Lug se quedó petrificado al verla, así que fue ella la que corrió llorando hasta él y lo abrazó sollozando:
—¡Oh, Lug! ¡Lug! ¡Gracias al Círculo! ¡Vine lo más rápido que pude!
—¡Oh, Dana! ¡Perdóname, mi amor!— dijo él, también entre lágrimas.
Ella abrazó con fuerza su escuálido cuerpo, como queriendo envolverlo y protegerlo. Acarició su escaso cabello y las palabras le salieron entrecortadas:
—Cormac nos dijo que… tus ojos habían sido… que estabas…
—Ya estoy bien, amor, ya todo pasó— la confortó él.
—Estás tan delgado…— lo abrazó ella más fuerte.
—Estoy bien, te lo aseguro.
—Estás empapado… Déjame…— dijo ella, tomando su túnica y sacándosela por la cabeza. Luego lo envolvió en una manta para secarlo.
—No quiero imaginarme…— balbuceó, volviéndolo a abrazar.
—Tranquila, ya todo pasó— dijo él enterrando, su rostro en el cabello de ella—. Te extrañé tanto…— rompió en sollozos de pronto—. No debí separarme de ti, no debí…
—Soy yo la que no debí dejarte ir así— se culpó ella—. Todo está bien ahora. Estamos juntos.
—Y trabajaremos en esto juntos— prometió Lug.
Siguieron abrazados por un largo momento más hasta que sus emociones se calmaron un poco. Lug enjugó las lágrimas de ella y secó las suyas, y vio que al lado de Govannon había dos figuras más que lo observaban entre asombrados y complacidos.
—¿Llew?— extendió la mano hacia su hijo.
Llewelyn corrió hacia su padre y lo abrazó también con fuerza.
—¡Cuánto me alegra verte, hijo!— le dijo Lug, pero por detrás de él le lanzó una mirada de reproche a Dana. ¿Por qué había arrastrado Dana a Llew en esta peligrosa misión? Dana captó su mensaje y le respondió:
—Fue Llew el que nos trajo hasta aquí.
—¿Qué?— preguntó Lug, azorado.
—Es cierto, padre— respondió el muchacho—. Mi habilidad es la teletransportación. Fui yo el que trajo a mamá y a Cormac hasta aquí para rescatarte.
—¿Cómo…?
—Es una larga historia— dijo Dana—. Tu hijo ya no es un muchachito, es un hombre.
Lug suspiró, poco convencido, pero luego sonrió y volvió a abrazar a su hijo diciendo:
—Gracias, Llew, estoy orgulloso de ti.
Llewelyn y Dana sonrieron satisfechos.
Humberto, que había estado oculto tras la saliente de roca, hastiado de tanto encuentro conmovedor y sin prestar mucha atención a la conversación, asomó apenas la cabeza con interés al ver brillar algo en la mano del hijo de Lug. ¿Había visto bien? ¿Era aquel el anillo de Marga? Dio un paso para acercarse a verlo mejor, pero entonces vio que la otra figura que había estado al lado de Govannon avanzaba ahora hacia Lug y reconoció enseguida a Cormac. De inmediato, volvió a ocultarse detrás de la roca.
—Cormac, amigo, gracias por tu ayuda— lo abrazó Lug.
—Tienes suerte de tener una mujer irritantemente obstinada e insistente— bromeó Cormac—, no me dejó en paz hasta que accedí a ayudarla.
—Cormac arriesgó su propia vida para encontrarte— aclaró Dana.
—No fue para tanto…— protestó Cormac.
—Gracias, amigo— le reiteró Lug, palmeándole la espalda.
—¡Ana!— exclamó Dana de pronto. Ahora que ya se había convencido de que Lug estaba bien, su atención se había desviado hacia los acompañantes de Lug.
Ana abrazó a Dana, sonriendo.
—¿Pero qué haces aquí?— preguntó Dana, intrigada.
—Vine a rescatar a mi hermano— comenzó ella—, pero en el camino, me encontré con tu marido en un estado más que lamentable. Creo que todavía no entiende que no puede irse solo de aventuras por ahí sin meterse en serios problemas. ¡No sabes el trabajo que me dio esta vez!— bromeó.
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Editado: 12.10.2019