Al lado del cadáver del viejo gato negro se encontraba el cuerpo sin vida de un hombre.
La fina lluvia mojaba los dos cuerpos, mientras la noche luchaba por ocultarlos ante la parpadeante luz de la farola del patio.
El mundo parecía ajeno a lo que allí había sucedido. Gritos de riñas familiares salían por las ventanas, sonidos del tráfico que circulaba por la calle paralela, la alarma de una tienda llevaba horas sin apagarse, y los dos cadáveres seguían impasibles en el suelo con la única misión de estar muertos, un fácil papel para los que han dejado de respirar.
No hacía muchas horas el edificio parecía el mismísimo mercado de abastos. La gente corría de puerta en puerta, de planta en planta, hablando de la noticia. Todas las ventanas que daban a ese patio se habían abierto de par en par y la pregunta que más se repetía era: — ¿Es él?
Unos se reían, otros miraban con asombro, alguno escupió al patio, y, "Sor María", se puso a rezar, no es que fuera monja, pero, como en todos los edificios, siempre hay alguna beata que va a misa y luego despelleja a todo quisqui.
Cuando parecía que todo se había calmado y todos los vecinos ya se habían ido a sus casas, el presidente de la comunidad organizó una reunión extraordinaria para las doce de la noche a la que debían asistir todos. Apenas quedaba una hora para dicha reunión.
En la vivienda del presidente había una reunión previa a la general. Allí en el tercero A se encontraban:
* Vicente, el presidente.
* Sara, su mujer.
* Marta, la vecina del segundo A.
* y Joaquín, del tercero B y vicepresidente.
Sentados en el salón comentaban la situación que vendría a partir de la muerte de Luis, el vecino del cuarto A.
— ¿Sabéis quién lo ha hecho? —pregunta Sara —, todos teníamos razones para odiarlo, ¡¿pero matarlo?!
— Igual no fue nadie, igual fue un accidente. —dice Marta.
— No seas ingenua, alguien se lo ha cargado —le responde Sara —¿Y vosotros no decís nada?
— ¿Mujer, qué vamos a decir?, su muerte será un descanso para todos.
— ¡DESCANSO! —grita Sara.
— Shssss, habla bajo mujer.
—¿ Por qué tengo que hablar bajo?, la rata ya ha estirado la pata,... pero en lugar de descanso será un gran problema para todos los que aquí vivimos.
— ¿Problema?,... bueno si, quizás tienes razón. La policía vendrá a husmear aquí, y no nos interesa. — comenta Vicente mirando hacía Joaquín— ¿Qué te pasa que llevas tiempo sin abrir la boca?
Joaquín no responde.
— ¡Espabila! —le zarandea Sara.
— ¡¡Esta muerto!!
— Si Joaquín, nos hemos dado cuenta cuando lo vimos ahí tirado bajo la lluvia sin moverse. —le dice Marta— ¿Y Vicente, de qué vais a hablar en la reunión?
— Hablaremos de la subida del precio del bono del autobús... no, mejor, hablaremos de la mierda de pensión que nos ha quedado a los jubilados...
— Vicente, no es para tomarlo a broma.
— Claro que no Sara, hablaremos del cabrón que tenemos tirado en el patio. Podía haberse muerto en la estación del metro, pero no, el muy cabrón ha tenido que morirse ahí, a la vista de todos.
— Que no se ha muerto, que algún vecino se lo ha cargado —responde Sara— ¡¡Joaquínnnn!!, despierta ya de una vez y dí algo que nos sirva para solucionar el problemón que tenemos.
— ¡¡Esta muerto!!
— Joder que cantinela tienes hoy —dice Marta—, pensaba que tú te lo podrías haber cargado, os había estado escuchando discutir en la escalera esta tarde, pero, o eres muy buen actor, o en verdad te ha conmocionado su muerte.
— Yo no he sido. Sí, discutimos por lo de siempre, pero... ¡¡matarlo!!...yo nunca lo haría. "Dios", yo nunca lo haría —lo dice mientras oculta su cara entre las manos.
— Son las once y media y aún no hemos aclarado nada, ni hemos sacado ninguna idea de lo que podemos hacer.
— Pues llamar a la policía, ¿qué otra cosa podemos hacer Sara?
— Pues si yo fuera tú, si fuera el presidente, buscaría al culpable y se lo entregaría a la policía para que no investigará nada. Asesino a la cárcel, el muerto al foso, y los demás a vivir tranquilos. Porque igual no os habéis dado cuenta pero uno de nosotros, bueno yo no, pero el resto sois los posibles asesinos.
— Yo tampoco soy ningún asesino.
— Ni yo una asesina.
Responden Vicente y Marta mientras dirigen la mirada a Joaquín que seguía llorando con la cara entre las manos.
— Joaquín tampoco tiene sangre para ser el asesino. —dice Sara—. Si ninguno de nosotros ha sido, ¿Quién ha podido ser?
La lluvia sigue cayendo sobre el patio creando charcos que simulan un gran lago sobre el que flotan los dos cuerpos.
La única ventana que está abierta, desafiando a la fría y desagradable noche, es la de "Sor María" que sigue rezando al cielo por el hombre.
Los reunidos en el tercero A se callan por un instante cuando sienten picar a la puerta, todos se miran sin saber que hacer hasta que Vicente habla.
— Mujer, vete a ver quien llama a estas horas.
— Sara abre, Sara friega, Sara esto, Sara aquello,... más que tu mujer soy la chacha del portal... —va murmurando mientras camina hacia la puerta.
Julio y Babi los vecinos del primero A entran con Sara al salón.
— Buenas noches. — todos se saludan.
— Babi me tiene loco a preguntas desde que le vimos tirado en la calle, y como no puedo...
— Sí, claro, échame la culpa a mí. Eres tú quien no para de dar vueltas por casa, pareces un león enjaulado.
— ¡YO!, calla, calla, que estas mucho más guapa con la boca cerrada.
— ¡OYE!, no consiento que me mandes callar, ¿quién te crees que eres,.. quién..
— ¡BASTA YA!, si habéis venido a discutir entre vosotros mejor os vais a vuestra casa hasta la hora de la reunión.
— Perdón Vicente, tienes toda la razón, Babi y yo estamos muy nerviosos. ¿Se sabe que pasó?, ¿Avisasteis a la policía?
— No sabemos más que vosotros, y no, no hemos llamado a la policía, y esperemos que nadie lo haya hecho...
Editado: 09.06.2021