La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

TERCERA PARTE: Rehenes - CAPÍTULO 39

—Cuéntame del ataque— reiteró Humberto.

—De acuerdo— accedió Lug—. El alcalde de Cryma vino a buscarme.

—¿Cryma tiene alcalde? ¿Desde cuándo?

—Hace varios años, ya. ¿Vas a dejar que te cuente o vas a interrumpirme a cada rato?

—Lo siento, prosigue.

—Estaba muy asustado y es un hombre que ha pasado por experiencias que lo han fortalecido, así que si estaba asustado, significaba que las cosas eran serias. Fui hasta Cryma y me encontré con algo que nunca había visto. La mitad del pueblo había sido masacrada de forma horrenda, y cuando digo la mitad, me refiero exactamente a la mitad. Los edificios de la mitad sur habían sido cortados a la mitad junto con sus habitantes. Había torsos sin piernas o piernas sin torsos o solo la mitad derecha cercenada de la cabeza hasta la ingle. Las casas también estaban cortadas a la mitad, sus interiores expuestos. El espectáculo era sangriento e inconcebible.

—¿Por qué inconcebible?

—Porque solo estaban las mitades de todas las cosas y personas. Ninguna mitad de cuerpo correspondía a ninguna otra en el lugar. Las mitades faltantes de las casas no habían colapsado ni explotado, simplemente habían desaparecido. No había un solo gramo de escombros en el lugar.

—¿Testigos?

—Los únicos que vieron el ataque son los que quedaron cortados a la mitad. Los demás solo escucharon un estruendo feroz, algo como un rayo tronando dentro de sus oídos.

—¿Rastros de criaturas? ¿Elementos fuera de lugar?

—Nada.

—Lo que describes obviamente no es un ataque de fomores ni de las tropas de Dresden. Más bien parece obra de otro tipo de criaturas— observó Humberto.

—Lo sé— asintió Lug.

—Suena como un transporte fallido provocado por tetras— concluyó Humberto.

—Fue lo que yo también pensé— acordó Lug.

—Imagino que fuiste a confrontarlos al respecto.

Lug permaneció en silencio.

—Vamos, Lug, si quieres que te ayude con esto debes contarme todo— lo instó.

—Gracias, pero no quiero tu ayuda.

—Dime qué te llevó hasta Dresden.

—¿Por qué te importa tanto eso?

—Tengo mis razones.

—Dime tus razones y te diré cómo llegué a Colportor.

Humberto suspiró y observó a Lug por un largo momento, considerando si confiar sus secretos a Lug o no.

—De acuerdo, supongo que tarde o temprano te vas a enterar. Algo está mal aquí en el sur.

—¿Qué es?

—No lo sé con certeza todavía— dudó Humberto—. Lo que sea que es, no es nada bueno. Hace un tiempo que comencé a investigar el asunto. Mi primera hipótesis fue que era alguien del norte, tratando de meter la mano en los asuntos de este lado de la cordillera.

—En una palabra, pensaste que era yo— concluyó Lug.

Humberto asintió.

—Tu presencia aquí casi lo confirmó.

—No tengo nada que ver con lo que está pasando. ¿Por qué pensarías que yo quería meterme con el sur? Me conoces, sabes que no haría nada para alentar ningún conflicto.

Humberto se encogió de hombros.

—El Lug que conocí en el otro mundo y el Lug de este diario— dijo, levantando el libro— no lo haría. Pero el poder que lograste en tu segunda venida... bueno, es sabido que el poder corrompe a muchos.

—¿Qué insinúas?

—Un hombre solo no puede llegar a tu posición sin hacer algún tipo de alianza con fuentes más grandes de poder.

—¿Crees que pacté con Wonur?— preguntó Lug, asombrado.

—Lo que pasó en ese duelo del que hablas solo lo sabes tú.

—Estás demente. ¿Cómo puedes pensar que pacté con Wonur cuando en realidad fui yo mismo el que lo volvió a su prisión?

—Suena cómo pacto y traición.

—¡Por favor!

—Entonces, dime la verdad, ¿por qué estás realmente aquí? Si alguien te tendió una trampa para atraerte de este lado de la cordillera, pruébalo.




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