Temprano en la tarde, llegaron a las cercanías del mar Igram. Lug observó el castillo de Tiresias, naciendo de la roca viva, elevado cientos de metros. Su color grisáceo y su construcción simple y tosca casi lo confundían con las formaciones naturales de piedra que se elevaban inabordables. Comenzó a pensar que tal vez Humberto tenía razón: no veía otro acceso posible que no fuera el principal. Pero Luar había llegado hasta el castillo de alguna manera, y si el unicornio había podido hacerlo, ellos también podrían.
—Apresúrate, Humberto, nos estás retrasando— le gritó Lug al ver que su prisionero estaba a unos cincuenta metros atrás, tropezando entre los últimos árboles del bosque que terminaba abruptamente al pie de las rocas.
—Si me desataras, podría ir a la velocidad que me pides— protestó Humberto.
—Yo me encargaré— se ofreció Ana.
Lug asintió y volvió su mirada al imponente castillo. Dana le apoyó la mano en el hombro:
—Nos hemos infiltrado en lugares más prohibitivos que éste. Estoy segura de que con la ayuda de Luar, esto será pan comido— trató de animarlo.
Lug asintió, ausente.
—No es entrar lo que me preocupa más…— Lug dejó el comentario sin terminar.
Ana fue hasta Humberto y lo tironeó de un brazo.
—Muévete— le ordenó.
—¿Se lo dijiste?— le preguntó Humberto.
Ana frunció el ceño sin contestar.
—¿Se lo dijiste?— insistió él.
—Ya lo sabía— le contestó ella un tanto reticente.
—Te lo dije, no quiere aceptar la verdad.
—Eso es algo que deberá resolver él— le dijo Ana, empujándolo hacia donde estaban Lug, Dana y Luar.
—Sin duda— admitió Humberto—. Y aunque no lo creas, estoy ansioso de que lo haga.
—¿Por qué? ¿En qué te beneficia a ti?
—Ana, ¿te pusiste a pensar por qué mantuve a Lug neutralizado cuando lo encontré?
—¿Neutralizado? ¿Es así como lo describes?— le dijo ella, sardónica.
—Lo hice por el bien de todos, pero…
—Ya no quiero escuchar tus estupideces, Humberto— lo cortó ella, exasperada.
—Por favor, déjame terminar— le rogó él—. Ese anillo debió estar en el dedo de Lug, no en el de su hijo. Yo sabía que él tenía ese anillo, yo mismo se lo di en el otro mundo. Y sabía también que tarde o temprano, el anillo despertaría y con él vendría nuestro fin. Estuve veinte años preparándome para este momento, preparándome para contener al portador del anillo.
—Lug no tenía el anillo cuando lo capturaste, y aun así lo mantuviste prisionero, torturándolo y chantajeándolo— le retrucó ella.
—Tenía que asegurarme de que su mente no estaba usurpada. El que no tuviera el anillo puesto no era garantía. Había visto la cúpula y pensé que era obra suya.
—Es increíble cómo tu historia va cambiando de acuerdo a las circunstancias.
—Lo que te digo es la verdad. ¿Acaso no lo liberé cuando me convencí de que no era peligroso?
—Lo liberaste porque no tuviste alternativa: lo necesitabas para que te ayude a escapar de Dresden. Y para que te ayude a hacerte con el poder de la cúpula.
—¿Para qué me sirve el poder de la cúpula si quien está poseyendo a Llewelyn destruye lo que queda del Círculo?
—¿Qué es lo que quieres, Humberto? ¿Para qué me cansas con todas tus historias y tus intentos de justificar tus mentiras?
—Lug está a punto de enfrentarse al encuentro más difícil de su vida.
—¿Y?
—Y no quiero que tenga que lidiar con otras interferencias.
—¿De qué estás hablando ahora? ¿De ti mismo?
—No. ¿Sabes quién es en verdad la esposa de Vianney?
—Sí, Cormac nos contó. Dijo que es una tetra encarnada, que su verdadero nombre es Solana.
—Así es, Solana está en ese castillo— señaló Humberto con la cabeza—, y lo único que busca, el único motivo de su vida, es la venganza.
—Sí, ya sé eso también. Busca la cabeza de Cormac porque tú lo incriminaste. No veo qué tiene que ver eso con…
—No— la cortó él—. Es cierto que nos odia a Cormac y a mí por haberla enterrado viva, y seguramente vendrá tras nosotros, pero solo después de que haya terminado con su venganza principal: deshacerse del usurpador de Llewelyn.
—¿No es eso lo que quiere también Lug?— inquirió ella.
—¿Lo es? ¿En verdad?
Ana no contestó.
—Si lo es— continuó Humberto—, hay una diferencia importante entre los dos: Lug intentará por todos los medios de salvar a Llewelyn, mientras que a Solana no le importa un comino el muchacho. Si tiene que matar al hijo de Lug para completar su venganza, lo hará sin miramientos.
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Editado: 12.10.2019