La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

PRIMERA PARTE: Desaparecidos - CAPÍTULO 2

—¿Y cómo has estado tú?— preguntó Ana, apoyando su mano sobre la de Akir.

—Bien. Después de viajar tanto todos estos años, es bueno estar en casa otra vez. ¿Qué hay de ti? ¿Extrañas Cryma?

Akir sintió la mano de ella tensarse sobre la suya. Se arrepintió de haber preguntado.

—Mi hogar está en Aros.

—Lamento haber mencionado...— comenzó Akir.

—Está bien, no te preocupes— lo cortó ella—. Por lo único que creo que regresaría, es para ver la tumba de nuestra madre una vez más.

—Estuve allí hace unos años. Le puse unas jarandas que llevé del bosque— comentó él.

—Lamento que tu tiempo con ella fuera tan corto... yo...— Ana enterró la cabeza entre sus manos y empezó a sollozar en silencio.

—Hey, hey— dijo Akir, acercándose a ella y abrazándola. Ella apoyó la cabeza en el pecho de él, agradecida por su consuelo—. ¿Qué pasa Ana? ¿Por qué estás realmente aquí?

—Quería verte— murmuró ella, secando sus lágrimas.

—Me halaga tu visita, pero es claro que hay algo más.

Ana sacudió la cabeza.

—Toda mi vida he estado escapando— comenzó ella—, perseguida por el pasado. Pero estos últimos años tranquilos en Aros me hicieron pensar mucho. Enfrenté muchos peligros y me gané el título de Lady Ana, la Valiente, pero lo único que nunca pude enfrentar fue mi pasado, mi origen. Decidí que para estar completa, necesitaba vencer mis temores, ir hasta el fondo de las cosas, saberlo todo. Por eso vine a verte, porque tú lo recuerdas todo, lo sabes todo.

—No estoy seguro de que sea buena idea revolver esas cosas, Ana— negó él con la cabeza.

—Por favor, Akir, necesito esto.

Akir suspiró, poco convencido.

La conversación se vio interrumpida por un sirviente que trajo dos platos de sopa humeante, vasos y una jarra de jugo de frutas.

—Gracias— dijo Ana.

Los dos hermanos tomaron la sopa en silencio.

—Cuéntame de tus aventuras— pidió Ana, tratando de levantar un poco el ánimo de la silenciosa cena.

—¡Uf! Por dónde empezar... Al principio no fue fácil abandonar a Frido con todo lo que había que hacer para recuperar la deteriorada posada. Quise venir primero aquí y quedarme a ayudarlo, pero él me animó a salir al mundo, a recorrer los caminos.

—Ojalá Randall me tuviera esa confianza— comentó Ana.

Akir se echó a reír.

—Frido solo me empujó a la aventura porque sabía que el abuelo estaría conmigo para cuidarme.

—¿Qué edad debemos tener para demostrar que no necesitamos niñera?— protestó Ana.

—Bueno, por lo menos yo no tuve que clavarle una daga a Frido para que me permitiera viajar.

—Me haces ver mal, hermano.

—Cada uno tiene que hacer lo que tiene que hacer— se encogió de hombros Akir.

—¿A dónde fueron primero?

—Zenir me llevó a conocer la península Everea. De camino, estuvimos en Kildare y en las ruinas de Estia y del antiguo Tu Danacum.

—Suena interesante.

—No tienes idea.

Akir se pasó el resto de la cena describiendo las ciudades y los paisajes que había conocido. Lo que más lo fascinaba era el mar. Los ojos de Ana brillaban al escuchar a su hermano.

Después del postre, una espléndida tarta de moras, Akir guió a Ana hasta su habitación. Ana abrió la boca fascinada al ver la enorme cantidad de objetos que adornaban la habitación. Esculturas, pequeños tapices, cuencos labrados, cuadros, espejos, y otros objetos cuyo significado escapaba a su comprensión: recuerdos de viaje.

—Increíble— murmuró Ana.

Akir recogió unos cuadernos que descansaban desordenados sobre la cama y los apiló en un rincón.

—Espero que no te resulte... bueno, opresivo.

—Me encanta— respondió ella—. Podría pasarme días apreciando cada objeto. ¿Qué son esos cuadernos? ¿Diarios de viaje?

—Más que nada dibujos.




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