La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

SÉPTIMA PARTE: Bifurcados - CAPÍTULO 127

Marga abrió los ojos. Lo primero que vio fue una imagen demasiado borrosa para distinguir lo que era. Luego de un momento, pudo por fin enfocar la vista y vio que la imagen era el rostro de Avannon sobre ella. Intentó hablar, pero no pudo.

—Tranquila— le advirtió Avannon—. Todo está bien. Solo necesitas adaptarte al nuevo cuerpo. Déjame sacarte de la burbuja de energía.

Avannon hizo unos gestos amplios con las manos, y el campo de energía que rodeaba al nuevo cuerpo de Marga se fue disolviendo. La energía volvió al cristal central para ser reciclada. Avannon sostuvo el cuerpo de Marga con dulzura y lo posó suavemente en el suelo.

—Respira profundo— le aconsejó Avannon—. Eso es, muy bien.

El inquietante hormigueo de su cuerpo se fue disipando, y Marga descubrió que podía mover los dedos de las manos: sonrió. Trató de incorporarse.

—Despacio— la ayudó Avannon a sentarse—. ¿Cómo te sientes?

—Bien— sonrió ella al escuchar su nueva y melodiosa voz—. Es bueno ser mujer otra vez. ¿Todo salió bien?

—Todo bien— confirmó Avannon.

—Siento las piernas como dormidas.

—Es normal— le explicó Avannon—. Este cuerpo estuvo varios meses inmóvil, en estasis. Tardarás un rato en poder comandarlo.

—Entiendo— asintió ella.

Su mirada se desvió a Zenir, quien estaba con el rostro serio, de pie junto a la burbuja que sostenía al todavía inconsciente Llewelyn:

—Gracias, Cathbad, lo hiciste bien.

Zenir no le contestó.

Avannon se acercó al cuerpo de Llewelyn y le sacó el anillo con la Perla del dedo. Esta vez, no hubo convulsiones. El hijo de Lug estaba en un estado de sueño que no le permitía percibir lo que pasaba a su alrededor.

—Esto te pertenece— le dijo Avannon a Marga, acuclillándose a su lado y poniéndole el anillo en el dedo.

—Parece como si estuvieras proponiéndome matrimonio— sonrió ella.

—¿Y si así fuera? ¿Aceptarías?— quiso saber él.

—Dame un respiro, Av, ten en cuenta que acabo de nacer, de alguna manera. En cuanto pueda moverme con normalidad, hablaremos del asunto.

Él suspiró, un tanto decepcionado.

—Tal vez cuando sea rey de Colportor, me verás como a un candidato más deseable— argumentó.

—Av… Ya eres mi candidato más deseable, es más, eres mi único candidato, así que deja ya de hablar así y ayúdame a pararme.

Avannon obedeció, tomándola por las axilas. Cuando estuvo de pie, Marga lo empujó suavemente a un lado para ver si podía sotenerse en pie por sí misma. Sufrió un leve mareo y se le aflojaron las piernas. Avannon acudió pronto a sostenerla:

—Ten paciencia— le dijo—, no apresures las cosas.

Marga asintió. Avannon buscó una bolsa de cuero que había traído hacía unos meses desde Colportor y sacó de ella un hermoso vestido negro con detalles de encaje y seda.

—Pensé que te gustaría— le dijo a Marga, ayudándola a vestirse.

—¡Recuerdas bien mis gustos!— sonrió ella—. Gracias, es muy hermoso.

—¿Qué hay de Llewelyn?— preguntó Zenir, preocupado—. ¿Por qué no despierta?

—El campo de energía lo mantiene sedado— explicó Avannon.

—Cumple con tu palabra, Avannon. Libera al chico y devuélveme a Akir y a Ana— le exigió Zenir.

—Todo a su tiempo, Cathbad— le replicó Marga—. No puedes pretender que despertemos a un adolescente furioso cuando aun casi no puedo tenerme en pie para repelerlo.

—No quiero excusas, quiero que cumplas con tu parte del trato— le ladró Zenir.

—Hazlo, Avannon— le dijo Marga a su amante.

—Pero…— protestó él.

—No te preocupes, con tu ayuda, saldremos de la cúpula antes de que ellos puedan detenernos.

Avannon disolvió la burbuja que sostenía a Llewelyn y su cuerpo cayó al suelo. Zenir apenas tuvo tiempo de tratar de amortiguar su caída.

—Despertará en unos minutos— le dijo Avannon.

Luego, se volvió hacia Marga, que ya podía estar de pie sin ayuda, y la tomó de la cintura, guiándola para salir de la cúpula.

—¿Y Akir y Ana?— los cuestionó Zenir.

—Akir está en el castillo del duque Tiresias—le reveló Avannon—. Daré la orden para que el duque lo libere, y puedes pasar a recogerlo por allá, ya que no creo que el muchacho pueda caminar hasta ti.

—¡Eres un maldito!— le gritó Zenir, extendiendo su mano hacia el cuello de Avannon.

—Eso no es buena idea— se interpuso Marga, tomando la mano de Zenir para detenerlo—, recuerda que necesita tener su garganta en buen estado para poder darle la orden al duque.

Zenir bajó la mano con reticencia:

—¿Cómo sé que no me estás mintiendo?

—En este momento no tienes más opción que creerme— le dijo Avannon—, pero no te preocupes, te estoy diciendo la verdad.




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