La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

PRIMERA PARTE: Desaparecidos - CAPÍTULO 8

Los dos guardias en la entrada de la enorme tienda principal hicieron una reverencia al ver a Dana, y enseguida, uno de ellos entró en la tienda para anunciar su llegada. Nuada no tardó en asomarse por la puerta.

—¡Dana! ¡Hija! ¡Qué gusto verte!— dijo Nuada, abrazándola. Ella ensayó una sonrisa poco convincente—. ¿Dónde está mi nieto?— preguntó, paseando su mirada en derredor.

—Quiso ir con Pol a recorrer la ciudad— explicó Tarma desde atrás.

Nuada hizo un gesto de disgusto, pero no dijo nada.

—Vendrá para la cena— aseguró Dana a su padre.

—Mientras ustedes dos charlan, me haré cargo de los arreglos para la cena— dijo Tarma, y saludando con la mano, se retiró, dejándolos solos.

—Ven adentro, hablemos— dijo Nuada a Dana. Ella asintió y lo siguió adentro de la tienda.

Dana sonrió ante la opulencia de las alfombras y los muebles dentro de la tienda, todo digno de un rey. Obra de Eltsen, sin duda.

—¿Qué es lo que se trae entre manos tu marido esta vez?— dijo Nuada, sentándose en una silla y señalando otra para invitar a Dana a sentarse del otro lado de una enorme y robusta mesa de madera.

—Él explicará todo cuando venga— fue la evasiva de Dana.

—¿Y cuándo será eso?

—Está en camino— aseguró ella.

—¿Por qué no vino contigo y con el niño?

—Tenía otras cosas que hacer antes. Se nos unirá pronto.

—¿Otras cosas que hacer? Yo también tenía otras cosas que hacer, y sin embargo vine aquí a pedido suyo— reprochó Nuada.

—Lo sé, padre, pero si Lug los convocó es por un asunto importante.

—No dudo que sea importante. La pregunta es, ¿importante para quién?

—Para el Círculo, claro— respondió ella.

—¿Para el Círculo?— bufó él, sarcástico—. ¿Te refieres al Círculo que él rompió?

—Eso fue hace más de quince años, padre. ¿Cómo es posible que aun estés resentido por eso? Mira a tu alrededor, el Círculo no se ha desintegrado ni se ha sumido en una era de oscuridad como predijo Calpar.

—Hasta ahora— le retrucó Nuada.

—Padre…

—¡Dana!— los interrumpió una voz desde la puerta de la tienda. Dana dirigió su mirada al recién llegado.

—¡Calpar! ¿Cómo has estado?— dijo ella, levantándose para ir a abrazarlo.

—Muy bien— dijo él, palmeándole la espalda—. ¿Dónde está Lug?

—Justo estaba diciéndole a mi padre que Lug se nos unirá pronto y nos dirá de qué se trata todo esto.

Los dos fueron hasta la mesa y se sentaron junto a Nuada.

—¿Puedes adelantarnos algo? Nuada y yo hemos estado especulando, pero no tenemos idea de la razón de esta convocatoria.

—Yo tampoco sé mucho al respecto, Calpar. Me temo que tendremos que esperarlo a él— respondió Dana.

—¿Y dónde está?— preguntó Calpar.

—Tenía otras cosas que hacer y decidió que nosotros podíamos esperar— intervino Nuada, mordaz.

Se hizo un incómodo silencio. Calpar paseó la mirada entre Nuada y Dana.

—Estoy segura de que sus razones son importantes…— trató de excusarlo Dana.

—¿Las razones por las que nos convocó aquí o las razones por las que nos dejó plantados?— gruñó Nuada, disgustado.

—Nuada, como siempre tu ira no te deja ver lo obvio— lo amonestó Calpar.

—¿Qué?

Calpar se volvió hacia Dana.

—La pregunta no es dónde está él, sino por qué no está Dana con él, dondequiera que esté. Dana, ¿qué pasó? No se han separado desde que se encontraron en la batalla de Faberland. ¿Por qué ahora?

—Porque algo muy grave sucedió. No sé qué es, pero sí sé que es lo suficientemente serio como para enviarme a mí y a Llew con ustedes, con quienes sabe que estaremos protegidos— respondió ella.




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