La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

CUARTA PARTE: Aliados - CAPÍTULO 56

—¿Alguna novedad?— preguntó Nuada, preocupado al ver entrar a Calpar a su tienda.

—Nada. El muchacho no está por ninguna parte— respondió Calpar.

—¿Qué voy a hacer, Calpar?

—Explícame de nuevo lo que pasó.

Nuada suspiró.

—Inicié la conexión y lo instruí para que no perdiera contacto físico conmigo, para poder guiarlo. Todo iba bien, pero de repente, lo invadió una emoción muy fuerte, estaba muy asustado, quería escapar. Intentó soltarse de mis manos, pero lo sostuve. Finalmente, logró soltarse de todas formas, y allí fue cuando sentí que se desvanecía.

—¿Qué se desvanecía? ¿Se desmayó en medio de la conexión?

—No lo sé. Sentí que se desintegraba… ¿Qué viste exactamente cuando entraste?

—Lo que describes: lo vi perder substancia física, parecía un espectro, y luego desapareció.

Nuada se tambaleó de pronto y se sostuvo del borde de la mesa.

—¿Estás bien?— corrió Calpar a sostenerlo.

Nuada levantó la vista hacia el Caballero Negro, sus ojos estaban vidriosos.

—Es Dana— articuló Nuada con dificultad—. Está abriendo un canal.

—¿Estás seguro? Solo se ha comunicado con Tarma, y en los últimos quince días, ni siquiera eso.

—Conozco cómo se siente un canal de mi hija, es ella.

—Esto no es bueno. Algo grave debe haber pasado para que quiera comunicarse directamente contigo.

—Ayúdame— pidió Nuada.

Calpar lo sostuvo y lo ayudó a sentarse en una silla.

—Nuada, sé que es difícil pero… debes decirle, debes contarle lo que pasó con su hijo.

—Déjame solo, por favor.

Calpar asintió suspirando y salió de la tienda. Nuada cerró los ojos para concentrarse mejor y poder contestar el llamado de su hija.

—¿Padre? ¿Puedes oírme?

—Sí, Dana, querida. ¿Todo está bien?

—Todo bien.

—¿Encontraste a Lug?

—Todavía no, pero tengo una buena pista de su paradero.

—Qué bueno, hija. Supongo que no querrás decirme dónde estás o a dónde vas…

—No, padre, lo siento, todavía no.

—Entiendo.

—¿Qué te sucede?

—¿Por qué lo preguntas, hija?

—¿No me regañas? ¿No me amenazas para que te diga mis planes? ¿No me sermoneas sobre la irresponsabilidad de mis acciones? Ése no es el Nuada que conozco.

—Me temo que soy el menos indicado para acusarte de irresponsabilidad cuando yo mismo he cometido la más grande de las irresponsabilidades. Oh, Dana, debo decirte algo, algo muy grave ha sucedido y es mi culpa. Entenderé si me odias por el resto de tu vida, entenderé incluso si decides que merezco morir por lo que hice.

—Padre…

—No, por favor, déjame terminar, déjame explicarte. Sé que de nada valen las excusas. No importa que te diga que mis intenciones eran ayudar, que nunca quise que las cosas salieran así. Tampoco voy a culpar a otros o a las circunstancias, la responsabilidad es totalmente mía y la asumo como tal. No me atrevo siquiera a pedirte misericordia porque sé que no la merezco. Tú eres la reina de los Tuatha de Danann, y como tal, mi destino está en tus manos para que me juzgues por el terrible crimen que he cometido. Quiero que sepas que aceptaré tu decisión, cualquiera sea y que me someteré a tu voluntad.

—Padre, por favor, escúchame…

—No, por favor, tú escúchame a mí. Escucha la confesión de mi crimen, y entonces comprenderás que no exagero, pues no existe peor crimen que arrebatarle un hijo a su madre. Especialmente cuando lo dejaste a mi cuidado, especialmente cuando me prohibiste hacer lo que yo irresponsablemente decidí hacer de todas formas, poniendo en peligro la vida de tu hijo. Mi querida Dana, estoy resignado a que tu perdón es imposible, pero igualmente lo imploro, tal vez para morir con un poco menos de la angustia que me atormenta por haber sido el causante de la muerte de Llewelyn. Dana, hice una conexión con él, a pesar de que me pediste que no lo hiciera. Desperté su habilidad, a pesar de que me dijiste que esa era una tarea destinada a su padre. Oh, Dana…— se quebró Nuada, sollozando—. Se escapó de mis manos, se soltó y desapareció ante mis ojos, desvaneciéndose en la nada. Todo Faberland lo ha estado buscando sin descanso, pero me temo que Llewelyn ya no está entre los vivos.




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