La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

OCTAVA PARTE: Mancomunados - CAPÍTULO 137

Iris se sobresaltó al escuchar la puerta abrirse. Se tranquilizó cuando vio que era Gloria que venía a cambiarle los vendajes de las heridas. Llevaba ya cinco días en la fastuosa habitación donde Gloria había cuidado de Lug, pero cada vez que despertaba, volvía por un momento a la desorientación de las primeras horas después de su rescate.

Gloria y Franz habían urdido un plan para tomar el palacio de Dresden, y lo que a Iris le hubiera parecido una locura imposible, había sucedido: Franz, Gloria y el barón Filstin gobernaban ahora el palacio y toda la ciudad de Colportor. En un principio, el objetivo solo había sido rescatarla de las mazmorras, pero ahora, ante el rotundo éxito de la toma, Franz había mandado mensajes reales a Merkor y a Kerredas, y en su cabeza, había entrado la posibilidad de sacar a Dresden del trono.

Iris solo quería huir de Colportor lo más rápido posible, pero Gloria la había convencido de quedarse, pues confiaba en que los planes de Franz tendrían éxito y lograrían desbancar a Dresden, que aun seguía en el castillo de Vianney.

—¿Cómo estás esta mañana?—­ le sonrió Gloria, apoyando la bandeja con el desayuno y las vendas limpias a un lado de la cama.

—Bien— respondió ella, tratando de icorporarse.

—Déjame ayudarte— la tomó Gloria de las axilas para ponerla en una posición más cómoda para desayunar.

—Todavía me parece un sueño todo esto— dijo Iris—. En verdad, pensé que moriría en esa celda…

—Ya no pienses en eso, madre— le dijo su hija, tomando su muñeca izquierda y quitando con cuidado las vendas viejas.

Gloria observó la herida con atención:

—Está bastante mejor— comprobó—. No dejo de pensar que si Ana estuviera aquí…

—Estoy bien, Gloria, en serio. Al menos no me mutilaron…

A Gloria le corrió un escalofrío por la espalda ante el comentario:

—Madre, por favor, ni siquiera lo menciones.

Gloria esparció un ungüento en las heridas de la muñeca y la volvió a envolver con una venda limpia.

—Creo que si no se hubiesen alarmado tanto cuando les dije que Huber había ayudado a escapar a Lug y lo había llevado con él, habrían seguido con sus preguntas. Pero el interrogatorio fue interrumpido en ese punto porque Dresden decidió ir tras Huber de inmediato— continuó Iris—. Más preguntas me hubieran obligado a revelar tu participación y la de Franz, pues no hubiera podido resistir…

—Ya basta, madre— la urgió Gloria—. Ya todo pasó, no tienes que pensar más en eso.

—Gracias a Alaris que tú eres una persona fuerte y valiente, mi querida Gloria, porque yo no soy más que una cobarde que me hubiese quebrado fácilmente.

—Una persona cobarde no hace todas las cosas que hiciste por mí— le respondió Gloria, abrazándola—. Ahora toma tu desayuno que se enfría.

Iris tomó la taza humeante de té y se la llevó a los labios. La taza casi se le cayó de las manos al escuchar la puerta de la habitación abrirse abruptamente: era Franz. No preguntó por el estado de Iris y ni siquiera saludó, solo soltó con urgencia:

—Tenemos problemas.

—¿Qué pasa?— preguntó Iris, temblando.

Franz estuvo a punto de explicarse, pero se contuvo, no quería causarle más sobresaltos a Iris.

—Gloria…— le hizo seña Franz para que la acompañara afuera.

—Dilo, Franz, no estoy tan frágil como para no poder escucharlo— le pidió Iris, pero Franz se mantuvo en silencio.

—Madre, tú debes descansar, deja que Franz y yo nos encarguemos de esto— le dijo Gloria, dándole un tierno beso en a frente.

Antes de que Iris pudiera seguir protestando, Gloria salió de la habitación junto con Franz.

—Ya te dije que no la asustaras— lo amonestó Gloria.

—Lo siento… es que…— trató de disculparse Franz.

—Solo dime lo que pasa.

—Dresden está en Colportor. Trajo a parte de su ejército y está intentando sitiarnos. Están colocando escaleras en las murallas del palacio.

—¡Oh, Franz! ¡¿Qué vamos a hacer?! ¿Puede la gente de Filstin repelerlos?

—Son demasiados— negó Franz con la cabeza.

Gloria se volvió para entrar nuevamente en la habitación de Iris.

—¿Qué vas a hacer?— inquirió Franz.

—Sacar a mi madre del palacio de inmediato— le respondió ella.

—Eso es un suicidio, todas las salidas están bloqueadas por gente de Dresden. En este momento, el lugar más seguro es el interior de este palacio.

—Pero, ¿por cuánto tiempo, Franz?

—No lo sé, no lo sé— se agarró la cabeza, angustiado.

—¿Qué dice Filstin?

—Filstin está furioso, solo quiere mi cabeza por haberlo convencido de tomar Colportor.

—¡Maldito cobarde!— escupió Gloria con desprecio.



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En el texto hay: mundosparalelos, fantasia épica

Editado: 12.10.2019

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