La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

CUARTA PARTE: Aliados - CAPÍTULO 62

—¿Cómo es que puedes hablar?— le preguntó Franz a Gloria.

—Ana me sanó.

—¿Cómo es posible?

—Es una Sanadora muy poderosa. Sus manos pueden restaurar el cuerpo y la mente de una persona.

—No lo entiendo, es como un milagro.

—Sí, ella es una hacedora de milagros.

Franz se volvió hacia Ana:

—Gracias por sanarla— le dijo—. Dime cómo puedo agradecértelo.

—Solo dime la verdad, Franz. ¿Qué estabas haciendo en Colportor vestido de aldeano?— le repreguntó Ana, que aun no estaba del todo convencida de las buenas intenciones de Franz.

Franz suspiró y se armó de paciencia.

—Me vestí de aldeano para tener más fácil acceso a las cocinas del palacio y a la gente de la ciudad. Nadie iba a darme información sobre Gloria si estaba vestido como noble.

—¿Cómo supiste dónde encontrarla?

—Solo fue casualidad. No tenía idea de que la encontraría en el camino fuera de la ciudad.

—¿Casualidad? Pero entonces, ¿qué hacías en el camino? ¿A dónde ibas?

—Iba tras el carruaje del lord Huber.

—¿Por qué? ¿Pensaste que Gloria iba con él?

—No, pero vi algo muy sospechoso y decidí investigar. Vi a lord Huber y a su bestia sirviente arrastrando a un hombre inconsciente y metiéndolo en su carruaje a escondidas.

—¿Qué hombre?

—No lo sé.

—Descríbelo.

—Camisa blanca, pantalón negro, muy delgado, casi desnutrido, cabeza rapada.

—¡Es él!— exclamó Gloria.

—¿Qué más?— lo urgió Ana.

—Llevaba también una caja de madera alargada, de las que se usan para guardar espadas.

—El hombre… ¿estaba herido?— preguntó Ana con un nudo en la garganta.

—No lo creo. Pienso que estaba solo desmayado. Lo subieron al carruaje con mucho cuidado, como si no desearan que se golpeara. ¿Conoces a ese hombre?

Ana asintió.

—Es un amigo mío. Dresden lo mantuvo drogado y torturado en sus mazmorras. Luego lo puso en una habitación del palacio al cuidado de Gloria.

—¿Es un espía del norte?— preguntó Franz.

—Su nombre es Lug y no es un espía— aclaró Ana—. Aunque entiendo que Dresden debe haberlo presentado así a sus nobles.

—Sí— confirmó Franz.

—Lug escapó, y se suponía que iba a encontrarnos en el bosque, pero nunca llegó.

—Creo que tu amigo está ahora en manos de lord Huber— dijo Franz.

—¿Quién es ese Huber? ¿Qué querría con Lug?

—No lo sé— se encogió de hombros Franz—. Lord Huber no es muy querido en el Concejo. Mi padre dice que tiene su propia agenda y que nadie sabe bien cuál es.

—¿Por qué no lo quieren?

—Por su carácter maquinador, supongo, pero más que nada porque siempre anda rodeado de esas bestias que usa de sirvientes y guardaespaldas.

—¿Fomores?— preguntó Ana, recordando al cochero del carruaje que vio pasar antes de encontrarse con Franz en el camino.

—No sé lo que son los fomores, pero las bestias de Huber son animales subhumanos que se deleitan en asesinar y devorar humanos. Parecen grandes monos peludos. Su complexión es grande y fuerte, y siempre van armados con hachas y puñales. Aunque son animales feroces, su inteligencia es casi humana, creo que hasta pueden hablar.

Ana asintió, preocupada, las bestias que estaba describiendo Franz sí eran fomores.

—¿A dónde crees que Huber está llevando a Lug?

—A su palacio en las Marismas, supongo. Lord Huber vive en un enorme palacio rodeado de pantanos, al sureste de las tierras de mi padre.

—¿Puedes guiarnos hasta allá?

—Claro. El castillo de mi padre está de paso, podemos conseguir más ayuda allí.

Ana tomó su puñal y comenzó a cortar las enredaderas con las que había atado a Franz.




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