La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

CUARTA PARTE: Aliados - CAPÍTULO 70

Lug se acercó a Juliana, que estaba sentada en el suelo, abrazada a Augusto, llorando en silencio.

—Mi promesa sigue en pie— le dijo suavemente, arrodillándose junto a ella—. Los enviaré a casa, encontraré la forma.

—¿Cómo?— lo cuestionó Juliana, descorazonada.

—Tengo amigos que pueden ayudar. Podemos encontrar un portal natural, como el de Tara… No me daré por vencido.

—Aun con todos los recursos a nuestra disposición, internet, transporte aéreo; estuvimos años para encontrar el de Tara. ¿Cómo vamos a encontrar uno aquí? ¿Cuánto tiempo vamos a tardar en llegar hasta él caminando? Para cuando logremos encontrarlo, si es que lo logramos, ¿cuánto tiempo habrá pasado? Luigi pensará que estamos muertos.

—No sé cuánto tiempo va a llevarme solucionar esto— admitió Lug—, pero el tiempo está desfasado aquí.

—¿Qué quieres decir?

—Un año aquí es solo un mes del otro lado. Sé que Luigi va a preocuparse, pero al menos, la espera no será tan larga para él— trató de consolarla Lug.

—Mamá— habló Augusto—, si Lug dice que va a conseguir regresarnos, yo confío en él.

—Sí, querido, yo también confío en él— le acarició la cabeza su madre.

—Mientras tanto— siguió el chico—, creo que debemos disfrutar la aventura más grande de nuestras vidas. ¡Estamos en el Círculo! ¡Estamos con Lug! ¿No es lo que papá y tú siempre anhelaron? Es una lástima que él se lo esté perdiendo, pero…

Su madre sonrió entre las lágrimas y le besó la frente.

—Siempre el eterno optimista… pero creo que tienes razón, hijo.

Augusto asintió, abrazando una vez más a su madre.

—Lug— comenzó Juliana—, hasta que podamos regresar a nuestro mundo, te acompañaremos y te ayudaremos en lo que podamos para poder rescatar al hermano de Ana y a la madre de Gloria.

—Gracias, Juliana, gracias, Augusto. Su ayuda será muy valiosa.

Lug se puso de pie y se dirigió a todos:

—Tenemos que salir de aquí. Dresden podría decidir volver por esta zona a buscarnos.

—¿A dónde iremos?— preguntó Ana.

—Humberto va a llevarnos hasta Akir, ¿no es así Humberto?— se volvió Lug hacia el prisionero.

—¿Humberto sabe dónde está mi hermano?— preguntó Ana con cierto recelo.

—Eso dice, a menos que sea otra de sus mentiras— respondió Lug.

—Lo que digo es verdad, puedo guiarlos hasta allá, pero como ya te dije, Lug, no puedes entrar ahí— confirmó Humberto.

—Ya es hora de que nos digas dónde está ese lugar y de qué se trata— le exigió Lug.

—El lugar está al norte del valle Verde, escondido entre las montañas— confesó Humberto—. En cuanto a de qué se trata, no puedo explicarlo porque no lo sé.

—Lug— lo tomó Ana del brazo—, ¿es confiable esta información?

—Tan confiable como todo lo que sale de la boca de Humberto— admitió Lug—, pero es nuestra única pista por el momento, y creo que debemos seguirla.

Ana asintió.

—¿Qué hay de la madre de Gloria?

—Franz y yo la buscaremos en Colportor— anunció Gloria.

—Pasaremos primero por el castillo de mi padre— explicó Franz—. Quiero asegurarme de que está todo bien allí, que Dresden no le ha hecho daño.

—Los acompañaremos— le dijo Lug.

—No, no se preocupen por nosotros, nos manejaremos mejor solos. Además, debe haber precio sobre sus cabezas. Lo mejor es que no se acerquen a Colportor.

—¿Están seguros?

—Seguros— confirmó Gloria.

—¿Alguna sugerencia sobre cómo llegar al valle Verde sin pasar por Colportor?— inquirió Ana.

Franz se acuclilló, y tomando una ramita, comenzó a dibujar un rudimentario mapa en el suelo:

—Lo mejor es que tomen hacia el oeste, rodeando las tierras del Barón Filstin por el sur. Llegarán a un camino ancho que une el castillo de Filstin con el de lord Merkor a orillas del mar. Eviten el camino y sigan a campo traviesa hacia el norte, hasta el río Remor. A esa altura, el Remor es bajo y fácil de cruzar. Desde allí, podrán seguir protegidos por el bosque, al oeste de Colportor y luego hacia el valle Verde.




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