—¡Alaris!— exclamó Lug—. ¿El dios Alaris? ¿El hermano de Govannon?
—Oh, no, no, no, no soy ningún dios. Pero sí soy hermano de Gov. Por cierto, te agradezco mucho lo que hiciste por él.
—Yo no hice nada por él— declaró Lug—, fue él el que me ayudó a mí y a mis amigos.
—Exacto. Después de vivir aislado por años, pensando que cualquiera que se le acercara solo iba estar interesado en esclavizarlo y forzarlo a fabricar joyas y armas, tú le diste la oportunidad invaluable de descubrir que existen personas decentes y que puede hacer amigos fácilmente, sin tener que vender su alma. Así que te agradezco que hayas terminado con su soledad.
—¿Qué hay de la soledad que se autoimpuso usted?— lo cuestionó Lug.
—Mi situación es bastante más complicada— respondió Alaris—, pero el hecho de que estés sentado frente a mí, prueba que yo también estoy intentando terminar con el aislamiento.
—Espero poder ayudarlo también— le dijo Lug con sinceridad—, pero me temo que eligió el peor momento para tratar de entablar una amistad conmigo.
—Por el contrario, Lug, éste es un momento excelente.
—No— negó Lug con la cabeza—. Tengo un dilema importante que resolver y tengo que concentrarme en eso. Le agradezco la invitación a tomar té y le agradezco también que me haya hecho flotar hasta arriba para que no terminara estrellado contra las rocas, pero, en serio, debo volver con Dana.
—Yo no fui el que te hizo flotar, levitaste por tus propios medios. Yo fui el que te hizo caer.
—¡¿Qué?! ¿Por qué?
—Porque en todos estos años, he descubierto que las personas realmente aprenden las cosas cuando las experimentan, no cuando simplemente se les habla de ellas, especialmente sin son cosas que no creen que sean ciertas. Usé una situación en la que ya te has visto envuelto varias veces para facilitar las cosas: este no es el primer abismo por el que caes.
Lug le echó una mirada de desconcierto mezclada con furia ante el descaro de la explicación.
—¿Quiere decirme que me hizo caer por un acantilado para enseñarme que podía levitar?
—Para empezar.
—¿Para empezar?— repitió Lug con recelo. ¿Qué otras experiencias de aprendizaje devastadoras tenía Alaris en mente?
—Bueno, más bien, para seguir— se corrigió el viejo—. Uno de tus apelativos es “El de las Muchas Habilidades”, ¿no te da eso una pista?
—¿Pista?
—Piénsalo, desde el principio, apenas despertaste tu primera habilidad, enseguida comenzaste a desarrollar otras: sanar, abrir canales de comunicación… ¡Tus mismos benefactores te tenían miedo porque creían que habías pactado con Wonur!
—No, no— negó Lug—. Todo eso era derivado de mi manejo de los patrones mentales, nada más.
—¿En serio? ¿Y qué patrones mentales usaste para levitar hace un rato?
—Yo… no lo sé, no puedo explicarlo, no tiene sentido que haya podido levitar.
—Tiene todo el sentido del mundo, Lug, si me dejas explicártelo.
—Lo escucho.
—Este es el gran secreto: todos los seres humanos tienen la habilidad de manejar su cuerpo y la realidad que los circunda.
—Creí que solo los Antiguos poseían habilidades especiales…
—No, los Antiguos solo son los únicos que las despertaron, nada más. Es por eso que Wonur los tentó para pactar con ellos y usarlos. Les hizo creer que les estaba ampliando sus habilidades, cuando en realidad solo les estaba mostrando las potencialidades de lo que ya podían hacer. Los engañó vilmente para mantener su poder sobre ellos y sobre todos los demás humanos dormidos, y creó el Círculo para perpetuar una prisión de la que se alimentaba. Hasta que tú llegaste: el elemento inestable. ¿Sabes por qué eras un peligro para Wonur? Porque de alguna forma, aun cuando intentaron destruir tu autoestima, hacerte creer que no eras nadie y que nunca llegarías a nada, tú lograste resurgir, conseguiste despertar varias habilidades sin ayuda, descubriste y abriste tus potencialidades sin necesidad de que alguien te las mostrara. Por eso eres el Undrab: descorriste el velo de la oscuridad, de la ignorancia en la que Wonur había sumido a todo el Círculo, ignorancia sobre qué tipo de seres son los humanos en realidad.
—¿Por qué yo? ¿Qué tengo de especial si todos los humanos tienen la misma potencialidad?
—Compasión— respondió Alaris—. Solo eso, nada más. Tu compasión es lo que trajo a Wonur el fin de su reinado. Por compasión aprendiste a sanar a otros, por compasión perdonaste la vida a bestias y a humanos despreciables. Las numerosas traiciones que sufriste nunca te amedrentaron, nunca te diste por vencido cuando se trataba de salvar una vida o miles. Wonur no podía tener ningún poder sobre ti, nunca. Tú no lo sabías, pero fue tu compasión la que te puso muy por encima de él, estabas en una posición tan abrumadoramente superior a la de él que él no tenía ninguna posibilidad al enfrentarte.
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Editado: 12.10.2019