La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

SEXTA PARTE: Usurpadores - CAPÍTULO 112

Hubo un largo silencio en el que Marga miró a Lug, expectante, esperando su apoyo, incluso su gratitud, por todo lo que había hecho por él. Pero Lug estaba asqueado con su historia y no le ofreció ninguna palabra de aliento ni de comprensión, solo un vacío mutismo.

¿Cómo era posible que la dulce Marga, brillante, hermosa, deseable a los ojos de todos, fuera esta persona obsesionada, egoísta, traicionera y manipuladora? ¿Había sido siempre así? No, Lug no podía creerlo. Algo le había pasado, algo la había desvirtuado hasta convertirla en esto… Tír na n Og y Wonur la habían corrompido más allá de lo reconocible… Y la Perla, sí, esa maldita Perla… Lug la había usado muy pocas veces, y solo por unos segundos cada vez, pero aun así, había podido vislumbrar el poder enviciado que invadía el alma de su portador. Marga había habitado dentro de ese receptáculo de degeneración por años, ¡años! ¿Pero podía justificarse todo su accionar achacándolo al Anguinen?

—Cuéntame de la Perla— pidió Lug con el rostro grave y hostil.

—Eso fue mucho antes de la muerte de Alric— recordó Marga—. Wonur me había prometido la supervivencia de mi conciencia, así que fui a confrontarlo al respecto para que cumpliera su promesa. Para ése entonces, Wonur ya les había dado Perlas a Hermes y a Bress para que pudieran salir de la isla sin perder los efectos de la misma en las células de sus cuerpos. Wonur me habló de una tercera Perla, un Anguinen especial que podía contener energía consciente. El problema era que estaba en una cueva en el lado norte de la isla, oculta y fuertemente custodiada por una feroz criatura. Debí recurrir al valiente Nuada para que me la consiguiera. Nuada perdió su mano luchando con la criatura, y con ella, perdió también su puesto como rey de su clan, pero valió la pena: fue esa Perla la que me permitió estar aquí hoy, contigo.

—¿Cómo hiciste para forzar a todos para que cumplieran tus deseos?— le preguntó Lug, repugnado.

—No forcé a nadie, Lug. Todos me ayudaron voluntariamente.

—Estoy seguro de que Humberto no está de acuerdo, y los demás fueron vilmente manipulados para tu beneficio.

—Y para el tuyo, Lug, no lo olvides— le retrucó ella.

Él no contestó.

—¿Quién fue el responsable de realizar el traspaso de tu conciencia a la Perla? ¿Avannon?— quiso saber Lug.

—Avannon no puede manipular las energías orgánicas ni mentales— negó Marga con la cabeza—. Wonur me dio el poder de hacerlo, pero dominar ese poder era otra cuestión. Investigar la forma de realizar el traspaso sin riesgos me llevó bastante tiempo y hubo varios intentos fallidos…

Marga no quiso ahondar en el tema, pero Lug no le permitió callar:

—Háblame de lo que le hiciste a Solana.

—Solana sabía que el proceso no era seguro, eso no la detuvo. Sabía lo que quería y estaba dispuesta a todo para lograrlo.

—Dejaste que Cormac y Humberto la enterraran viva— la reprobó Lug.

Marga no contestó.

—¿Sabías que estaba viva cuando les entregaste el cuerpo? ¿Lo sabías?­— la presionó Lug.

—Yo…— comenzó Marga, pero calló.

—También necesitabas sacarla de tu camino, ¿no es así?— insistió Lug sin piedad.

—Solana solo decidió encarnarse para estar con Alric… Pero Alric…

—Alric iba a ser ejecutado— completó Lug—, y no tuviste las agallas de decírselo. Aprovechaste su deseo ferviente de estar con él para adelantar tu investigación, y cuando, contra todo pronóstico, ella sobrevivió al traspaso, la entregaste para ser enterrada viva.

Marga no negó las palabras de Lug, solo se mantuvo en silencio.

—Me imagino tu sorpresa cuando la viste en la galería, hablando conmigo. Terminaste el trabajo que Cormac y Humberto no pudieron completar.

—Ella iba a matarte, Lug, te salvé la vida— intentó justificarse Marga.

—Ella no iba a matarme— negó Lug con la cabeza—. Solo intentaba advertirme sobre ti.

Marga no lo contradijo.

—¿Quién más murió en tus experimentos?

—Nadie más— dijo ella con un hilo de voz—. No fue necesario, Solana fue la prueba de que podía hacerse con la técnica adecuada.

—Pero no podías hacerlo sobre ti misma y Avannon no podía ayudarte, entonces, ¿a quién usaste para que te transfiriera a la Perla?

—Cathbad— suspiró Marga.

—¿Sabía Zenir de tus experimentos? ¿Sabía de todo el sufrimiento que causaste?

Marga negó con la cabeza.

—Nunca me hubiese ayudado si…

—Tu historia es tan aberrante que hubiera preferido no conocerla— dijo Lug, apesadumbrado—. Aun así, quiero hacerte una última pregunta: ¿En verdad fui el fruto de una violación?

Marga tragó saliva.




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