La clave de Sol

21. Regresar a la tónica

 

La sensación de nerviosismo que inundaba mi mente poco a poco fue cediendo lugar a una pesadez trémula en la medida que las sacudidas que me brindaba Sol me hacían atravesar el universo hasta posarme en un lugar seguro, a su lado.

—¡Thai, Thai! —repetía asustada—, despiértate de una vez.

—¿Eh? —dije sin comprender.

—Ya despiértate, que estabas teniendo una pesadilla y gimoteabas como cachorro asustado ¡Dios que susto!

Miro la oscuridad a mi alrededor y me acomodo en la cama para terminar de asimilarme dentro de mi habitación. Había estado soñando. La oigo preguntarme con una increíble velocidad cosas que no termino de comprender hasta que la lucidez me alcanza y por fin puedo captar.

—¿Ya estás bien? ¿Qué soñaste? Tuve miedo que fueras a vomitar o algo parecido, me despertó una sacudida tuya —agrega con voz entrecortada—, mira nada mas como tiemblas.

—Yo... ¡sí!, soñé con vos.

Ella suspiró, diría que el alma le volvió al cuerpo.

—Eso no hace que me sienta mejor —murmura un poco mas calmada— ¿qué podías estas soñando conmigo que te puso así?

—No era nada de eso que tu cabecita loca pueda estar imaginando, boluda, era algo... —Pero no pude continuar. No recordaba lo que estaba soñando—. Sólo sé que te ibas, y sentí que el mundo se me hacía nada.

—¿Irme? ¡Como para dónde pues! Hasta que termine mis estudios no me pienso volver a Colombia, por si eso te preocupa.

—No, no te ibas de viaje; te ibas.

Ella me observó con ternura, comprendiendo la situación, acarició mi rostro y susurró hundiendo sus labios en mi hombro.

—No tengas miedo de perderme, tonto, que estoy justo donde quiero estar y ese lugar es aquí, a tu lado.

Prendí la lámpara de al lado de la cama, me senté en el lugar y permanecí en silencio por unos segundos. Ella siguió mis movimientos expectante, pero cuando notó que lo mío no iba a ningún lado, me cuestionó con la voz acaramelada.

—Mi Cielo, ¿qué te pasa? sospecho que hay algo que no me estás diciendo.

No le respondí. Sol no tardó en agregar.

—Si quieres, puedes conversar conmigo; igual si no quieres hacerlo, entiendo y lo mejor será que volvamos a dormir porque hoy fue un día estresante, y mañana puede ser igual.

—Sobre mañana —liberé al fin—, hay algo que te quiero decir. No es algo que tenga decidido, pero después de hablar hoy con mis viejos creo que llegó el momento de dar cara al asunto: tengo que conocer a mi padre.

Ella no reaccionó con palabras, pero como un pentagrama fácil de leer para mi, sólo agrandó sus hermosos ojos tanto como el marco de su rostro se lo permitió, desvió la mirada cautelosa y luego asintió para disimular el nerviosismo.

—Sí... ¡O sea, sí! es un gran paso, pero no lo dudes amor, cuando quieras conocerlo estaré contigo y te acompañaré para que...

—No. —La interrumpí tan repentinamente que hasta creo que la molesté. Me estaba expresando de manera equivocada—. Perdóname si soy brusco, pero cuando lo vea quiero que no haya nadie más ahí. No es que no quiera compartir esto con vos, sólo quisiera poder ser tan yo como sea posible frente a él, sin preocuparme por decir algo hiriente y que me juzgues por ello.

—Tahiel, yo no te juzgaría, no soy la misma mujer que conociste en estados unidos —aclara desanimada—, ahora entiendo que sientas cosas y que las tengas que decir, está bien para mi.

—Aun así, me sentiría incómodo. Sé que vos me acompañarías sin dudarlo, pero hasta yo mismo me estoy juzgando. Entendeme, necesito esa intimidad.

—Ajá, en otras palabras, vas a ir, putear en argento antiguo y luego volverte sin escuchar su versión. —Asentí maravillado por su habilidad de interpretación—. No voy a juzgarte por eso, pero si no quieres que vaya nadie, lo respeto.

—De hecho, había pensado en pedirle a Fabián o a Domingo que me acompañaran por si me canso al conducir. Vos todavía no tenés registro, entenderás...

—¿No vas a ir en avión? —Me encogí de hombros—. ¿Y para qué es famoso uno en este país si después no puede volar a donde quiera? Mira que yo sé que eres raro, pero lo considero impráctico, pero está bien. Prefiero que tengas a alguien que te acompañe aunque sea en el auto, si eso te gusta; pero que puedas resolver este lío al fin.

Escuché su voz sintiéndome un tarado; tenía a una mujer tan comprensiva a mi lado y la hacía de lado de mis planes tan sólo por sentir pudor ante la manera en que me mirara después de sacarme las broncas con mi padre biológico.

—Si el tipo me cae bien, prometo presentártelo, aunque no creo.

—¿Por qué le tienes odio? No, no me respondas eso, es una pregunta tonta.

—Es el culpable de todo lo malo que me pasó en vida: el odio de mi hermana, el tener a padres de otro siglo que me entendían siempre a medias, el ser un bicho raro por andar repitiendo costumbres de antaño...

—De no haber sido por todo eso, quizás no habrías conocido el tango y serías otro Tahiel.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.