir con el mayor disimulo, pero una carcajada familiar me detiene de inmediato.



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En el texto hay: romance, drama, musica y romance

Editado: 26.11.2020

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