La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

SEXTA PARTE: Usurpadores - CAPÍTULO 91

—Aunque tu visita es inesperada, me conforta mucho, Helga— dijo Tiresias, sirviéndole más vino.

Estaban en el enorme comedor principal del austero castillo de Tiresias. El lugar era oscuro para el gusto de Helga. Las antorchas no eran suficientes para tan gran recinto, y las paredes grises y desnudas acentuaban el ambiente de tristeza. La única decoración del salón era un retrato de Madeleine colgado sobre la chimenea. Helga notó que era exactamente el mismo que Vianney había traído de su reunión en Colportor. Seguramente, había sido copiado de éste.

Vianney le había comentado a Helga lo perturbado que estaba Tiresias, y ella lo convenció de permitirle hacer el viaje hasta el castillo a orillas del Igram con la idea de confortar a Tiresias y tratar de convencerlo de los motivos ulteriores de Dresden. Vianney se lamentó de no poder acompañarla, pero ella le aseguró que con una mínima escolta, estaría más que protegida. Vianney no estuvo muy convencido de dejarla ir así, pero accedió cuando ella le explicó que después del horror del suceso con el fomore, necesitaba alejarse unos días del castillo de su esposo y distraerse un poco.

—Lamento no traer noticias de Madeleine, Tiresias. Sé lo angustiado que estás por su desaparición— dijo ella, tomando un sorbo de vino.

Tiresias solo observó su plato a medio terminar en silencio. Al llegar Helga al castillo, Tiresias la había recibido con un gran almuerzo y con los ojos llenos de esperanza. Pero la ausencia de noticias de su hija lo había sumido nuevamente en la inapetencia, y solo Helga había podido disfrutar los exquisitos platos y postres.

—Tu esposo es el único lo suficientemente amable como para al menos interesarse en buscarla.

—Estoy segura de que todos están muy consternados en el Concejo y que hacen lo mejor que pueden para poder hallarla, Tiresias.

Tiresias rió amargamente:

—Estoy viejo, pero no soy estúpido, Helga. A los nobles solo les interesa el tema de la invasión del norte. Mi pobre Madeleine no les importa…

—Vianney dice que lo de la invasión es todo una farsa de Dresden para acumular un gran ejército y desproteger a los nobles.

—¿Tu marido no cree en los mapas del espía?

—Piensa que la existencia del espía es otra fantasía más.

—Oh, el espía es real, Helga, muy real.

—¿Cómo puedes estar seguro? ¿Tú lo has visto? Vianney dice que Dresden no permite que nadie lo vea. Yo pienso que eso es muy sospechoso, ¿no crees?

Tiresias tuvo un acceso de tos tan espantoso que los sirvientes entraron corriendo a auxiliarlo. Pero el duque los ahuyentó con un movimiento brusco de sus brazos, y los sirvientes se mantuvieron a una distancia prudencial mientras Tiresias se calmaba. El duque bebió de un gran trago el resto del vino en su copa e hizo un gesto a los sirvientes para que salieran del comedor y los dejaran solos.

—¿Por qué te perturba tanto el tema del espía, Tiresias?— inquirió Helga.

—¿Sabes lo que siempre me gustó de ti, Helga? Que no eres una de esas esposas trofeo de decoración— trató de sonreír Tiresias—. Vianney te eligió bien: eres muy inteligente además de hermosa. Los que cuestionan tu origen y tu falta de linaje noble no saben lo que dicen. Eres más valiosa que cualquiera de esas mujeres huecas criadas en los palacios nobles.

—¿Qué te hace pensar que no fui yo la que lo eligió a Vianney?— sonrió Helga.

—¡Muy cierto! Es Vianney el que tuvo suerte de que lo eligieras, entonces— rió Tiresias, levantando su copa de vino vacía como para hacer un brindis. Helga se apresuró a llenársela, y luego levantó la de ella, chocándola con la de él.

—¿Entonces? ¿Qué hay del espía?— insistió Helga.

Tiresias lanzó un largo suspiro:

—Hay cosas que no puedo decirte, querida Helga.

—¿Dresden te tiene amenazado?

—Overkin.

—¿Qué poder puede tener un mero consejero personal sobre un poderoso duque?

—Todos temen a Dresden por su explosivo temperamento, pero…

—El verdadero poder lo tiene el que lo acompaña desde las sombras— completó Helga.

—Así es.

—Me pregunto por qué mi esposo no me ha comentado de esto.

—Overkin es muy cuidadoso. No creo que Vianney sepa nada de cuáles son las condiciones reales de poder en la corte de Dresden. Ni yo mismo sospechaba nada de esto hasta…— Tiresias calló de pronto.




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