La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

CUARTA PARTE: Aliados - CAPÍTULO 72

El barón Filstin se acomodó la chaqueta y alisó sus pantalones. No era que su ropa estuviera desarreglada, aquel gesto era solo una forma de tratar de aplacar su nerviosismo. Sus informantes en Colportor le habían enviado un reporte, diciendo que Dresden se estaba moviendo hacia el sureste con un gran ejército. ¿Cuáles eran sus intenciones? Sus informantes no lo sabían. Algunos especulaban que estaba siguiendo a un espía. Como si esto no fuera lo suficientemente preocupante, resulta que ahora aparecía en su puerta este muchachito, hijo de Vianney. Sus relaciones con Vianney nunca habían sido amistosas, y nunca jamás, alguien de la casa de Vianney había pisado su palacio. Cuando Vianney hijo se presentó ante las murallas exteriores, Filstin dio orden a sus guardias para que estuvieran listos para repeler el ataque. Pero resultó ser que el muchacho solo venía con una escolta de diez soldados. Esto tranquilizó los nervios de Filstin: Vianney no lo estaba atacando. Pero entonces, ¿qué quería? Si Vianney quería negociar con él sobre el límite este, ¿por qué no había venido él mismo? No, esto era otra cosa.

Sus especulaciones llegaron a su fin cuando su general y mano derecha abrió las puertas de la sala de conferencias y anunció al hijo de Vianney. El muchacho entró con paso decidido, acompañado de una muchacha que a Filstin le pareció conocida. El barón se apresuró a sentarse en su trono y observó a los recién llegados con frialdad.

—Lord Filstin— lo saludó Franz, haciendo una reverencia—, gracias por recibirnos.

Gloria imitó la reverencia de Franz.

—¿Qué lo trae por aquí, Franz?— Filstin trató de sonar cortés.

—Graves noticias, me temo.

—¿De qué se trata?

—El rey Dresden invadió las tierras de lord Huber y masacró a todas sus bestias sin provocación.

—Tal vez hubo una provocación de la que no sabe— arguyó Filstin.

—Señor, ni mi padre ni yo simpatizamos con lord Huber, y menos aun con sus bestias, que han traído calamidad a nuestras tierras. Créame que no nos perturbó demasiado el sueño que estos feroces animales fueran aniquilados. Pero mientras estaba vacacionando en el mar con mi madre, en tierras de lord Merkor, me enteré de que Dresden no solo tomó posesión del palacio de Huber, sino que avanzó hacia el oeste y tomó también el castillo de mi padre.

—¿Qué?

—Si bien no puedo asegurar que lord Huber no haya provocado al rey, sí puedo afirmar que el conde de Vianney no ha ofendido en nada a Dresden como para sufrir esta invasión.

—No puede ser…— murmuró Filstin.

—Lo que dice Franz es cierto— confirmó Gloria.

Filstin dirigió su atención a la mujer, y luego de observarla por un largo momento, recordó de dónde la conocía.

—¿No es esta la muchacha que sirve el vino en las reuniones de Colportor?— preguntó, confundido.

—La misma, señor— inclinó su cabeza Gloria.

—¿Qué es esto? ¿Cómo es posible?— gritó Filstin poniéndose de pie de un salto—. ¿Qué clase de brujería es ésta?— inquirió con nerviosismo, mientras sacaba una daga oculta en sus ropas y la apoyaba en el cuello de Gloria.

Franz tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantenerse en calma.

—¡Esta mujer es sorda y muda! ¡Esta mujer no tiene lengua! ¡Esta mujer no puede estar hablándome!

—Esta mujer es la hermana gemela de la que usted describe— le dijo Franz, apoyando su mano en la muñeca de Filstin y forzándolo a retirar la amenazante daga.

—¿Qué?— inquirió Filstin, más confundido que antes.

—La muchacha que servía a Dresden era en efecto sorda y muda, pero enfermó de gravedad y no pudo seguir trabajando. Su madre, temiendo que ya no pudiera sostener a la familia sin el trabajo de su hija en el palacio, la suplantó por su hermana. Nadie pareció darse cuenta del cambio, hasta el día en que unas palabras escaparon de su boca por accidente.

—Lo recuerdo bien…— murmuró Filstin, pensativo—. Dresden se puso como loco. Dio orden de que le cortaran la lengua.

—Sí.

—Pero entonces, ¿cómo…?

—Su madre sobornó al guardia que la llevaba a las mazmorras y la cambiaron por la otra hermana, la sorda. La hermana que fue mutilada fue la que era discapacitada. Se sacrificó por su hermana sana.




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