La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

QUINTA PARTE: Reunidos - CAPÍTULO 81

—Aquí tienes otra manta— le alcanzó Ana a Juliana.

—Gracias— respondió Juliana, y con un largo y sonoro suspiro, se recostó en su cama.

—¿En qué piensas?— preguntó Ana, viendo que Juliana parecía preocupada.

—Algo está mal, Ana.

—¿A cuál de todas las cosas que están mal te refieres?— preguntó Ana con un dejo de amargura en la voz.

—Lug. Algo ha cambiado. Humberto lo mantuvo cautivo y lo torturó, también nos mantuvo cautivos a Augusto y a mí; sin embargo, nunca lo vi amenazarlo y maltratarlo como lo hizo hoy. Su relación con él durante todo nuestro viaje ha sido tensa, pero nunca abiertamente agresiva.

—Tal vez el asesinato de Alric es un tema sensible para él, tal vez enterarse de que Humberto fue el que lo delató con Bress detonó algo dentro de él— razonó Ana.

Juliana negó con la cabeza:

—Lug ya sabía que Humberto había delatado a Alric. Lo supo todo el tiempo. No es eso. Además, Humberto pudo desmentir esa información con éxito, pudo demostrar su inocencia. Y sin embargo, terminó en una celda. No me malentiendas, creo que hace mucho que Humberto debió haber sido maniatado y encerrado, pero…

—Entiendo lo que dices— admitió Ana, pensativa—. Cuando me pidió que acompañara a Govannon para encerrar a Humberto, Lug me animó a que usara mi puñal con él si se resistía o causaba algún problema. Al Lug que conozco nunca se le hubiera cruzado esa sugerencia por la cabeza.

—Y la forma en que los paralizó y los amenazó… Nunca lo había visto así…— murmuró Juliana.

—Cuando lo encontré estaba muy mal, Juliana. Lo que le hizo Humberto es nada al lado de lo que le hizo Dresden. Le habían arrancado los ojos con hierros candentes, lo habían aislado por meses en una celda, encadenado a una pared, sin contacto humano, estaba tan débil que no se podía mantener en pie, no recordaba quién era…

Juliana no pudo evitar que una lágrima rodara por su rostro al escuchar esa descripción.

—Tal vez sí está cambiado— continuó Ana—. Una experiencia como esa cambiaría a cualquiera. Tal vez su alma se quebró y dejó entrar el odio que siempre logró mantener a raya. Tal vez se cansó de ser Lug el Pacífico y decidió convertirse en Lug el Vengador.

—No, Ana. No puedo creer eso. No quiero creer eso. Además, si es eso, ¿por qué ahora? ¿Y por qué arrastró a Cormac en su furia?

—Lug siempre le tuvo mucho afecto y admiración a Cormac. Descubrir que alguien en quien has depositado toda tu confianza te traiciona así…— comentó Ana.

—Lug ha perdonado peores traiciones que ésta— negó Juliana con la cabeza.

—Tal vez su tolerancia se acabó.

—O tal vez es otra cosa… —se sentó Juliana de pronto en la cama—. ¡Ana! Si tuvieras dos traidores en tus manos, ¿los pondrías en celdas opuestas entre sí para que puedan hablarse?

—¿Crees que todo esto es una artimaña?— preguntó Ana, esperanzada.

—¡Lug hizo todo esto a propósito!— exclamó Juliana—. ¡El muy zorro tiene un plan!

—Pero, ¿por qué no nos lo dijo?— protestó Ana.

—¡Oh, vamos, Ana! ¡No es la primera vez que Lug no comparte sus planes con sus amigos!

—Es verdad— admitió Ana—. ¡Esa maldita costumbre de mantenernos a todos en la ignorancia! ¡Ya debería saber que las cosas no funcionan cuando hace eso!

—Cormac debe estar actuando como su espía— razonó Juliana.

—Necesita que todos lo repudiemos para que pueda ganarse la confianza de Humberto— completó Ana.

—Si eso necesita, eso es lo que haremos— aseguró Juliana.

Ana asintió, sonriendo.

 

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—¿Quieres explicarme lo que hiciste con Cormac?— preguntó Dana con tono poco amistoso.

—¿Quieres otra manta?— trató de cambiar la conversación Lug.

—¡Lug!— lo amonestó ella, dándole un puñetazo en el brazo.




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