15 de Septiembre de 2019.
Malva.
Susurros, gritos y exclamaciones de clemencia reinan en el área, la negrura de la noche oscurece todo a su paso; el olor reinante en el aire a carne quemada y objetos en llamas dificulta la respiración. En una habitación fría y mugrienta se encuentra una niña, quien mantiene sus brazos entorno a sus piernas, pequeños sollozos y gemidos escapan de sus labios; la pequeña se halla herida, la sangre escarlata y espesa escapa del contorno de su cabeza, se siente a punto de desfallecer, pero se muerde el labio cada tanto para no caer en la negrura, deseaba ser encontrada, implorando internamente que alguien viniera en su busca.
La infante tiembla en su escondite, siente frió y un hambre voraz, no recuerda cuando ha sido su última comida, mucho menos el porqué de encontrarse en esa habitación repleta de moho y mal olor. Estaba asustada y en un estado de alarma constante, cada vez que parecía escuchar pasos acercarse se apretaba más contra la helada pared; los latidos de su corazón aumentan para bombear más sangre a los músculos y al cerebro, sus pulmones expandiéndose para tomar aire más rápidamente, todo esto para proporcionar más oxigeno a su pequeño cuerpo, ya débil. La penumbra que la rodea la hace temer, las sombras danzantes en ella pareciendo mofarse ante su agotamiento, como cazadores observando a su presa, la perversidad y la mofa brillando en los múltiples ojos que se hallan observándola.
Desea salir corriendo y encontrar ayuda, pero se atina petrificada, el desasosiego y la zozobra de lo que sucede fuera de los muros que la ocultan la hacen estremecer. La chiquilla baja la vista a sus manos, juguetea con estas y se las revuelve; su corazón late muy rápido en su caja torácica, el sonido de sus jadeos en busca de aire silbando en la habitación, pequeños cortes y rasguños parecen cubrir su cuerpo, los siente escocer y quemarle a través del vestido de seda que ya se encuentra roto y manchado de ceniza.
La sensación de intranquilidad intensificándose en la boca de su estómago; los alaridos y el retumbo de la flamas arrasando con todo a su paso, no cesan en su tormento; la habitación se siente caliente, sabe que las llamaradas están cerca, pero no se atreve a ponerse en pie, no con los ojos que parecen observarla y las pequeñas risillas que escapan de las sombras.
Jars, los ojos que se encuentran sobre su anatomía son demonios, espíritus impuros que representan una fuerza que puede ser conjurada y controlada, seres inhumanos sin pensamientos lógicos algunos. Criaturas malvadas encerradas en las puertas del averno, pero que parecían haber sido liberados y utilizados para causar el mal que acontecía a su alrededor. Los demontre parecían rodearla y encarcelarla, el alcance a su cuerpo comenzando a resultar aterrador, como si en un parpadear pudieran lanzarse sobre la pequeña y devorarla.
Pequeños bisbiseos danzan en el aire, balbuceos incongruentes pero perversos; la niña se estremece.
- Es hermosa- susurraban.
Sus risas oscuras parecían llenar el aire.
- Para comer- Enfatizaban chasqueando los dientes para atemorizarla.
La niña se aprieta contra la pared, las rocas que la tapizan clavándose en su espalda haciéndola sentir incómoda. Los ruegos en su cabeza resultando demasiado altos para hacerla pensar con claridad, lo único que parecía atisbarse por su expresión era el hecho de que estaba lista, lista para dejarse llevar por la negrura, para acabar con el sufrimiento que hacia meollo en su interior. Las criaturas parecían adivinar su deseo avanzando en su dirección, las sombras que la observaban comenzando a tomar formas atroces; la pequeña aparta la mirada aterrorizada, sin sentirse segura en dejarse caer.
A los lejos oía el ulular del choque de metal contra una estructura de madera, pero ya no le importaba, la infante estaba cansada de su estadía en esa habitación ¿Por qué tendría que sobrevivir, si muchas personas habían muerto? Pensaba la niña de cabellos plateados, el humo y la ceniza que reinaba en el aire provocándole un ataque de tos seca y ahogada que le hizo doler cada fibra sensible de su anatomía; la sangre que resbalaba de algún punto de su frente, parecía colorearle el vestido que la cubría
Su mirada se encontraba puesta sobre la puerta de caoba que a pocas penas podía atisbar, el último ruego de clemencia y esperanza que albergaba, desvaneciéndose para dejarse caer en las tinieblas. El corazón de la niña parecía disminuir sus latidos, los demonios la observaban ansiosos en espera de que desfalleciera; la piel que los cubría siendo como la brea. Finalmente al corazón de la pequeña no le queda más que unos solo pocos segundos, los Jars se hallaban sonrientes, una expresión tan asquerosa y diabólica que daba grima con tan solo verla.
Un aura peculiar recorre lentamente la estancia, como si también fuera un espectador más en la muerte de la infante; presencia que los demonios no entreveían. Transcurrieron unos segundos más cuando el corazón de la niña dio su último latir, y cuando eso ocurrió, se desato el caos a su alrededor.
...
Para cuando desperté tenia los cabellos pegados al rostro, el sudor parecía cubrirme como si de una segunda piel se tratase, sentía mis pulmones arder en busca de aire, como si hubiera permanecido mucho tiempo sin tomar aire con normalidad. Inhalé profundo y permanecí con la mirada en el techo, mi cuerpo se encontraba cansado y tembloroso, los ramalazos de espasmos en consecuencia a la pesadilla provocando estremecimientos. Tragué grueso y permanecí acostada entre las colchas, sintiendo como el sudor comienza a tonarse frío sobre mi piel, una parte muy en el fondo de mi conciencia sabe muy bien el porqué de mi reacción, sin embargo mi parte consiente no recuerda con claridad la quimera que minutos antes mantenía; no más que uno pequeños atisbos son lo único que puedo inmortalizar.
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imperio, misterios mentiras batallas y traiciones, romance algo tóxico
Editado: 13.06.2021