La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

SÉPTIMA PARTE: Bifurcados - CAPÍTULO 122

 —Ya era hora— resopló Marga al ver entrar a Avannon y a un disgustado Zenir en la cúpula.

—¿Estás bien?— le preguntó Avannon.

—Sí, aquí dentro no hay problema, puedo mantenerlo bajo control— respondió ella—, pero la espera se hace eterna en este lugar.

—La espera terminó— le sonrió Avannon, empujando a Zenir hacia adelante.

—Hola, Cathbad— lo saludó Marga.

—¿Llewelyn?— inquirió el Sanador, confundido.

—No por el momento— contestó Marga—. Soy Marga— anunció con la mano izquierda en alto, mostrando el anillo que brillaba, radiante.

—¿Tomaste el cuerpo de tu propio nieto?— le reprochó Zenir, horrorizado.

—Solo temporalmente— explicó ella—. Con tu ayuda, liberaré al muchacho de mi presencia.

—¿Qué es este lugar?— miró Zenir en derredor.

—Un campo de energía. Ese cristal que ves en el centro mantiene el campo estable para que pueda manipularse. Sin Wonur, necesitamos otra fuente de poder para realizar el traspaso.

—¿Traspaso? ¿Traspaso hacia dónde?— preguntó Zenir con recelo.

—No hacia dónde, hacia quién— lo corrigió ella—. Ven— le hizo un gesto con la mano—, déjame mostrarte.

Zenir dio unos pasos hacia donde ella le indicaba y vio el cuerpo en estasis.

—¿Quién es ella?

—Mi cuerpo receptor.

—¿Matarás a esta muchacha para apropiarte de su cuerpo?— reprobó Zenir.

—La chica ya está muerta, Cathbad. La energía de esta cúpula mantiene su cuerpo en vida suspendida, pero su mente ya no existe. Avannon se encargó de eso.

—Si Avannon puede manipular conciencias, ¿para qué me quieres a mí?

—Porque separar a una conciencia de su cuerpo material es simple, solo la liberas y se desvanece en la nada— intervino Avannon—, pero anclar una conciencia a un cuerpo es otro asunto.

—¿Qué te hace pensar que puedo hacer eso?— planteó Zenir.

—La última vez, no lo hiciste mal— le respondió Avannon.

—La última vez, no fui yo el que lo hizo, fue Wonur, usando mi habilidad— le retrucó Zenir, molesto—. Yo no tengo idea de cómo hacer lo que me piden. Yo no sé trabajar con conciencias, mi habilidad se limita al manejo de los tejidos vivos, nada más.

—Justamente porque sabes trabajar con los tejidos vivos es que te necesitamos— explicó Marga—. Av puede desprender mi conciencia del cuerpo de Llewelyn y de la Perla, que se han fusionado, y tú puedes anclarlo a los tejidos del cerebro del cuerpo de la chica. La chica vuelve a la vida, y Llewelyn vuelve a ser Llewelyn: todos nos beneficiamos.

—Ya te dije que no sé hacerlo— protestó Zenir, meneando la cabeza.

—Bueno, entonces es hora de unas lecciones— sonrió Marga.

—¿Lecciones?

—¿Crees que me hubiera arriesgado a esto sin tener todo previsto? Conozco perfectamente las técnicas para hacer los anclajes. Si te las explico, con ese conocimiento, más tu habilidad, serás perfectamente capaz de realizar el traspaso junto con Avannon.

—Eso, si accedo a tus demandas— le gruñó Zenir.

—Si no accedes, puedes estar seguro de que Akir terminará tan mutilado que no te será posible recuperarlo con vida, y Lug y Dana perderán también a su hijo porque no estoy dispuesta a dejar este cuerpo hasta que no pueda residir en otro— lo amenazó ella.

—¿En qué te has convertido, Marga? No te reconozco— le dijo Zenir con cierta tristeza en la voz.

—Esto es lo que siempre fui, Cathbad. Mi fortaleza me ayudó a sobrevivir.

—Torturar y matar no son señales de fortaleza, Marga— la contradijo él.

—Lo son cuando necesitas sobrevivir en un mundo hostil.

Zenir negó con la cabeza.

—Si lo que necesitas es un incentivo para hacer tu parte— intervino Avannon—, puedo traer a tu capitán Randall y arrancarle partes frente a ti hasta que accedas a ayudarnos.

Zenir paseó la mirada entre sus dos captores y vio en sus ojos que sus amenazas no eran vacías. Aquellos dos psicópatas  estaban dispuestos a todo, y no había ningún atisbo de conciencia o de culpa por sus actos pasados ni futuros. Habían perdido todo rastro de humanidad, y su único interés era perpetrar sus planes hasta las últimas consecuencias, sin importar el grado de destrucción que causaran en el camino.

—Haré lo que me pides, Marga— suspiró Zenir, vencido—, pero quiero tu promesa personal de que esto termina aquí, de que me devolverás a mi gente y que no nos molestarás más ni nos harás daño en el futuro.

—Tienes mi palabra— acordó ella, solemne.

Zenir solo esperaba que aquella promesa fuera válida.

Marga pasó las siguientes horas instruyendo a Zenir sobre las técnicas que había aprendido en sus años de investigación, sobre sus ensayos, sus errores, fracasos y éxitos, y sobre los problemas que podían surgir durante el traspaso y cómo solucionarlos. Cuando estuvo segura de que Zenir había entendido y asimilado todo, dio la orden a Avannon para que preparara todo.




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