La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

CUARTA PARTE: Aliados - CAPÍTULO 71

Llegando a los alrededores del lado sur de las tierras de Vianney, Franz, Gloria y su escolta vieron a un aldeano que les hacía señas para que se detuvieran.

—¿Qué sucede buen hombre?— inquirió Franz, tirando de las riendas de su caballo para detenerlo ante el campesino.

—Mi señor, tengo un mensaje de su padre— dijo el hombre, haciendo una reverencia.

—¿Leber?— respondió Franz al reconocer al mayordomo del castillo—. ¿Qué haces aquí? ¡Y vestido así!

—Señor, tenemos que hablar.

Franz se apresuró a desmontar, y Gloria hizo lo propio. Los dos siguieron al mayordomo hasta una pequeña choza.

—¿Qué pasó, Leber?— lo urgió Franz.

—El rey Dresden está en el castillo con una fuerza armada.

—¡¿Qué?!— exclamó Franz—. ¿Está bien mi padre?

—Sí, hasta ahora ha logrado jugar su carta de inocencia con éxito. Pero para que siga teniendo efecto su actuación, usted no debe aparecer en el castillo, y menos con la muchacha— explicó Leber, indicando a Gloria con la cabeza.

—¿Qué quiere Dresden de mi padre?

—Está buscando a los dos fugitivos.

—Huber y Lug— asintió Franz.

—Revisó el castillo de arriba a  abajo, pero no encontró nada. Lug y su gente estuvieron aquí, pero se marcharon ayer.

—Lo sé. Nos encontramos con ellos en los pantanos, del lado sur. ¿Sabe Dresden mi papel en todo esto? ¿Sabe que ayudé a Gloria a escapar?

—No lo sé. Si lo sabe, no lo ha usado para presionar a su padre, todavía.

—Tal vez mi madre no se quebró, no nos delató— intervino Gloria, esperanzada.

—Si es así, puedo ir hasta allá, solo, puedo acompañar a mi padre en su ardid— propuso Franz.

—¡No!— reaccionó el mayordomo con vehemencia—. ¡Las órdenes de su padre fueron terminantes! Para que esto funcione, debe tener a su familia lejos del alcance de Dresden. No puede dejar que el rey consiga rehenes para chantajearlo y forzarlo.

—¿Y Helga?

—La condesa partió ayer mismo, horas después de la partida de Lug y su gente.

—¿Partió? ¿Hacia dónde?

—Con Tiresias.

—¿Tiresias? ¿Por qué mi padre la envió con Tiresias? El duque no puede protegerla.

—Cuando ella decidió irse, su padre todavía no sabía que Dresden iba a aparecer en su puerta.

—¿Por qué se fue entonces? ¿Tuvo una pelea con mi padre?

—No, nada de eso. Creo que estaba muy perturbada por lo del fomore, quería poner cierta distancia entre ella y todo lo sucedido por unos días.

—¿Fomore? ¿Qué pasó?

—Helga fue atacada por un fomore que estaba a las órdenes de Lug.

—¡¿Qué?!— gritó Franz.

—Fue por eso que su padre echó a Lug y a su gente del castillo.

—Ya veo. ¿Pero Helga está bien?

—Sí, solo terminó con unos rasguños en el brazo. Logró apuñalar al fomore antes de que las cosas llegaran a más.

—¿Me estás diciendo que Helga abatió a una de esas bestias por sí misma?— preguntó Franz.

—Sí, señor. Es una mujer fuerte y valiente, señor.

Franz asintió, poco convencido. Conocía bien la ferocidad de las bestias de Huber: una mujer podía ser muy fuerte y valiente, pero matar a uno de esos animales sin ayuda…

—Leber, entiendo las intenciones de mi padre, pero no puedo dejarlo solo en esto.

—Franz— le apoyó una mano en el hombro Gloria—, si vas con él ahora, lo arruinarás todo, solo lograrás que Dresden tenga motivos para aniquilarlo. Debemos buscar ayuda por otro lado.

Franz se quedó pensando por un momento, considerando las palabras de Gloria.

—¿Está Overkin con Dresden?— preguntó Gloria a Leber.

—Llegó con él, sí, pero luego partió en secreto con un grupo de soldados.




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