La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

TERCERA PARTE: Rehenes - CAPÍTULO 40

—Fui hasta el Paso Blanco, en las sierras de Rijovik. Era el lugar más cercano en donde había tenido contacto con tetras. Estuve un buen rato intentando contactarlos sin mucho éxito. Cuando estaba a punto de darme por vencido, sobrevino el silencio característico que precede a su aparición. Me quedé allí un momento y percibí una de las capas de los patrones de uno de ellos. Comencé a escuchar la música de su idioma, pero en cuanto el tetra me reconoció, comenzó a hablarme en mi idioma. Le expliqué lo que había pasado en Cryma y le pregunté por los motivos de tal agresión por parte de los de su especie. El tetra negó cualquier participación en el asunto.

—Por supuesto— murmuró Humberto por lo bajo.

—Ella se ofreció para averiguar si otros grupos no estaban involucrados, pero me dijo que el tipo de ataque no era típico de los de su gente.

—¿Ella?

—Su nombre es Lara, bueno, al menos ese es el nombre que yo le di para poder llamarla de alguna forma. Ya habíamos tenido contacto antes y nos hicimos amigos. Nuestra amistad le costó la pérdida de su puesto como Centinela en la cordillera del Norte. Fue desterrada a custodiar el Paso Blanco, que aparentemente, es una degradación entre los suyos.

—Bueno, parece como si estaba buscando alguna forma de vengarse de ti por su situación— comentó Humberto.

—No. Lara me dijo que su amistad conmigo era más importante que su función entre los suyos, que no le importaba haber sido trasladada a un lugar de menor importancia.

—¡Escúchate! ¡Eres una flagrante contradicción! Primero me dices que no crees que los tetras hayan sido los causantes del ataque porque no les interesa relacionarse con nosotros, y luego me hablas de una tetra a la cual le importa más ser tu amiga que conseguir estatus entre su gente.

—La moral, mentalidad y organización social de los tetras es complicada, y en general está más allá de mi comprensión— se defendió Lug.

—Precisamente por eso, no puedes aceptar la palabra de la tal Lara.

—No fueron ellos, Humberto— insistió Lug.

—¡De acuerdo!— levantó Humberto los brazos en señal de rendición—. ¿Entonces quién?

—Lara me explicó que para realizar una acción como la que yo le había descripto, se necesitaba una gran cantidad de energía.

—¿Y ella sabía quién era capaz de manipular esa energía?

—No, pero podía seguir su rastro, saber desde dónde había sido proyectada. Me dijo que una cantidad tan grande de energía no se disipaba fácilmente y que ella podía rastrearla desde Cryma hasta su origen.

—Interesante. Déjame adivinar: el rastro llevaba hasta Colportor.

—Sí, o por lo menos a las zonas aledañas.

—Y entonces decidiste venir con tu hijo a investigar— completó Humberto.

—¿Mi hijo? No, vine solo— corrigió Lug.

—Vamos, Lug, sé que tu hijo está aquí.

—No sé de qué hablas. Lara me transportó directamente desde el Paso Blanco hasta el Valle Verde, cerca de Colportor, solo.

—Buen intento, pero tu historia tiene muchos agujeros. ¿Dónde estaba Dana mientras tú tomabas el té con Lara?

Lug no contestó. Al ver el estado desesperado de Colib al llegar al bosque de los Sueños a buscarlo, había juzgado que no era conveniente que su hijo Llewelyn, de solo quince años, viera la masacre. Sin saber exactamente a qué se enfrentaba, decidió que Llewelyn debía quedarse al cuidado de su madre en su casa del bosque mientras él iba con Colib a investigar. Al ver la magnitud del problema, se había comunicado con Dana por medio de un canal, y le había dicho que empacara y se dirigiera hacia el norte por el Paso Ancho, hacia Faberland, y pidiera asilo a Eltsen y Tarma. Le dijo que la situación era seria y que debía comunicarse con su padre y con Calpar. Él se les uniría allá para discutir la situación. Naturalmente, Dana había protestado vehementemente cuando le dijo que debía evitar pasar por Cryma y que no debía venir a buscarlo a él bajo ninguna circunstancia. Cuando ella le preguntó a dónde iba a estar él mientras tanto, él simplemente cortó el canal y bloqueó todos los otros intentos de comunicación de ella. No quería que siquiera sospechara que tenía intenciones de ir al Paso Blanco. Sabía que lo seguiría hasta allá, poniéndose innecesariamente en peligro. Dana debió estar furiosa con sus bloqueos. Lug se preguntó si el enojo le había durado tanto como para no intentar comunicarse con él en el último año.




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