La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

SÉPTIMA PARTE: Bifurcados - CAPÍTULO 135

—Entonces, estamos como al principio, sin solución con respecto a Avannon— suspiró Juliana.

—¿Por cuánto tiempo se le puede suministrar calidea sin riesgos?— preguntó Llewelyn.

—No lo sé, nunca he intentado mantener a alguien drogado— dijo Zenir.

—Una vez tuve un paciente— intervino Ana—, fue antes de que descubriera mi habilidad, tenía heridas internas de un accidente, una caída. No podía hacer mucho por él y sufría muchos dolores así que decidí mantenerlo lo más cómodo posible con una dosis mínima de calidea por día. Duró veinte días. No sé si lo que lo mató fue la calidea o las heridas.

—Veinte días es un buen margen— dijo Dana.

—No si no conseguimos la habitación de balmoral— retrucó Juliana.

—No necesitamos la habitación— manifestó Dana.

—Tenemos el bosque— asintió Zenir, comprendiendo.

—¿Quieren talar madera del bosque y construir otra habitación?— preguntó Juliana.

—No es necesario— explicó Zenir—, el solo estar en proximidad con los árboles será suficiente.

—¡Como en el bosque de Medionemeton!­— comprendió Augusto.

—Entiendo— asintió Juliana.

—Muy bien, arreglaremos todo para trasladarlo a las Marismas, entonces— concluyó Dana—. Ahora pasemos a nuestro segundo tema: la situación en el Cuarto Paso del lado norte. ¿Randall?

Randall asintió y tomó la palabra:

—Nuada está con sus tropas al pie de la cordillera, a la altura del Cuarto Paso, y también hay algunos soldados de Aros que viajaron conmigo hasta allí. Nuada no se atreve a atravesar la cordillera todavía porque sus fuerzas son escasas y serían masacradas desde arriba por los guardias del Paso, pero está esperando refuerzos de Aros y Kildare, y cuando los tenga, lo más seguro es que ataque.

—Si Nuada cruza la cordillera e invade Colportor, será un baño de sangre— opinó Ana.

—Hasta ahora, Nuada ha ejercido la prudencia— comentó Randall.

—Sí— concordó Zenir—, pero si Ifraín viene desde Kildare las cosas se van a poner tensas. Conocemos bien su personalidad impulsiva e impaciente. Ifraín no va a aceptar sentarse a esperar al pie de las montañas, va a presionar las cosas y forzará el ataque.

—Tenemos que hacerles saber que estamos bien y que estamos resolviendo las cosas pacíficamente— dijo Akir.

—Sí, pero mis mensajes no cruzan la cordillera por el desfasaje temporal— explicó Dana.

—Entonces tendremos que cruzar el Paso e ir hasta allá— propuso Ana.

—Eso es muy peligroso, Ana— le manifestó Randall—. Los guardias del Cuarto Paso ya están advertidos de nuestra presencia en el sur y no dudarán en matarnos desde arriba apenas nos vean.

—Tal vez podríamos cruzar por otro Paso— propuso Augusto.

Randall negó con la cabeza:

—Los otros Pasos están también vigilados, y además, están muy lejos de la posición de Nuada para llegar a tiempo.

—Yo podría hacerlo— dijo Llewelyn de pronto.

Todos se volvieron hacia él.

—Llew…— comenzó Dana en tono de advertencia.

—Puedo teletransportarme hasta allá y avisarles— propuso Llewelyn.

—No harás eso, es demasiado peligroso— lo amonestó su madre.

—Parece una buena idea— dijo Augusto.

—Es una pésima idea— lo contradijo Dana.

—Es la mejor que tenemos— afirmó Ana.

—Llewelyn nunca ha estado en ese lugar y necesita visualizarlo para poder transportarse, por lo tanto, no es ni siquiera viable— porfió Dana.

—Podría trasladarme a la cabaña de Zenir en el bosque y viajar hacia el sur desde allí hasta encontrarlos— propuso Llewelyn.

—Olvídalo— le ordenó su madre con vehemencia.

—Ya no soy un niño, mamá— protestó Llewelyn—, debes dejarme ayudar.

—Creo que la propuesta del muchacho es válida y debe ser considerada— intervino Govannon.

Los demás asintieron su acuerdo. Dana suspiró, frustrada:

—Lo tendremos en consideración hasta que evaluemos otras alternativas— cedió.

—Pero, ¿qué otras alternativas hay?— cuestionó Augusto.

—¿Qué tal si dejamos que Nuada cruce la cordillera? Lo esperamos de este lado del Cuarto Paso y le comunicamos que todo está bien— propuso Juliana.

—Se olvidan de que Dresden ha estado envenenando al Concejo con amenazas de un ataque del norte— manifestó Humberto—. Si Nuada cruza con un ejército, será el acto de guerra que todos han estado esperando y temiendo. No será posible hacerles entender que fue un malentendido; atacarán con todo lo que tengan y no habrá vuelta atrás. Si la causa que tanto defienden es la paz entre el norte y el sur, será mejor que eviten que Nuada cruce.




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