La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

SEGUNDA PARTE: Incomunicados - CAPÍTULO 27

Cuando Dresden entró al comedor, Overkin estaba esperándolo.

—¿No puedo siquiera desayunar en paz?— protestó ante el ceño fruncido de su consejero.

—Legas tenía razón, aumentarle la dosis no es conveniente. Ayer atacó a la sirvienta, y los guardias tuvieron que someterlo a la fuerza y atarlo a una silla por el resto del día.

—Tengo asuntos más importantes que preocuparme por él, Overkin.

—Por el contrario, con los eventos que se avecinan, creo que él será una figura clave, y sería prudente tenerlo de nuestro lado.

—¿Crees que no lo sé? ¿Por qué crees que le dije a Legas que le aumentara la dosis? Necesito asegurarme de que no recuerda nada.

—La dosis habitual es más que suficiente para eso. La nueva dosis le hace olvidar lo que pasó meras horas antes y lo pone violento. Estimo que eso no es conveniente para tus planes.

Dresden solo respondió con un gruñido de asentimiento y se sentó a la mesa ante su opíparo desayuno.

—Dresden, sé que son tiempos difíciles— suspiró Overkin—. No estoy aquí para hacértelos más difíciles, sino para ayudarte a encontrar una solución.

—Lo sé, Overkin, lo sé— respondió Dresden, suavizando el tono e invitando a Overkin a sentarse a la mesa con él con un gesto de la mano—. De todos los consejeros que me rodean, sé que eres el único en el cual puedo confiar sin recelos. Es solo que todo este asunto me tiene los pelos de punta. Todo esto es mucho más complicado que la amenaza del norte. Huber se trae algo entre manos. No sé qué es, pero no me gusta nada.

—Él podría hacer trizas a Huber— comentó Overkin.

—No lo sé, sin sus ojos, ¿qué puede hacer?

—Tal vez arrancárselos no fue acertado.

—Un poco tarde para eso.

—Aun así, creo que puede ser de gran utilidad.

—¿Qué hay de sus tendencias suicidas?

—La chica ha logrado asearlo y hacer que coma. Creo que ha cambiado de parecer acerca de dejarse morir.

—Si ha decidido vivir, debe estar ávido de información— comentó Dresden.

—Tal vez sea el momento de dársela— le respondió Overkin.

Dresden asintió.

—Dile a Legas que vuelva a la dosis normal. Mañana iré a verlo— anunció Dresden mientras pelaba una pera con su cuchillo.

—Buena idea— respondió Overkin, poniéndose de pie para retirarse.

En el pasillo, Overkin se encontró con la madre de Gloria.

—Lord Overkin— lo saludó ella con una reverencia.

—Iris, ¿qué haces aquí?

—Señor, lamento molestarlo, pero me preocupa mi hija Gloria.

Overkin suspiró y le hizo seña a la mujer para que lo siguiera hasta sus habitaciones para conversar en forma más privada. Desde el accidente de Gloria, cuando Dresden la atropelló con el caballo, Overkin había detectado una inteligencia en Iris que infirió le sería útil. El accidente había sido un hecho desafortunado. Había ocurrido frente a toda la gente en el mercado y naturalmente había que actuar rápido antes de que todos pensaran que su rey era un tirano irresponsable y sin la menor preocupación por el destino de sus súbditos. A Dresden le importaba un bledo que la muchacha muriera o viviera, pero Overkin, siempre razonable y político, había anunciado de inmediato que el rey estaba muy perturbado por el accidente y que cuidaría de la muchacha en su propio palacio, haciendo todo lo posible por salvarla. Naturalmente, traer a Gloria al palacio había significado traer también a su madre, la única con la que la muchacha podía comunicarse.

Al principio, no fue la utilidad de Gloria la que hizo que Overkin aceptara emplearlas en el palacio, sino la de Iris. Con Iris en las cocinas, Overkin estaba siempre informado de cualquier detalle que se filtrara desde el Concejo y podía actuar en consecuencia para controlar los daños. Fue solo después, que la condición de Gloria la hizo aun más útil que su madre.

Overkin había dejado siempre bien en claro que su mano estaba en todas las bondades que Iris y Gloria disfrutaban en el palacio. Esto mantenía a Iris siempre agradecida con su protector, y por lo tanto leal a él en todo.

Cuando Dresden le hizo cortar la lengua a Gloria en uno de sus intempestivos arranques, Overkin apaciguó las cosas con Iris, haciéndole creer que gracias a él, Dresden no la había mandado directamente a la horca.




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