La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

SÉPTIMA PARTE: Bifurcados - CAPÍTULO 123

—Fíjate cómo se repite este símbolo— le indicó Juliana a Cormac—. Creo que indica el punto espacial de origen.

—Eso parece— acordó Cormac, buscando entre todos los dibujos en la mesa hasta que encontró el que quería—. Mira éste— indicó con el dedo—. Podría ser el punto espacial de tu mundo.

—¿Estás seguro?

—Estos son los símbolos del portal que Alric usaba para viajar a tu mundo. ¿Ves este otro? Punto de origen a la izquierda y punto de llegada a la derecha.

—Tiene sentido— admitió ella—. Déjame copiarlos en mi diagrama.

Juliana dibujó los símbolos en una enorme lámina en la que había estado trabajando.

—Creo que eso es todo, creo que ya está listo— sonrió, satisfecha.

—¿Y ahora qué? ¿Cómo vamos a comunicar estos símbolos al cristal?— la cuestionó Cormac.

—Tú tienes la habilidad de proyectar imágenes en las mentes de otros— le manifestó Juliana—. Tal vez con un pequeño ajuste de frecuencia y con la ayuda del cristal de Gov, de la interfaz, puedas proyectar esta imagen hacia el cristal de la cúpula, y así abrir el portal.

—No lo sé— dudó Cormac—, pero supongo que vale la pena intentarlo. Todo esto sería muy simple si Humberto accediera a ayudarnos.

—No podemos contar con eso y lo sabes— le replicó ella.

Cormac suspiró.

De pronto, Govannon entró como tromba en la sala.

—Tenemos problemas— anunció con urgencia.

—¿La cúpula?

—Sí— asintió él, dirigiéndose a un enorme baúl y abriéndolo.

Govannon sacó una par de exquisitas espadas envainadas. Le alcanzó una a Cormac y una a Juliana.

—¿Tan malo es?— preguntó Cormac, colocándose el tahalí con la espada que Govannon le había dado.

—Tenemos que ir para allá inmediatamente— respondió Govannon, sacando otra espada del baúl y colocándosela—. ¿Dónde está Augusto?

—Durmiendo una siesta— respondió Juliana.

—Despiértalo y dile que se arme.

—Gov, no voy a dejar que mi hijo intervenga en una pelea de verdad con espadas, y yo tampoco voy a hacerlo— le dijo con firmeza, devolviéndole la espada.

—Si quieres quedarte refugiada aquí con el niño, bien— le dijo Govannon—. Pero no creo que Cormac y yo podamos con esto solos. Debemos controlar el uso de la cúpula y necesitamos toda la ayuda posible.

—Está bien— resopló Juliana, cediendo con reticencia—. Iré por Augusto.

En pocos minutos, los cuatro estuvieron en camino hacia la cúpula. Treparon por el lado sur, y lograron llegar a un sitio protegido entre las rocas desde donde pudieron observar lo que pasaba abajo en la cúpula, sin ser vistos.

Lo que vieron fue a seis soldados del lado norte de la cúpula. Cinco de ellos estaban de pie, haciendo guardia y custodiando a un sexto soldado que estaba sentado en el suelo, encadenado y amordazado.

—Reconozco los uniformes— dijo Govannon—, son soldados de Colportor.

—¿De Dresden?— inquirió Cormac.

—O de Avannon— interpuso Juliana.

—¿Por qué tienen a uno de los suyos encadenado?— preguntó Augusto.

—Ni idea— se encogió de hombros Govannon.

—¿Alguno de ustedes reconoce al soldado prisionero?— inquirió Juliana.

—No— negó Govannon con la cabeza.

—Tampoco yo— agregó Cormac.

—¿Por qué están allí? ¿Qué están esperando?— se preguntó Juliana.

—¡Miren! ¡Más allá, entre los árboles!— señaló Cormac.

—Son sus caballos— replicó Augusto sin comprender la importancia de lo que Cormac indicaba.

—No, no, miren el caballo blanco— insistió Cormac.

—No es un caballo— comprendió Govannon—. ¡Es un unicornio!

—¿Luar?— inquirió Juliana.

—No— respondió Cormac—. Es un unicornio macho, es Kelor.

—Si Kelor está aquí, significa que Zenir está cerca— dijo Juliana.

—Pero, ¿dónde? No lo veo— dijo Cormac.

—¡Oh, no!— exclamó Juliana—. ¿Qué tal si Zenir ya está adentro de la cúpula con Avannon?

—¿Gov, tú viste algo? ¿Los viste entrar?— preguntó Cormac con urgencia.

—No, cuando llegué solo vi a los soldados.

—Tenemos que ir allá a interrogarlos— propuso Augusto.

—Son cinco soldados armados y entrenados contra dos de nosotros, Augusto— protestó su madre—. Yo no sé pelear y tú apenas aprendiste a manejar la espada hace unos días. No tendremos oportunidad.

—Yo nunca he estado en una pelea con espadas— confesó Cormac.



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En el texto hay: mundosparalelos, fantasia épica

Editado: 12.10.2019

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