La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

OCTAVA PARTE: Mancomunados - CAPÍTULO 136

Cormac había estado callado todo el camino mientras cabalgaba sobre Kelor, junto a Lug, que iba montado en Luar. No estaba del todo convencido del plan de Lug, pero igualmente había accedido a acompañarlo.

—¿En qué piensas?— le preguntó Lug.

—En lo que me estás pidiendo— le respondió el otro—. Me juré que nunca más lo haría…

—Las circunstancias ahora son diferentes— le expresó Lug.

—Ni siquiera sabemos si va a funcionar.

—El intento vale la pena— le aseguró Lug.

—¿Cómo piensas encontrarla en este inmenso bosque?

—Hace media hora que vengo percibiéndola.

—¿Y cuándo ibas a decírmelo?— protestó Cormac.

Lug no le contestó. Después de unos metros, algo llamó su atención. Detuvo el unicornio y desmontó. Cormac lo imitó de inmediato.

—¿Lo ves?— le preguntó en voz baja a Cormac.

—Sí— confirmó el otro, observando el humo de una fogata.

Lug le hizo seña a Cormac para que rodeara el campamento, y así poder llegar de dos lados opuestos y sorprenderla.

Marga estaba descansando junto al fuego, su cuerpo aun débil, cuando vio a Lug aparecer caminando entre los árboles. Se puso de pie de inmediato:

—¡Lug!

—Hola, Marga— la saludó él con un tono totalmente falto de entusiasmo.

—¿Cómo está Llewelyn?

—¿De pronto te interesa el bienestar de mi hijo?

—Cumplí con mi promesa, ¿no? Lo dejé ileso.

Lug suspiró sin contestar.

—¿Para qué me seguiste?— le preguntó ella.

—Me dijiste que cuando comprendiera las cosas, debía venir a buscarte.

—Pero tu mirada y tu voz están llenas de reproche, todavía no estás listo para perdonarme.

—Pensé que iba a poder hacerlo, pero al verte así, con el cuerpo de esa muchacha… no estoy tan seguro…

—¿Qué vas a hacer, Lug? ¿Matarme?

—No, pero tampoco puedo reconciliarme con lo que eres…

—¿Entonces?

—Entonces, solo me queda despedirme de ti.

Lug se sacó el tahalí con la espada y la apoyó en el suelo, haciéndole ver a Marga que no tenía intenciones hostiles. Luego se acercó a ella y abrió los brazos. Marga dudó un momento, pero luego se lanzó a los brazos de él con lágrimas en los ojos. Lug apoyó su frente contra la de ella.

—Adiós, madre— le susurró, mientras invocaba su habilidad y comenzaba a percibir los patrones de ella.

Desde atrás, Cormac se acercó sin ser visto y puso sus manos a los lados de la cabeza de Marga. Lug y Cormac combinaron sus habilidades: Lug, buscando los patrones de los recuerdos, Cormac absorbiéndolos.

—¿Qué…?— intentó deshacerse Marga del abrazo.

—Tranquila— la confortó Lug, sosteniéndola con fuerza—, todo estará bien.

—¿Qué me estás haciendo?— preguntó ella, alarmada.

—Dándote otra oportunidad— le murmuró él con un nudo en la garganta.

El proceso de vaciado no duró más de diez minutos. Lug sintió el cuerpo de Madeleine aflojarse y desplomarse, perdiendo el sentido. La sostuvo entre sus brazos y la llevó hasta al lado de la fogata, depositándola suavemente junto al calor del fuego y arropándola con una manta.

—Ya no necesitarás esto— murmuró, sacando el anillo con la Perla de la mano de ella y poniéndolo en su bolsillo.

Luego volvió su mirada hacia Cormac, que respiraba entrecortadamente, apoyado sobre un árbol.

—¿Estás bien?— le preguntó.

Cormac asintió con la cabeza. Después de un largo momento, Cormac se sentó al otro lado del fuego. Lug se sentó a su lado.

—No puedo creer todo lo que…— comenzó Cormac, agarrándose la cabeza—. Pero todo lo que me dijiste es verdad, todas las terribles cosas que hizo… puedo verlas ahora… están en mi memoria para siempre.

—No tenías que almacenarlas, Cormac— le dijo Lug—, no era necesario.

—Sí era necesario— lo contradijo Cormac—. Quería saber, quería comprender… quería verlo con mis propios ojos.

—Lamento que tengas que recordarla así.

—No tienes idea de los recuerdos terribles que ha albergado mi mente a través de los años… Estoy acostumbrado a su carga, pero nunca pensé que esa clase de recuerdos poblaran la mente de Marga hasta desbordarla, hasta hacerle creer que todo era justificado, para poder vivir con el horror de sus acciones.

—¿Entiendes ahora por qué quería borrar su memoria?

Cormac asintió en silencio.

—Las únicas otras alternativas que se me ocurrieron para detener sus nefastos planes fueron encerrarla para siempre o matarla. Creo que esta solución fue más humana— manifestó Lug.




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