"Incluso las noches más oscuras acaban con la salida del sol"
Víctor Hugo
Cuando llegaron a matarlo, a Enrique le iba de maravilla. Dos días antes, iniciado el carnaval de Barranquilla, se encontró una cartera de una "gringa" con un fajo de dólares; al cambiarlo por moneda nacional le dieron un tercio de su valor real, pero para él, un habitante de calle era suficiente. Desde ese día andaba gastándose el dinero en drogas: pegante "boxer", cigarrillos, marihuana, alcohol antiséptico y bazuco.
Como siempre en la vida cuando se tiene dinero, un séquito de parásitos mal llamados amigos, le seguían para acompañarlo en su bacanal. Enrique no dispuso nada para comida; sabía bien que en festividades, la gente o desecha la comida a medio probar o brindan sin siquiera pedir.
Harto de las "bichas" de bazuco y el "chamber" -alcohol antiséptico rendido con agua y saborizado con refresco en polvo-, estaba terminando la noche con pegante y marihuana.
Tres le seguían: un viejo llamado Chucha por su parecido a un ratón, el Negro un afrodescendiente y Petri, un mocoso de catorce años. A Enrique le llamaban Rique. Todos permanecieron a su lado para mendigar vicio sin darle la más mínima importancia al mal carácter de Rique exhibido al consumir drogas.