La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

SÉPTIMA PARTE: Bifurcados - CAPÍTULO 117

—¿Qué tal si te equivocas?— le planteó Lug a Alaris—. ¿Qué tal si en realidad no es una cuestión de ignorancia, sino que algunos seres humanos tienen un lado oscuro de maldad irredimible?

—¿Algunos seres humanos? ¿A quién tienes en mente?

—Mi madre…— respondió Lug con la voz apenas audible.

—Estás muy enojado con ella, ¿no es así?

—Ha cometido tantas abominaciones que no estoy seguro de poder perdonarla— admitió Lug.

—Para poder perdonarla, primero tienes que comprenderla.

—Pero lo que ha hecho es incomprensible…

—No, no lo es. Si me permites, tal vez pueda explicártelo.

—¿Abogarás por ella? ¿Defenderás lo indefendible?

—No hay nada que defender, pero sí mucho que entender.

Lug suspiró, poco convencido.

—Piensa en esto— comenzó Alaris—, ¿qué fue lo primero con que Wonur tentó a los Antiguos?

—Tír na n Og— respondió Lug.

—¿Y qué significó para ellos esa isla?

—Vida eterna.

—Exacto, ¿por qué alguien querría vida eterna?

—¿No es lo que cualquiera desearía?

—Claro que no, ¿para qué entregarías tu alma por algo que ya tienes de todas formas?

—¿De qué hablas? ¡Todos morimos!— lo contradijo Lug.

—¿Qué crees que sucede cuando mueres, Lug?

—Nadie lo sabe con certeza.

—¡Vaya! ¡Entonces, sí es una cuestión de ignorancia!

—Explícate— le pidió Lug.

—¿Qué piensas tú que hay después de la muerte?

—Los hermanos del Divino Orden me enseñaron que para alguien como yo, solo hay fuego eterno, tortura infinita.

—Pero para estas alturas, ya sabes que todo lo que te inculcaron esos monjes es mentira y que su interés era solo mantenerte en un estado de miedo continuo para poder hacer contigo lo que les placiera. ¿Qué piensa Marga al respecto?

—Supongo que cree que todo se termina, que su ser y su conciencia se pierden para siempre.

—¿Qué tal si te dijera que la muerte como la conciben no existe, que es solo un cambio de estado? ¿Qué tal si te dijera que la muerte no es en realidad el final sino el principio? ¿Qué tal si te dijera que la conciencia no solo no se pierde, sino que se amplía y comprende el significado de todas las cosas? ¿Qué tal si te dijera que todos ya somos seres eternos, pero que se nos ha negado este entendimiento? ¿Qué tal si te dijera que Wonur tenía este conocimiento, pero en vez de revelarlo, lo bloqueó de la mente de todos los seres del Círculo, reemplazándolo con un concepto tan aterrorizante que logró tener a todos a sus pies, rogándole por la extensión de la vida en el plano físico?

—¿Cómo puedes estar seguro de eso? Si no has muerto, no puedes saber lo que pasa después— porfió Lug.

—Oh, pero sí he muerto, muchas veces, y he vuelto a nacer muchas veces. Y cada vez que nacía, Wonur se encargaba de borrar toda memoria de las experiencias en el otro lado. Pero ya no puede seguir haciéndolo: tú lograste eso. Entonces ahora, una vez que recuerdas, ya no vuelves a olvidar. Entiendo que no me creas: esta verdad, como muchas otras, no puede entrar en el sistema de creencias programado por Wonur hasta que no decidas desbloquearla por ti mismo.

—¿Puede hacerse eso?

—Por supuesto, si yo lo hice, cualquiera puede hacerlo. Sin embargo, toda esa información, todos esos recuerdos, pueden ser un tanto… desestabilizantes y apabullantes si no estás preparado para aceptar todo lo que has hecho en la ignorancia de tu verdadero ser. Por eso Cormac, aun cuando solo recuerda los hechos completos de su vida presente y no de las otras vidas que ha tenido, vive en la amargura y la aprensión, asustado de sus propias memorias.

—¿Yo he tenido otras vidas?

—Sin duda.

—¿Cómo es posible que todo eso haya sido borrado?

—Puede hacerse. El mismo Cormac lo ha hecho. Pero no solo puede hacerse porque alguien fuerza el olvido, sino porque los demás aceptan no recordar.

—¿Cómo puede alguien no querer recordar?

—¡Oh, Lug! ¡No me digas que tú mismo no tienes experiencias que quisieras borrar para siempre!

Lug no contestó.

—Consentimos olvidar lo que no podíamos aceptar de nosotros, y Wonur aprovechó ese deseo, entró como un ladrón en la noche a quién el dueño de casa le ha dejado la puerta abierta deliberadamente, y robó más de lo que le hubieran debido permitir. Robó el conocimiento de nuestra inmortalidad, volviéndonos seres frágiles, constantemente aterrorizados por la idea de la muerte como la aniquilación total de nuestro ser. Una vez instalada esa nefasta creencia, lo demás fue fácil. Seres como los Antiguos, que comenzaban a despertar y conocer su verdadero poder personal, fueron reducidos  a meras marionetas de Wonur, rogando por sus favores, pensando que obtenían un trato excelente cuando en realidad, Wonur solo los estaba usando como esclavos, aprovechándose de sus habilidades.




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