La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

TERCERA PARTE: Rehenes - CAPÍTULO 41

Alivio. Su hijo estaba a salvo. Pero Akir era prisionero de Dresden, tal como Ana lo había sospechado. Lo extraño era que no estaba en el palacio. No tenía sentido.

Humberto reapareció a la hora de la cena. Una vez más, sus sirvientes fomores proveyeron buena comida y vino, y Humberto y Lug cenaron a la luz de las lámparas de aceite colgadas de la pared. Un aire húmedo entraba por las ventanas abiertas, y se podía escuchar el chirriar de los insectos en el jardín. Desde dónde estaba, Lug podía ver algunas estrellas asomando tímidamente por el horizonte. Las estrellas del Círculo siempre le recordaban a Dana. Buscó en vano a Aros, la estrella del norte, que no se veía de este lado de la cordillera.

—¿Quién es Ana?— preguntó de pronto Humberto.

Lug se atragantó con su comida. Si Humberto sabía sobre Ana...

—Lug, no me hagas repreguntar todo o recordarte tu posición en esta situación. Y de seguro tampoco necesitas que te recuerde la posición de Juliana y el joven Augusto.

—Ana es una amiga— respondió Lug, tratando de controlar sus deseos de ahorcar a Humberto ante la mención de Juliana y Augusto.

—Tienes muchas amigas. Supongo que Dana no es celosa o estarías en problemas.

—¡Por el Gran Círculo! ¡Ana podría ser mi hija!— protestó Lug.

—Interesante respuesta. Puesto que Ana es hermana de Akir, me preguntaba si sería tu hija.

—¿De dónde sacas todo eso?

—Bueno, verás, yo también tengo una amiga con muy buenas fuentes.

—¿Quién?

—Alguien que también fue tu amiga, pero que ahora trabaja para mí.

—¿Gloria?— preguntó Lug, incrédulo.

—La misma. Desde que Ana regeneró su lengua y curó su sordera, está de lo más locuaz. Todavía necesita trabajar un poco con su pronunciación, pero ha hecho grandes progresos. Es una chica rápida e inteligente.

—Gloria nunca te ayudaría a mantenerme cautivo.

—Por supuesto que no, ella te adora. Pero ella no sabe que estás aquí como huésped a la fuerza. Piensa que estoy protegiéndote. Que en realidad, no deja de ser cierto.

—No. Gloria no confiaría en ti.

—Gloria es una chica práctica. Tenemos un arreglo que nos beneficia mutuamente.

—¿Qué arreglo es ése?

—Yo la ayudo a vengarse de Dresden a cambio de información. ¿Sabías que la muy zorra puede leer los labios? Oh, sí, claro que lo sabías. Mientras Dresden la puso a atenderte, pensando que no podrían comunicarse, ella se las arregló para hablarte y ayudarte a recobrar tu memoria. Bueno, lo cierto es que esa chiquilla a la que todos consideraban menos que retrasada mental, ha estado siguiendo las conversaciones secretas del Concejo de Dresden por años, lo cual me resulta sumamente útil.

—¿Cuál es exactamente tu relación con Dresden?

—Una de mutua desconfianza, pero de tolerancia diplomática. Pero odiaría aburrirte con las intrigas políticas del sur, así que volvamos a un tema más interesante: ¿quién es Ana en realidad? Gloria dice que fue ella la que restituyó tus ojos y tu memoria, así que estamos hablando de alguien con una habilidad más que común. Si tenemos en cuenta que su hermano también tiene una habilidad muy especial... bueno, no es descabellado pensar que los dos son hijos tuyos.

—Seguramente no vas a creerme, pero no son mis hijos— negó Lug con la cabeza.

—Sí, bueno, Gloria opina lo mismo, pero tenía que preguntártelo de todos modos. Aclarado esto, debo saber, ¿quién es su padre?

—Su nombre era Efran.

—¿Efran? No recuerdo ningún Efran entre los Antiguos.

—Efran no era un Antiguo, era un espía de Bress.

—Efran... ahora que lo pienso, he visto ese nombre en algún lado— comentó Humberto, pensativo.

De repente, Humberto se puso de pie y salió de la habitación. Volvió unos minutos más tarde, hojeando el diario de Lug con atención.

—Bueno, bueno— sonrió—. Parece que estás diciendo la verdad. Las habilidades las heredaron de su madre, la hija de Zenir.

—¿Dónde está Ana?— preguntó Lug.

—Intentando rescatar a su hermano, supongo. No tendrá suerte con eso.




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