La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

QUINTA PARTE: Reunidos - CAPÍTULO 89

Lug respiró hondo y apretó el cristal contra su pecho con la mano izquierda. En la derecha llevaba la espada desenvainada, solo por si acaso. No sabía si su habilidad iba a funcionar dentro de la cúpula, pero no había dicho nada a Dana para no preocuparla más de lo que estaba. Avanzó con extrema cautela, tratando de calmar su galopante corazón. Solo esperaba que Govannon hubiera acertado en la composición y estructura del cristal.

Tocó la capa de energía con la punta de la espada, y un fulminante rayo de energía trepó por la hoja y le invadió el cuerpo. Lug alcanzó a despegar la espada del rayo de energía, pero la sacudida lo hizo caer al suelo.

—¡Lug!— corrió Dana hacia él.

—Estoy bien, estoy bien— aseguró él, tratando de que no se notara que le temblaba todo el cuerpo.

Dana lo ayudó a ponerse de pie.

—Creo que no fue buena idea tocar el campo con metal— trató de sonreír Lug, envainando la espada, pero su sonrisa no fue muy convincente. Trataba de tranquilizar a sus amigos, pero no lo estaba logrando muy bien.

—Si el metal es un problema, tal vez sería mejor que te sacaras la capa de plata— sugirió Juliana.

Lug asintió. No lo había pensado, pero Juliana tenía razón. Lug se quitó la capa y se la entregó a Dana.

—¿Y la espada?— inquirió Ana.

—No quiero entrar ahí desarmado— protestó Lug.

—Llewelyn entró sin problemas con la espada envainada, tal vez…— comentó tímidamente Augusto.

—Envainada, entonces— asintió Lug—. Atrás todos, voy a hacer otro intento— anunció.

Dana apretó con fuerza la capa de él contra su pecho, como si haciéndolo, pudiera protegerlo. Ana hizo un esfuerzo sobrehumano para mantenerse quieta y no salir corriendo, arrebatarle a Lug el cristal y entrar en la cúpula ella misma para salvar a su hermano. Juliana sostenía a Augusto del brazo como si temiera que el muchacho fuera también a cometer la locura de entrar en la cúpula como lo había hecho su reciente amigo. Govannon era el que más impasible se mantenía, pero por dentro, lo carcomía la culpa de haber cedido y haber ayudado a su corrupto hermano a construir esta monstruosidad.

Lug avanzó una vez más, lentamente, atento a cada sensación de su cuerpo. Sintió como los vellos de su cuerpo se erizaban. Sintió el hormigueo incómodo de la energía bailando sobre la piel de todo su cuerpo. Ignorando su propia aprensión, siguió adelante. Otro paso, y otro más. La luz de la energía lo cegó por completo, pero siguió avanzando. Sintió náuseas y un fuerte mareo, pero logró mantenerse en pie. Luchando por no desvanecerse, Lug cerró los ojos y dio otro paso, desapareciendo de la vista de sus amigos, tragado por la nebulosa energía mortal de la cúpula.

Por un largo momento, Lug se mantuvo quieto, con los ojos cerrados. ¿Cuántos pasos había dado? ¿Había penetrado ya la cúpula? Poco a poco, las náuseas comenzaron a ceder y el mareo se fue apagando. El hormigueo en la piel continuaba todavía, pero era soportable. Escuchaba un zumbido, como un ulular en los oídos, que tapaba todos los otros sonidos de su entorno.

Finalmente, Lug decidió abrir los ojos. Todo era blanco a su alrededor. Le costó unos momentos poder enfocar la mirada, y cuando lo hizo, vio que casi estaba rozando el inmenso cristal central con las piernas. Dio un paso atrás, y el zumbido en los oídos disminuyó notablemente.

Del otro lado del cristal, vio una especie de burbuja blanquecina que contenía algo. Con cuidado, rodeó el cristal para acercarse a ver. El corazón se le aceleró al ver que era un cuerpo humano flotando acostado dentro de la burbuja. ¿Akir? ¿Llewelyn? Se acercó más.

Vio con sorpresa que era el cuerpo desnudo de una joven mujer. No parecía tener más de veinte años. Lug extendió su mano para tocarla, para comprobar si estaba viva, pero la burbuja era como un campo elástico de goma que no lo dejaba penetrar.

—¿Quién eres?— murmuró Lug, mientras observaba su cabello rubio con rulos hasta los hombros, sus facciones serenas, nobles, finas. Sus orejas pequeñas, su mentón redondeado y un pequeño lunar en la mejilla izquierda, casi debajo de su ojo.

Intentó tocarla otra vez, pero su mano no pudo penetrar la burbuja de protección. Se volvió y observó por un momento el enorme cristal responsable de mantener todo aquello funcionando. Si supiera cómo desactivarlo… Pensó en intentar algo, pero luego se contuvo. Una mala maniobra y otro pueblo como Cryma podría desaparecer. No podía arriesgarse.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.