La confesión de Gabriel

CAPÍTULO DOS

Gabriel estaba muy feliz. Demasiado, en realidad. Las horas que le quedaron para trabajar se la pasó entre sonrisas, mirando a Diego cuando pasaba por su lado y corrigiendo algunos borradores de manuscritos de las nuevas novelas que iba a publicar la editorial. Pasó de ser una tarde muy aburrida a una que no quería que terminara, a veces se tenía que esconder en el baño para mojarse el rostro y decirse que estaba pasando, que era real.

Iba a tener una cita con el hombre que le había gustado desde hace ya tiempo.

Pronto, el día se había terminado, así como los demás que le seguían, y de repente, ya era sábado trece. Diego iba a pasar por él para irse a la feria, el lugar que Gabriel había elegido para pasar la tarde. Cuando se lo propuso en la llamada que habían tenido, Gabriel pensó que Diego le iba a decir que no, que mejor buscaran otro más adecuado para una salida—porque Gabriel creía que a la edad de Diego ya le iban a aburrir esos lugares—, pero al hombre la fascinó tanto que le dijo lo emocionado que estaba por salir con él.

Gabriel no lo podía creer.

A las cinco y diez Diego tocó la puerta de su departamento y Gabriel se tuvo que tomar muy rápido el enorme vaso con agua que se había servido. Corrió hacia la puerta, se acomodó la casaca y se bajó los pelos que tenía en punta, y la abrió. Delante se encontró con el guapísimo hombre que lo recibió muy sonriente y muy bien vestido.

Parecía que tenía puesto un traje pero realmente no lo era.

—¿Crees que voy muy elegante para la cita? No encontré una ropa que me agradara, tenía puros polos largos, pantalones aburridos y zapatillas que casi nunca limpio, y no iba a vestirme así de harapiento para ti.

Le dijo Diego, quien se estaba mirando la ropa. Gabriel rió un poco por lo apresurado que le había hablado.

—Solo un poco, ese pantalón negro hace que todo lo que lleves puesto te haga ver que irás a una reunión de oficina y no a una feria.

Diego alzó su cabeza y lo miró. Lo miró en silencio, de pies a cabeza, para luego levantar sus manos hacia la altura de su pecho y aplaudir. Gabriel se sorprendió por su gesto.

—Luces muy guapo, quién diría que te iba a ver un día sin tu traje y tus camisas blancas, me he ganado el premio mayor.

Gabriel, avergonzado— porque no se hacía tanta costumbre de recibir halagos—, agachó su cabeza y miró todo lo que se había puesto, cayendo en cuenta de que no se veía tan mal, si se hubiese comprado un poco más de ropa quizás también se habría vestido un poco más adecuado, como lo estaba Diego, aunque él nunca era de tanta formalidad cuando andaba en las calles.

Sonrió antes de volver a levantar su cabeza.

—Gracias.

Le dijo simplemente.

—Pero hablo en serio, realmente luces muy guapo, aunque siempre lo has sido, en la editorial la mayor parte de las chicas están muy interesadas en ti.

—¿En serio?

—Eres bellísimo para ellas.

—¿Y para ti?

Diego le guiñó el ojo derecho.

—Por dentro y por fuera, hermoso.

Gabriel sonrojó, por cómo lo había llamado y por ese coqueteo que nunca había creído recibir de él. Ahora entendía porque a las chicas de la editorial les gustaba que Diego fuese todo un galán.

—Entonces, ¿nos vamos?

—Vamos.

Una vez que Gabriel cerró la puerta de su departamento, caminó con Diego hacia el ascensor y luego hacia la puerta de la salida del edificio de departamentos. Afuera ya estaba haciendo frío y ya no habían tantos autos apretados en las calles. Parecía que esa tarde también iba a ser lo que Gabriel había estado deseando, hermosa y relajante, solo faltaba hacer que siguiera así hasta que cada uno regresara a su casa.

—Tres años.

Dijo de repente Diego, mientras caminaban a paso lento.

—¿Tres años?

—Desde que no he salido con alguien.

Gabriel le echó una mirada rápida.

—¿En serio?

—Así es, me siento oxidado con esto de las citas, tuve que ir a visitar algunas páginas de internet para saber que se hacía y lo que no se debería de hacer.

—Pero yo creí que-

—¿Era un experto en esto? No, no, pocas veces he llegado a tener citas, ninguna de las chicas con las que he llegado a ser coqueto me han aceptado una salida, es muy triste, ¿no lo crees.

Gabriel no supo que decir, estaba sorprendido en saber que al guapo de Diego nunca se le hacían fáciles tener citas con las chicas que andaba ligando. Habían hasta rumores en las oficinas, sobre que Diego había salido con Luana, con Alicia, con Marisol y hasta con la nueva pasante de redacción. Y Gabriel, crédulo, había creído en todas esas historias.

Si no les hubiera hecho caso, quizás no se habría tardado tanto en decirle sus sentimientos. Casi dieciséis meses guardándose todo. Que idiota.

—Creíste en lo que se decía en la oficina, ¿verdad?

Le preguntó Diego de pronto.

—Lo siento.

—¿Porqué te disculpas?

Gabriel no le respondió porque nunca había escuchado a alguien preguntarle, pero cuando empezó a pensarla lo único que pudo responderse es que era alguna clase de reacción que ya había tenido bastante tiempo, casi idéntico a lo que tenía su madre. Solo lo hacía cuando notaba que había incomodado a alguien. ¿Debería de decirle a Diego? La última vez que intentó explicarlo salió terrible. 

Se negó a hacerlo en cuánto lo recordó, quizás a Diego también le vaya a fastidiar escucharlo. En cuanto lo echó otra mirada, su mano fue tomada y los dedos del hombre se enlazaran sin ningún titubeo. Gabriel quedó mudo, mucho más de lo que estaba, ni siquiera podía hacer un gesto.

—Si te incomoda puedes alejarte, no tengo problema con eso.

No quería hacerlo, por supuesto que no. Porque esa sensación tan agradable de la mano de Diego que lo toma con una fuerza ligera lo hace rebozar de demasiada tranquilidad, había pasado mucho tiempo que nadie lo hacía sentir un poco querido. Gabriel extrañaba tanto el querer enamorarse. Sin embargo, aun tenía miedo.



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En el texto hay: romance, drama, lgbt

Editado: 23.01.2022

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