La abuela Frida esperaba té y conversaciones mediantes con Anselma la cocinera, ya la había puesto al tanto de cada detalle de la noche pasada. Venecia intentaba caminar lo mejor posible para que su abuela no la regañara más de la cuenta.
_Hola Abue
La abuela Frida la miró con una de sus cejas levantadas.
_Hola hija, ya traes tus cosas debemos irnos.
_No se apure doña Frida déjeme darle algo de desayunar a la niña, anda Veni siéntate.
Anselma no dejó que la mujer se negara, busco todo lo necesario para un buen desayuno. Doña Frida aprovecho un momento que salió Anselma para ser muy directa con Venecia.
_Quiero que sepas que me preocupe mucho, pero evite venir pues el doctor Mendoza me dijo que estarías bien cuidada, pero por lo que me dijo Anselma te dejaron sola, tu amiga se fue de baile y solo las empleadas velaban por ti, eso no me parece…
_Abuela, no es tan así, Sofía quiso quedarse conmigo, pero era su cumpleaños no me parecía arruinar su fiesta.
Doña Frida hizo una mueca de desagrado, por Anselma también sabía que la esposa del doctor menospreciaba a Venecia.
_Mira hija yo no me meteré con tus amistades, pero me parece poco cortes que la madre de tu amiga no se haya preocupado por ti…ya termina es hora de irnos _Dijo maldiciéndose por haber dicho aquello.
_Abuela la mamá de Sofía no tiene por qué preocuparse por mi…no necesito su atención, además no era para tanto solo me doble el pie ya estoy bien vez-dijo parándose y haciendo un gran esfuerzo para que su abuela no se diese cuenta del dolor que sentía.
Anselma regresó con una bandeja repleta de bollos recién horneados.
_Doña Frida otro tecito con esos mmmm buñuelitos recién sacaditos del horno.
_No Anselma muchas gracias, pero me espera un largo día, déjale mi saludos al doctor Mendoza y gracias por todo, me da pena no verlo pero necesito ir al pueblo.
Anselma intento decir algo pero abuela y nieta ya estaban de salida y ninguna de las dos tenía ánimos como para ser sociable con nadie aquella mañana y mucho menos Venecia esperó encontrarse casi en un nuevo atropello con “él”.
Es ese instante donde parece que todo da demasiadas vueltas, que el tiempo se congela, que quieres huir y quedarte al mismo tiempo, sin mariposas en el estómago, con tantos recuerdos esos esos recuerdos que te hicieron llorar cada noche, porque serán esas malditas noches. Él estaba allí frente a ella, con todo lo que significaba desde la nada y el todo…Guillermo y sus ojos verdes y crueles.
_Doña Frida cómo está usted…Venecia.
_ Guillermo muchacho, es bueno verte hace mucho tiempo que no andabas por estos lares.
Doña Frida lo abrazo y dio dos besos, realmente le agradaba ver al hijo mayor del doctor Mendoza.
Guillermo sonrió y sin que se lo esperara le dio un beso a Venecia quien aún estaba atónita al verlo.
_Gracias doña Frida, estoy recién llegado…nadie sabe que estoy aquí.
Anselma se asomó desde la puerta de la cocina y la emoción la hizo dar un grito.
_Niño Guillermo, niño Guillermo…-Corrió hasta él abrazándolo.
_Bueno hasta recién nadie lo sabía-dijo riendo-Hola Anselma como te extrañe-la hizo girar en su abrazo.
_Pero niño como no avisa que viene su padre va explotar de alegría.-
_Bien creo que debemos irnos, fue bueno verte-dijo Doña Frida sonriendo-Vamos Venecia…
Guillermo entorno sus ojos, odiaba que hiciera eso.
_Espero verlas pronto…
_Cuando quieras sabes que nuestra humilde casa tiene las puertas abiertas para ti.
Venecia no dijo una palabra, no hacía falta giró para dirigirse a la camioneta y el dolor en su tobillo la traicionó. Guillermo la tomó antes de que cayera.
Sus rostros estaban tan cercas que podía sentir su respiración sobre ella.
“Por qué regresaste…Por qué…” pensó Venecia sin poder dejar de mirarlo.
_Se torció su tobillo anoche, pero tu padre ya la vio es solo hacer reposo…
No dejó que ninguna pudiera decir nada tomó en sus brazos a Venecia y la llevó hasta la camioneta. Esos pasos fueron tal vez los más eternos de su vida, envuelta en su perfume, en esa bruma de nostalgia de no poder y querer ser más que superpoderosa no necesitaba que el la vea como siempre como una niña a la que debía salvar ante los peligros como cuando eran niños.
Fue ese segundo donde solo existían ellos dos
Él le susurró al oído.
_Tengo que verte...-rozó la mejilla de Venecia con sus labios aún seguía teniendo ese poder sobre ella.
La abuela Frida agradeció y la camioneta en su ida polvorienta desdibujo la figura de Guillermo…Venecia observó el espejo quería que esa polvareda la envolviera, quería desaparecer, no quería regresar a un sueño imposible.